En su libro sobre la Filosofía de la moda, el destacado sociólogo George Simmel la entiende como un juego imitativo, como la fusión de lo singular y lo general; como la relación entre lo permanente y lo cambiante.
En el caso de la filosofía, es la estética la rama que se encarga de estudiar la moda. No obstante, distintas ramas del saber han abordado las complejidades de la moda en interesantes estudios. La antropología, la sociología –incluso la arquitectura y el diseño gráfico e industrial– nos describen el papel de ésta en la actual sociedad moderna y su secuela postmoderna.
Es decir, la “moda es un fenómeno social”, muy característica de la sociedad capitalista (el “traje Mao” no era moda sino uniforme socialista en China; sólo fue efímera moda en Occidente como importación de la desastrosa Revolución Cultural).
Los estudios de este fenómeno de la moda fueron precedidos desde el siglo 19 por George Simmel. El autor se apega al supuesto de que es la interacción del sujeto con el otro el fundamento de la sociedad y considera que la moda es una característica que surge a la par de la sociedad moderna capitalista (la moda de la aristocracia siempre se quedó entre sus filas y nunca pasó a ser imitada por el pueblo).
La moda viene a ser fruto de las necesidades de integración y de distinción de los grupos privilegiados en el capitalismo, que luego imitan las masas trabajadoras, pues se inserta en una organización precisa de la sociedad y la economía modernas y, finalmente, constituye un producto de la división de la sociedad en clases.
La moda responde a la necesidad de diferenciarse y a la compulsiva imitación del otro. Primero, alguien pone de moda algo exclusivo y caro por los materiales, entre las élites. Luego, se producen en masa con materiales más baratos que compran las masas de consumidores en imitación de las élites. Y cuando las élites ven que el modelo se ha popularizado ¨masivamente¨, lo abandonan y buscan -para diferenciarse de esas masas- un nuevo modelo “exclusivo” y caro y así el ciclo de la moda cambiante sin cesar.
La Moda, el Cine y la Última Moda en Series
El estudio de la moda nos sitúa en los fundamentos de una economía de la producción simbólica de las mercancías. El nuevo producto del que se reviste la mercancía y que contribuye a crearla es la IMAGEN. A través de ella, se busca incrementar la renovación de los productos mediante la aceleración planificada de la obsolescencia social. Pero de un tiempo a esta parte, son las Tecno-Imágenes las que influyen prácticamente en todas nuestras decisiones, desde el nacimiento hasta la tumba, pasando por la superficial -por transitoria- Moda.
El cine siempre se ha utilizado para promover imágenes de productos que pagan por debajo de la mesa para que sus marcas sean promovidas dentro de la trama, pero en la actualidad ya abiertamente se hacen películas como las de James Bond (¿recuerda cuánto pagó el Jefe de Gobierno para que en 2015 filmaran Spectre-Día de Muertos en la Ciudad de México?) y las de Woody Allen para promover ciudades -además de su eterna promoción de Nueva York-, como las que produjo en Vicky Cristina Barcelona, en la cual la ciudad es la principal protagonista.
Woody Allen también promovió París y Venecia, con el musical Todo mundo dice que te amo, pero sobre todo con París a Medianoche, con la cual logró transformar a la Ciudad Luz en una estampa fílmica. Por supuesto, a la ciudad de Roma con De Roma con amor. Y, ¿Una película dentro de una película? Sí, eso ocurrió al promover la capital de Egipto con La Rosa Púrpura del Cairo. Y aun de Rusia, con la comedia Amor y Muerte, etc.
Pero hoy hay ya series completas alrededor del tema de la moda del vestir. Un ejemplo muy reciente es la influencia de la moda en Emily in Paris, la serie que se convirtió en un fenómeno de Netflix.
Hace apenas unos meses desde su estreno, pero Emily en París, se ha convertido en una de las series más vistas de la plataforma y también del mundo confinado (que perjudicó la asistencia a salas de cine y favoreció el auge de las Series en las plataformas de transmisión). Emily en París, en diez capítulos de apenas media hora de duración, recorre tópicos de la Moda que van desde conocer de primera mano el mundo de la Alta Costura a trabajar de cerca con firmas de lujo, acudir a fiestas con grandes diseñadores y, por supuesto, transmitirlo todo como chisme, con fotos y videos (la última moda en la moda) en redes sociales.
Aunque hay una marca que persiste en cada capítulo de la serie, y es Chanel, incuestionable firma asociada al lujo y a la capital francesa. Además de diferentes bolsos, Emily luce desde chaquetas propuestas en pasarela durante la colección Resort 2020 (valorada en seis millones de dólares), a prendas de colección anteriores, que siempre conjunta con el bolso clásico 2.55 en diferentes tejidos y colores.
Sus estilismos se han convertido en protagonistas de la serie, y han desencadenado oleadas de aficionados que dedican cuentas en Instagram y otras aplicaciones a analizar cada prenda lucida por la protagonista, que diseccionan minuciosamente cada “look” construido por estilistas de la serie, completando así el ciclo completo del diseño, la producción, la promoción y la venta final global.
Y ni se diga de la pasarela de los premios Óscar en Hollywood, aunque en esta ocasión el Covid ha retrasado la 93ª ceremonia de entrega de los Premios Óscar hasta abril de 2021, no se sabe si en vivo.
Virus mediante.