El mapa de colores del semáforo Covid, es decir, el de las actividades cerradas o abiertas cuando dejan de pintar de rojo, la relajación que se vive en las entidades se deja sentir, hasta antes del regreso de las vacaciones de Semana Santa, se veía prometedor el panorama, ya que ningún estado estaba en rojo (el color de mayor riesgo). Sin embargo, el virus que ha mutado en otras cepas y viaja por avión y transporte terrestre, al igual que los turistas, así como las aglomeraciones en playas y otros centros de entretenimiento, amenazan con volver al alza de contagios.
En momentos en que muchos ya sentían la urgente necesidad de salir porque la olla express del estado de ánimo estaba a punto de estallar, debido al largo encierro, a la violencia intrafamiliar exacerbada, así como la pérdida del empleo que ha venido en picada, el relajamiento de las medidas favorece que nuestra naturaleza proclive a la fiesta detonara, un incremento en los contagios.
Las vacaciones se vivieron explosivamente: deseos de saciarse de diversión, de contacto humano sin que se siguieran las medidas sanitarias recomendadas para evitar mayores estragos de la pandemia.
En pleno relajo no se pensó en el mañana, en los otros, en el riesgo de muerte, en el regreso a las responsabilidades de cada cual. Se adoptó una actitud suicida cuyas consecuencias se podrán medir dentro de pocas semanas.
El relajo se habrá expresado, entonces, en el incremento del índice de letalidad, como está ocurriendo en Europa, donde Francia, Italia, Alemania, y en América, Canadá, han vuelto al confinamiento.
Estos países han tomado medidas de cierre de actividades no esenciales, restricciones diversas y menor movilidad. Ese es el espejo en el que tendríamos que mirarnos.
El Ministro de Salud de Alemania ha señalado, lo bien sabido por los países: la única estrategia para disminuir las cifras de nuevos contagios y muertes es disminuir la movilidad y aumentar el número de vacunados.
