“Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.”
Estos versos del poema “Tú me quieres blanca”, son solo un ejemplo de ese espíritu inconforme, melancólico de una mujer que considero fue una adelantada a su tiempo en muchos sentidos, lo cual le llevó a lamentar y a sufrir la falta de libertad, la culpa por soñar una vida diferente, en la que la mujer pudiera ser y expresarse abiertamente. Me refiero a Alfonsina Storni.
Ella encontró en el arte de la palabra su propia vía para hacerlo, aun cuando nunca dejara de sentirse incomprendida, incompleta, “entregando el corazón, pero sin saber amar”, al menos no como ella lo deseaba de forma apasionada y libre.
Alfonsina Storni nació en Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de 1892, y llegó a vivir a Rosario, Argentina en 1901, al lado de su familia. A los 12 años de edad escribió su primer poema en el que ya tomó como temas la tristeza, la muerte y el dolor de la vida; la suya siempre estuvo marcada por las limitaciones económicas, el alcoholismo de su padre, la necesidad de ganar su sustento por sí misma y la angustia de ser mujer y enfrentar el desamor.
Alfonsina, obrera, cantante, escritora, poeta, profesora, periodista, dedicó su vida y su escritura a luchar contra las desventajas y la discriminación hacia las mujeres; en el poema “Hombre pequeñito” habla del encierro que una mujer vive por su relación con los hombres que insisten en que ellas deben ser castas, albas, de corola cerrada.
“Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar...
yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.”
En su trabajo periodístico también llamó al gobierno a otorgar el voto a las mujeres y escribió artículos y ensayos sobre los derechos de la mujer; a lo largo de su vida conoció y sostuvo amistad con poetas de la época Rubén Darío, Juan de Ibarborou, Horacio Quiroga, Amado Nervo, Federico García Lorca, con quienes sostuvo grande amistad.
Saber que tenía cáncer marcó para ella el inició de un trágico final, señalado en su poesía por sus invocaciones al mar profundo; haber padecido depresión, neurosis, paranoia y ataques de nervios, estos males se recrudecieron hacia el fin de sus días.
Antes de suicidarse arrojándose al mar, escribió el poema "Voy a morir" para perdurar por siempre en una hermosa obra poética, teatral y de reflexión. Entre sus libros de poemas encontramos El dulce daño (1918); Ocre (1925); Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938). Recordar a Alfonsina Storni nos llena el alma de deseos de libertad, de reconocer la necesidad de otra humanidad donde haya igualdad y felicidad, donde podamos recuperar “La caricia perdida”:
“Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?”