Estimado lector, habrá notado que empieza a comentarse en los medios la propuesta de establecer en el mundo y, concretamente en nuestro país, una Renta Básica Universal.
Se trata de proporcionar individualmente un ingreso en efectivo mensual o anual para satisfacer las necesidades básicas a todos los integrantes de una sociedad, sin importar su condición económica o laboral, y por igual lo recibirían los súper millonarios que los que están en extrema pobreza.
Varios libros han salido a la luz recientemente, como el de Philippe Van Parijs, y de Yannick Vanderborght, Ingreso Básico, Una propuesta radical para una sociedad libre y una economía sensata, de la editorial Grano de Sal.
Otro título es ¿Y AHORA QUÉ?, México ante el 2018, promovido por la revista Nexos y la Universidad de Guadalajara, en el que 34 académicos e intelectuales realizan un diagnóstico de las fallas y carencias de este país y el ingreso básico universal está entre las opciones que exploran.
Un ejemplo práctico, aunque limitado a la Ciudad de México, es la pensión para adultos mayores implementada hace más de diez años por el gobierno del PRD en la Ciudad de México, cuando el jefe de Gobierno era Andrés Manuel López Obrador y que se ha mantenido hasta la fecha. Esta pensión para adultos mayores es una variedad del Ingreso Básico que sólo es universal para el conjunto de ciudadanos mayores de 68 años en la CDMX.
En la actualidad, alrededor de medio millón de adultos mayores reciben una pensión sin tomar en cuenta condición laboral o económica.
Curiosamente, el programa propuesto por MORENA en caso de ganar la Presidencia en 2018, evita cualquier mención al Ingreso Básico.
En cambio, paradójicamente, la oferta más destacada de la coalición electoral Por México al Frente es sobre establecer un Ingreso Básico Universal si ganan la elección de 2018.
El establecimiento de esta renta o ingreso básico puede ser benéfico para la economía, ya que puede impulsar algo el consumo interno, dependiendo del monto. Pero, por supuesto, existen objeciones sobre la viabilidad de implementarla, ¿cómo financiarla sin subir los impuestos o crear inflación?, especialmente por el estado de las finanzas públicas que ya están más allá del límite de un sano endeudamiento y los ciudadanos de clase media sobrecargados de impuestos.
Además de los impedimentos financieros prácticos o las objeciones morales, hay un problema de definición del nivel en que deba fijarse ese ingreso básico.
Muchos se preguntan: ¿Existe un nivel de renta mínimo que garantiza la satisfacción de las necesidades de las que puede disfrutar una persona, siendo innecesario (frívolo) cualquier incremento por encima del mismo?
La cuestión es interesante, aunque David Friedman, el anarco-capitalista hijo del súper capitalista Premio Nobel de Economía Milton Friedman, ha formulado la siguiente “ley”, que señala las dificultades de hacer el cálculo del nivel de la adecuada renta mínima a establecerse y es la siguiente:
Ley General del Consumo Frívolo:
¨Todo el mundo presiente que existe un nivel de renta por encima del cual, todo consumo pasa a ser frívolo (innecesario). Para todo el mundo ese nivel es el doble del suyo actual¨.
En otras palabras, que todos consideramos que necesitaríamos el doble de nuestro ingreso actual para satisfacer nuestras necesidades básicas, igual los millonarios que los pobres que con penas alcanzan el salario mínimo.
El problema en economía es que no sólo hay necesidades sino también deseos. Los súper millonarios fácilmente tienen súper cubiertas sus necesidades básicas, pero jamás satisfacen sus deseos de tener más capital y, por supuesto, no desean pagar más impuestos. En tanto que los pobres no tienen ni lo básico para cubrir sus necesidades básicas y menos aún capital para ser emprendedores y salir de pobres. Un círculo nada virtuoso.
El tiempo nos dirá qué fue en broma y qué fue en serio en este asunto de economía política... electoral.
