El presidente Andrés López Obrador ha insistido de todas las formas posibles que los organismos autónomos no funcionan para lo que fueron creados; asegura que únicamente simulan y no se van al fondo de los asuntos, además de que son un nido de corrupción.
Hablar de corrupción al mandatario le acomoda, para intentar posicionarse como el único redentor de ese mal.
Sin embargo ¿cuál es el resultado de su combate a la corrupción?
Hasta el momento no hay claridad respecto a los procedimientos pendientes para mostrar con contundencia que el asunto va en serio. Nadie puede negar que a la luz han salido numerosos actos de gobiernos anteriores. ¿quién está pagando entonces y cómo por haber abusado del poder que los cobijó por largo tiempo?
Pero hablar del problema respecto de lo hecho por quienes ostentaron el poder en el pasado es fácil, lo complicado es que se les haga pagar por haber abusado de su posición; a decir verdad, son pocos los personajes que al día de hoy enfrentan acusaciones de este tipo, y ¿los demás?
Aún más complicado es hablar de la corrupción presente.
¿Por qué no se llega al fondo de los señalamientos en contra de sus más cercanos como, Manuel Bartlett, Irma Eréndira Sandoval, Jhon Ackerman, su hermano Pío López Obrador, entre muchos otros?
¿Se iba a barrer las escaleras de arriba hacia abajo?
Existe un agravio histórico para los mexicanos debido al saqueo de las arcas nacionales. En derecho y justicia los implicados deberían estar en la cárcel o presentando su defensa, que se les reconoce en la ley, se es inocente hasta que se demuestre que se ha cometido un delito.
El principio de inocencia es uno de los que constantemente se ve atacado desde la máxima autoridad, principalmente por quien debería defender las garantías que consagra la Constitución Mexicana.
A partir de diciembre de 2018, emulando las conferencias que llevaba a cabo como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, López Obrador ocupa parte de la mañana para dictar la agenda pública a la que difícilmente medios de comunicación, actores políticos y ciudadanos en general pueden extraerse.
No es un espacio de comunicación circular como lo pretende presentar el tabasqueño, es, para fines prácticos; un ejercicio descarado de promoción y propaganda en beneficio del gobierno y del partido en el poder. Pero también sirve para descalificar adversarios y someterlos a una especie de tribunal para ser sentenciados y colgados en la plaza pública. El principio de inocencia no vale aquí.
La estrategia de comunicación del presidente le funciona porque teniendo todo el aparato gubernamental a su servicio: hace, dice y presume lo que mejor le parece, es por eso que los temas que se tratan en ese encuentro con los medios son seleccionados minuciosamente por quien le sirve como encargado de la comunicación social siguiendo sus instrucciones.
¿Cuántos son los supuestos reporteros que al hacer uso de la palabra alaban a López Obrador? ¿cuántos de ellos no se les ha visto leyendo no sólo preguntas que bien podrían pasar como de interés, sino lanzarse en contra de otros medios o de otros compañeros periodistas, siendo así la voz de quien con una sonrisa irónica aprueba tal contienda?
Para nadie puede ser un secreto que la voluntad del presidente no va empatada con la necesidad de los empresarios, con la necesidad de quienes exigen sus derechos que no van de acuerdo con el actuar del gobierno, de quienes intentan criticar y exigir cuentas. De quienes solicitan información.
Este es uno de los detalles que le acomodan como anillo al dedo al primer mandatario de la nación: cuando “por casualidad” un reportero pide un dato importante y se queja de que no lo había obtenido a través del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), a la que quiere desaparecer el de palacio, sin más, pide el documento; que en ese caso fue la carta enviada a España. ¿Para qué todo el show? ¿Para darse permiso, y con descaro continuar con la intención de desaparecer a ese instituto?
El gobierno lopezobradorista se ha caracterizado por esconder información, por manipular la que da, por desviar la atención de los asuntos importantes. No habla del coronavirus y la tragedia que hoy sufren más de 135 mil familias, pero sí quiere hablar de vacunas, cuya estrategia deja muchas dudas por el manejo proselitista que se le da, y dice que en el país se ha emprendido una vacunación masiva; que más que una realidad, es sólo un deseo. Los números lo dicen.
La administración actual le ha dado preferencia a las adjudicaciones directas, con más del 80%, el problema es que el hoy presidente se quejaba de esas mismas prácticas del pasado. Prometió y sigue alegando transparencia, y sin embargo se niega a transparentar el gasto público.
López Obrador quiere controlarlo todo, incluyendo sí, al INE, decidir qué debe saber el pueblo y cómo, quiere ser el paladín de la democracia y todos los días la debilita, es su actuar, el de un rey, no el de un demócrata como quiere aparentar presentarse.