Ha iniciado en todo el territorio nacional lo que debería sentirse como una verdadera fiesta democrática. Miles de aspirantes saldrán a las calles para conquistar la voluntad de los electores que el próximo 6 de junio habrán de elegir el rumbo que debe tomar el país.
Calificada como la más grande de la historia por el número de cargos de elección popular en disputa, México se juega su futuro, y no es exagerado señalarlo de esta manera, en realidad; será un punto importante para continuar con la política emprendida por el gobierno del presidente Andrés López Obrador; o lograr imponer un contrapeso para poder equilibrar un poco el poder.
Desde luego que son importantes las candidaturas de los Estados que renovarán gobernador, y también los cambios en los ayuntamientos, muchos de los cuales buscan reelegirse, pero en donde se concentra toda la atención por parte del mandatario es en la Cámara de Diputados.
La razón es simple. Dentro de las funciones de la cámara de diputados está la aprobación anual del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), así como revisar la cuenta pública del año anterior.
El interés del presidente por la conformación de esa parte del legislativo se entiende por sí misma, porque hasta la fecha ha dispuesto a su voluntad de la forma en la que se destinan los recursos de la nación, materialmente ésta prevalece por encima de cualquier intento de revisión, gracias a que cuenta con una mayoría inventada por su partido.
Es precisamente esa mayoría que consiguió Morena con base en los movimientos hechos con sus partidos satélite, que únicamente hicieron la labor de barco en el 2018 para generar la sobrerrepresentación que hoy ostenta, y lo que en cualquier otro tiempo hubiera sido motivo para encender las antorchas y los reclamos airados de la oposición, y que hoy defiende con los dientes.
Como consecuencia de lo ocurrido, el INE emitió reglas para evitar la sobrerrepresentación partidista en la Cámara de Diputados, y con ello cumplir con lo establecido en la Constitución; en donde determina que ningún partido político podrá rebasar el 8 por ciento en esa condición. Por lo que se hicieron ajustes en el mecanismo para la aplicación de la fórmula de asignación de curules por el principio de representación proporcional.
Lo anterior no ha sido bien recibido por el titular del ejecutivo, y desde luego tampoco por su partido, y ahora amenazan con desconocer a los consejeros del INE y hacer los cambios que ellos necesitan; porque su idea es mantener esa mayoría para evitar acordar con alguna otra fuerza política, con la intención de seguir haciendo los cambios que requiere el presidente para darle forma a lo que le ha dado por llamar la cuarta transformación.
La actitud del mandatario y su partido ha sido interpretada por parte de sus adversarios como un atentado a la democracia, porque de conseguir de nuevo la mayoría sea como sea, continuarán con las reformas y ordenes que siguen sin ningún cambio y cuyo único origen es la oficina presidencial, aunque sea en perjuicio de las minorías que no son escuchadas, “como antes”.
Sin embargo, todo lo que está ocurriendo es muy peligroso, ya que puede incidir en el futuro. La rebeldía de no respetar la ley por parte de los hoy poderosos, puede lanzar las cosas en el tiempo a cincuenta años atrás, colocando en un alto riesgo el futuro del país al sembrar de nuevo un precedente de esta naturaleza. La razón es sencilla, nada ni nadie dura para siempre, y los que hoy abusan, mañana estarán en diferente condición y el arrepentimiento vendrá solo.
Ha sucedido anteriormente y no tiene hoy porque ser diferente. El PRI en su momento lo controló todo; los llamados carros completos los obtenía de principio a fin, y no se permitía que quienes se encontraban en la oposición avanzaran en mejores condiciones, hasta que el ciudadano a través de organizaciones fue ganando presencia y repartiendo el poder. Para ajustar este equilibrio se impulsaron reformas a la ley electoral dando forma a la incipiente democracia mexicana.
Muchas de esas reformas conquistadas hoy reclaman vigencia, no por concesión del poderoso en turno, sino porque les fueron arrebatadas. Lo que dio sentido a la existencia de representación de las diferentes ideologías y estratos sociales.
Todo esto suponía un lento muy lento, pero constante avance democrático para alejar de la tentación a los partidos y movimientos de un solo hombre, con instituciones fuertes capaces de restarle omnipotencia. No obstante, no podía asegurarse al 100 por ciento que estarían alejadas de malos manejos. Pero siempre podrían corregirse, mejorar o reinventarse.
Los mexicanos el 6 de junio decidirán si lo que están recibiendo en la actualidad es por lo que votaron y lo que merecen, pues es el reflejo de lo que obtendrán en el futuro, o ponen un freno a la exagerada libertad que otorgaron con su voto en 2018.
La política es el arte de negociación para conciliar intereses, de ninguna manera puede aceptarse que las decisiones de interés nacional deben ser tomadas por la voluntad de una sola persona, porque siempre afectará intereses generales; esa forma de gobierno ya la experimentó México con toda su crudeza en el pasado.
Es verdad que aún falta mucho como para poder presumir un país competitivo, existen muchas cosas que se han venido construyendo a través del tiempo y que no están a la altura de la grandeza del país, su cultura y su gente, pero había un avance; no es con la destrucción total para después edificar en el desierto como puede encontrarse la receta correcta.