Desde mediados de la década de los años 30 del Siglo XX, en su famosa obra “Teoría General del empleo, el interés y el dinero”, John Maynard Keynes ya había sugerido la idea de establecer un impuesto sobre las transacciones en el agitado mundillo de las inversiones, amenazado siempre por lo que él denominó como “espíritus animales”, esos desbocados depredadores causantes de tantas devastaciones financieras y económicas de históricos antecedentes.
A principios de la década de los años 70, James Tobin, premio Nobel de Economía, llevó la idea para que se aplicará a las operaciones financieras como una propuesta para sofocar la “exuberancia irracional” y disuadir a los especuladores, buscando “atemperarlas fluctuaciones de tipo de cambio” de divisas.
La idea fue desconocida hasta por el propio Tobin al ver el furor que causó entre “los rebeldes antiglobalización”, y por el apabullamiento de los evangelios neoliberales del “Ogro Salvaje” que fueron vendidos como la salvación mundial por parte de las grandes potencias.
Pero desde la década de los años 90 volvió a la escena la iniciativa de la Tasa Tobin debido a los recurrentes asaltos de los fogosos animales (”Efecto Tequila”, en México”, “Efecto Samba”, en Brasil, la caída de los “Tigres Asiáticos, etc., y más recientemente, el fraude de las hipotecas Subprime en Estados Unidos, en 2008), en una larga lista de trastupijes financieros que han aportado su gran cuota a la concentración del la riqueza en unos pocos y la miseria de millones (el “1 por ciento” contra el resto).
Pues bien, tras la nueva estafa con las hipotecas Subprime la “Tasa Tobin” volvió por sus fueros, especialmente en Europa, pero apenas desde ayer ya se dieron los primeros pasos para controlar a esos insaciables animales, al tiempo de colocar en la lista de contribuyentes a las empresas que hasta ahora se han caracterizado no sólo por su innovación tecnológica, sino también por su alto perfil de evasoras de impuestos, como Google.
En efecto, según despachos de prensa, ayer en España entraron en vigor las Tasas Tobin y Google, con las cuales las autoridades españolas esperan recaudar unos 1,800 millones de euros con estos impuestos, por servicios digitales y transacciones financieras.
La Tasa Tobin va a gravar con 0.2 por ciento (la propuesta original del Nobel es de 0.5 por ciento) las operaciones de compra de acciones emitidas en el país ibérico de empresas cotizadas “cuya capitalización bursátil sea superior a 1,000 millones de euros. No se gravará la compra de acciones de Pymes y empresas no cotizadas”, según el reporte.
El impuesto tiene carácter transitorio, esto mientras se acuerda un gravamen internacional por parte del G-20, en tanto que la Tasa Google (3 por ciento y también transitorio) “gravará a aquellas empresas con ingresos anuales totales de al menos, 750 millones de euros y con ingresos en España superiores a los 3 millones de euros, dirigiéndose a servicios de publicidad en línea, servicios de intermediación en línea y la venta de datos generados a partir de información proporcionada por el usuario durante su actividad o la venta de metadatos”.
Las autoridades hacendarias españolas retrasaron las primeras liquidaciones y el nuevo plazo para empezar a pagar se iniciará en abril próximo.
Como era de esperarse, el gobierno estadounidense o, para decir mejor, los coletazos del período de bajismo tributario de Donald Trump, ya salió a reclamar, pero los países de Unión Europea están dando muestras de que no van a ceder.
Si bien el impuesto sobre transacciones financieras ya se comenzó a llevar a la bolsa de valores, faltaría por hacerlo específicamente en el mercado de dinero, uno de los espacios menos regulados en casi todo el mundo (México incluido), y que fue lo que originalmente propuso Tobin.
En palabras del propio galardonado, “La idea es muy simple: se aplicaría, en cada cambio de una moneda en otra, un pequeño impuesto -digamos un 0,5% del volumen de la transacción-. Esto disuade a los especuladores ya que muchos inversores invierten su dinero en moneda extranjera a muy corto plazo por lo que tendrían que pagar el impuesto muchas veces”.
Va más: “Sin impuestos lo que ocurre cuando el dinero se retira inmediatamente es que los países deben aumentar de un modo drástico los intereses para que su moneda siga siendo atractiva a los flujos financieros. Pero el alto interés y la constante fluctuación son desastrosos para la economía nacional, como se ha demostrado con las crisis financieras de la década de 1990 en México, el Sureste asiático y Rusia.
Con mi propuesta de impuesto a las transacciones financieras los países recuperarían cierto margen de maniobra para defender la economía nacional y sería por tanto una medida que limitaría el poder excesivo de los mercados financieros”.
¿Vienen días interesantes, de transformación verdadera en el sistema económico y financiero mundial? Visto el devastador fracaso de la doctrina, probado una y otra vez, es obligado.