De acuerdo a la agencia Spin, de las 546 conferencias que ha ofrecido el presidente Andrés López Obrador, con un promedio de duración de 106 minutos por cada una, se le han contado 44 mil 965 afirmaciones no verdaderas, con fecha de corte el 12 de febrero de 2021.
En promedio dice 81 afirmaciones no verdaderas. Así mismo ha utilizado la palabra corrupción 4,619 veces; conservador (y derivados) 1,454; neoliberal (y derivados) 1,411 veces.
La danza de mentiras se han convertido en parte esencial de su discurso, lo que ha ocasionado irritación en gran parte de sus adversarios, por no poder combatir los “otros datos” y “las otras verdades” del presidente, ante el control absoluto del tiempo y espacio del que es dueño en sus mañaneras.
López Obrador perfectamente sabe que el éxito de su popularidad se debe, en gran medida, a sus apariciones diarias, en donde se lanza en contra de los neoliberales, periodistas fifís y quienes se opongan a la realidad alterna que vive México por su conducto.
El momento que se vive actualmente, es de suma importancia para las aspiraciones del titular del ejecutivo, no puede soltar la posibilidad de dirigirse a la Nación en esas apariciones en donde dicta la agenda a seguir, porque se trata de un año de elecciones.
Es del conocimiento de una buena parte del pueblo que éste año contempla una condición de resultados electorales de los que depende el futuro de la 4t como la tiene planeada el tabasqueño. No se puede permitir la posibilidad de dar paso a la democracia de la que se ha adueñado, no sólo en el discurso, sino que al debilitar a los órganos que le dan garantía, la convierte en “su” democracia.
Nada fuera de su concepto democrático será aceptado, porque en el caso de perder la mayoría en el Congreso ya no pasarán por vía libre las reformas que le interesan al ejecutivo, no se quiere ver en la necesidad de convencer, porque no está acostumbrado a hacerlo, sino a imponer.
En consecuencia, el mandatario no cambiará de estrategia, lo quiere todo, y no sólo una parte, y guarda conciencia de que el mejor, o tal vez, el único motor propagandístico de su partido, es él mismo.
López a disparado a través de dos años con destino a la percepción de sus seguidores la idea de que México vive un momento único de transformación, tan necesario como las penurias que se han tenido que pagar por ello, para poder extirpar el cáncer que representa el “neoliberalismo”, aunque la mayor parte del pueblo bueno y sabio no tenga la menor idea de lo que quiere decir esa manoseada frase.
Pero, neoliberalismo y las demás que repite todos los días, son como el grito de guerra que lanza el líder a quienes le aceptan todo, porque hábilmente se ha presentado como víctima, a pesar de que ha utilizado todo el poder para contener a sus enemigos.
Ese es el motivo, es la razón de permitirse decir las mentiras que repite sin pudor. Esas afirmaciones no verdaderas; como la de la cancelación con motivos de corrupción del aeropuerto de Texcoco, o de otras obras, incluso puede tratarse del desabasto de gasolina y medicinas. No importa, todo lo transforma con su verdad, no la que puede demostrarse, sino la que le conviene.
De esta manera no le preocupa que sus opositores se molesten, es más, disfruta que lo hagan, los reta y les lanza en la cara más mentiras, y cada vez más grandes, como la de haber decidido por mutuo propio haber bajado el precio de la gasolina, de ese tamaño pueden ser sus provocaciones.
Lo que dice se queda en la memoria del colectivo, a pesar de que al día siguiente las publicaciones señalen las mentiras vertidas en las mañaneras, a pesar de dedicar horas al análisis, editoriales, columnas, debates sesudos de los más intelectuales, prevalecerá su versión.
López gana por partida doble, hasta el momento la gente le cree ciegamente, no es toda desde luego, pero es la que a él le interesa, porque se dirige a los que ya son cautivos, a los que reciben los programas sociales, a los que tiene como incondicionales y les puede decir solovinos, mascotas o como se le ocurra, no cambiará nada.
Sólo basta recordar que ante la publicación del listado de Bloomberg que coloca a como el peor lugar para vivir en tiempo de pandemia, por encontrarse colocado en el último lugar de 53 países no le causó mayor preocupación, porque aseguró que los mexicanos no se enteran de estas noticias, porque no leen.
Sí, Andrés López Obrador soporta la seguridad de su popularidad en el hecho de que el gran grueso de la sociedad -que es la que vota-, no se toma la molestia de comparar publicaciones, o de hacer un análisis propio, le basta con creer que en efecto; es el Presidente más atacado de la historia porque está transformando al país, y está combatiendo la corrupción.
Y mientras tanto, los posibles contrapesos se encuentran entretenidos o escondidos para evitar la ira del habitante de Palacio Nacional, luchando contra una cobardía incontenible que les impide hacer frente al todo poderoso. Al personaje que; en otro tiempo ya hubiera arrasado con el mandatario actual.
Ahora, sólo vemos a grupos sociales luchando por su causa, pero de forma aislada, por lo que son fácil presa de la indiferencia presidencial.
¿Por qué miente López? Porque puede hacerlo.