Es sabido que las estadísticas son manejadas a modo por los gobiernos, sea federal, estatal o municipal; siempre de la mejor manera que convenga a sus intereses. Pues bien, es extraño que de pronto, tanto en la Ciudad de México como en el Estado de México, se anuncie el descenso casi abrupto, del número de pacientes Covid-19 hospitalizados.
En ocho semanas, la ocupación hospitalaria bajó de 90 a 67.87 por ciento, a fines de la semana pasada. Se supone que, en este momento, en la Ciudad de México hay 5 mil 860 personas hospitalizadas por coronavirus; de éstas, mil 639 están intubadas, mientras que en el Valle de México hay 7 mil 873 pacientes hospitalizados y de ellos 2 mil 031 están intubados.
Eso dicen las cifras oficiales, pero en la práctica las cosas parecen muy diferentes. Médicos y enfermeras dicen que la ocupación, al menos en los hospitales Covid, sigue casi al cien por ciento y en algunos rebasa todavía su capacidad normal. De ahí que las cifras parecen sospechosas.
Tanto el gobernador mexiquense, Alfredo Del Mazo Maza, como la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, tomaron la decisión de abrir algunas actividades desde la semana pasada, pero a partir de hoy la reactivación cobrará un poco más de fuerza, pues ambas entidades pasaron del semáforo rojo al naranja.
Eso implica que, de entrada, se amplía el horario para los restaurantes hasta las 22:00 horas, aunque sólo seguirán brindando servicio en exteriores y de manera mínima en interiores. Permitirán mesas de cinco comensales.
Los teatros podrán presentar obras, pero sólo al aire libre. También podrán operar los gimnasios en espacios cerrados, pero sólo en la modalidad de entrenamientos uno a uno, no en clases grupales y con una distancia de cuatro metros entre cada usuario.
Podrán abrir los templos de 7:00 a 19:00 horas sin ceremonias. Sin embargo, en el Valle de Toluca la Arquidiócesis anunció que se reanudarán las misas para bodas, bautizos, primeras comuniones y XV años entre otros ritos. Deben tener cuidado.
El semáforo naranja implica, además, la apertura de comercios, agencias automotrices, tiendas departamentales y centros comerciales, así como el transporte turístico y los autocinemas, al 20 por ciento de su capacidad.
Sigue prohibida la apertura de salones de fiestas, así como la organización de eventos masivos. Estas decisiones alentaron a propietarios de negocios, pues vislumbran el fin de la vigilia económica.
Pero, no es por ser aguafiestas, debemos ser muy cautos en esta reapertura. Hay tres ejemplos que debemos tener muy presentes. Las fiestas patrias, el Buen Fin y las celebraciones decembrinas. Después de cada uno de esos eventos hubo repuntes en el número de contagios.
Por eso no hay que echar las campanas al vuelo, más bien debemos continuar con las medidas de prevención. Seguir resguardados en la medida de lo posible, evitar los centros comerciales en horas pico, así como la asistencia a lugares concurridos.
Es evidente que era urgente abrir las actividades comerciales y turísticas, aunque sea de manera paulatina. La economía ya no aguanta más.
Esto no se ha terminado. Si queremos vivir mejor y regresar, en la medida de lo posible, a la normalidad, tenemos que ser muy responsables con nosotros mismos y con quienes nos rodean. De lo contrario, dentro de algunos días veremos un nuevo repunte de contagios y de hospitalizaciones. Nos toca cuidarnos.