El pasado 19 de junio de 1921 se cumplió el primer centenario del fallecimiento del poeta zacatecano Ramón López Velarde, a quién se ha dado en llamar El poeta de la patria.
No creo que exista coincidencia alguna en el tiempo en el que los seres humanos nacemos, todos los momentos son de crisis-oportunidad de acuerdo con los niveles de resiliencia que nos corresponde desarrollar como resultado de nuestras propias realidades y contextos.
El caso de Ramón López Velarde, no es la excepción, su época de nacimiento retrata con claridad la confusión que existe en una nueva nación con apenas seis décadas de existencia con todo lo que eso implica, infancia indefinida y cuasi juventud rebelde, aderezada por una ya incómoda dictadura que una reelección más de un candidato que se niega a dejar ir de sus manos “ese poder” cuasi absoluto.
La obra de López Velarde se encuentra cual mariposa que se posa sobre tablero, no por gusto, sino por la esclavitud lacerante del clavo que la atraviesa para dejarle el alma divida, con un espíritu mansamente entregado y sin luchas estériles para no tener que abandonar ninguna de sus pasiones, las cuales no podrían ser más dicotómicamente opuestas: la religiosidad y el erotismo.
El deseo como constante habitante del anhelo del que no se goza, de la eterna insatisfacción de lo que decide no cumplirse y que de cualquier manera se mantiene presente como faro que guía las acciones de aquel que desea hacerse creador a un refugio para su propio desamparo.
Habitar en ambos lados de la moneda, tiene un costo, la renuncia a otros momentos de la vida y sin embargo el poeta no solo promete, sino que cumple con creces su papel de observador y “vivenciador” de la grandeza de una patria, la suya, que a fuerza de escucharla mencionar en los días de rendir honores a la bandera o en momentos en que la orfandad nos sacude, nos ama sin pertenecernos, a manera de mujer esquiva, una Fuensanta que no le permite abrevar de sí, pero lo mantiene eternamente con sed, pero contento, con la posible promesa de la respuesta a un amor que no llegará jamás a un buen término, pero que es motor y sonrisa, y sueño y golosina, que eleva y aterriza.
Es quizá ahí donde el espacio para la poesía se nutre de todo lo que no le pertenece a nadie más, de ese rico mundo interior que permite al amor verdadero ascender de las fauces del dolor para mostrarse por encima de lo abyecto y transformarlo en una oda a lo más sagrado, ese lugar de donde el ser emerge y se presenta renovado por la aspiración a la comprensión de lo insondable.
¿Cuál es la más pura esencia de la palabra y de la vida misma, sino el amor verdadero? Ese por el que se vive, se despierta, se respira y al mismo tiempo se está dispuesto a darlo todo y más.
La escritura de López Velarde se encuentra habitada por una rica construcción de imágenes y de un lenguaje constantemente renovado, que de manera irreprochable lo convierte en el genio vanguardista que sitúa a la poesía nacional en el espacio que siempre le debió haber pertenecido.
Larga vida a las sinapsis neuronales que nos regalen la memoria de los mares, a las Fuensantas provocadoras de sueños, caricias, miradas y aleteos de sus ojos de colores, las cordilleras, los valles y todo lo que inflama de orgullo nuestros corazones cuando avistan los símbolos que nos hacen hermanarnos bajo el precepto de ser connacionales, a fin de cuenta los mexicanos nacemos donde nos da la gana, mientras que el mismo sol alumbra al pío y al malvado, mientras la misma luna nos insta a enamorarnos.
A pesar de su efímera existencia, Ramón López Velarde, con solo treinta y tres años de vida, su alma zacatecana y su irrefrenable deseo por un ser inalcanzable nos muestran el febril destino de aquellos que se atreven a convertir al romance, los ideales y la poesía en el faro de su vida: la eternidad y la trascendencia, con apenas treinta y tres años de vida renuncia a la fugacidad y se estaciona en la memoria de aquellos que al cerrar los ojos sonríen evocando una “Suave patria” mientras tararean rítmicamente los acordes del Huapango de Moncayo.
Paloma Cuevas R. Condecorada en 2020 con la Medalla y el Pergamino Leona Vicario. Mujer y madre. Femenina cuando le da la gana. Amante declarada de México, el mezcal, el buen café y la verdad sin anestesia.
Es humanista, sapiosexual, docente durante más de 22 años, filósofa, columnista, escritora y locutora en temas de Cultura, Política y Erotismo. Fundadora y locutora de #ProyectoÍtaca plataforma política y cultural. Promotora y gestora cultural incansable. Presidenta de la Academia para el estudio y difusión de la obra de Dolores Castro (SOMEGEM). Integrante del Mapa Nacional de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Directora Mundial de Comunicación y Relaciones Públicas del World Poetry Fest de 2018 a 2020. Asesora del Consejo Ciudadano de Historia, Cultura e Identidad Mexiquense de la SOMEGEM. Embajadora Estado de México de Fridas de Barcelona.
Ha sido antologada en 15 obras literarias con autores diversos.
Cuenta con la plaquette "De amputaciones necesarias", publicada por La Comuna Girondo.