53 muertos dejó un accidente en la carretera de Tuxtla en Chiapas, tres de ellos eran menores. Es una de las mayores tragedias que han vivido los migrantes.
La situación de las personas que se han convertido en nómadas es grave. Salen de sus casas para encontrar una mejor vida, o por lo menos una donde la conserven. Sus países están atrapados por la miseria, por la carencia, falta de empleo y sobre todo por la inseguridad.
La caravana migrante es una gran nube de desplazados que espera cruzar nuestro país para pedir asilo político a Estados Unidos. Lo terrible es que desde el 6 de diciembre Biden retomó la política migratoria “Quédate en México” que retiene a los migrantes en nuestro país esperando un juicio que los regrese a sus países de origen. Es decir, el paraíso tan esperado y buscado, no existe.
A partir de que salen de su país todo es esperanza. Mujeres con sus pequeños, jóvenes, adultos, todos tienen el mismo objetivo: llegar a un país donde la vida no sea una ruleta.
Sin embargo, la crueldad de la vida está en cualquier vereda donde ellos pasen. Los migrantes se tienen que enfrentar a extorsiones, a los ataques de los grupos delictivos, a la policía, a las enfermedades que nos acechan a todos.
Estamos en un momento donde la empatía con aquellos que se están movilizando no existe. En medio de la pandemia las fronteras se han cerrado y la intrusión de personas que no están vacunadas, que ni siquiera tienen un lugar a donde llegar nos mantiene agresivos.
Los más ocupados en mantener la línea de expulsión de migrantes son AMLO y Biden, pues han acordado retomar el programa de Protocolo de Protección a Migrantes que busca acelerar la aplicación de las iniciativas de cooperación para el desarrollo en el sur de México y en Centroamérica, así como establecer asesorías legales para los inmigrantes y facilitar el procesamiento de sus solicitudes.
Ante esta situación diversas organizaciones han manifestado temor por la seguridad de los migrantes, pues como se sabe, muchos son violentados por la comunidad, por los grupos delictivos e incluso por los polleros que les sacan lo poco que tienen. Su vida permanece en la miseria debajo de un campamento improvisado donde las medidas sanitarias no existen.
Mientras tanto la secretaria Roberta Jacobson, asistente especial del presidente Joe Biden y coordinadora para la frontera con México, ha mencionado en diversos medios que la mayoría de los migrantes no califica para ser recibido en Estados Unidos, pues aunque procesen su solicitud, sólo se tomarán en cuenta algunos grupos vulnerables, las personas que temen por su vida o son perseguidos.
De nuevo una ruleta para elegir. Cualquiera de esos migrantes mataría por ser un seleccionado de Estados Unidos.
Esa “suerte” no la tendrá cualquiera. Mientras, tendrán que esperar en nuestro país, bloqueando caminos, viviendo de la caridad y caminando sin parar hasta que un día reciban esa llamada que se parece mucho a ganar la lotería de una vida digna, en un país donde comer no sea la principal preocupación.
Hoy, y muchos días más veremos cómo los migrantes se enfrentarán a situaciones más peligrosas para tratar de pasar el cerco de seguridad. No sólo se pondrán en la caja de un tráiler, también se desesperarán y la ira traerá muchas consecuencias.
Como siempre no estamos preparados ni para contener, ni para resolver el problema migratorio.
Poner un muro nunca ha sido la solución.