Hablar de la pobreza en el mundo siempre será un tema inagotable, particularmente en estos tiempos, en los que una de las nocivas consecuencias de la pandemia ha sido precisamente la generación de más pobres en todo el planeta.
Fueron más de 18 meses de encierro obligado porque los contagios no paraban. Luego de algunos meses de descanso, nuevamente volvimos a sentir el rigor de la falta de previsión de los gobiernos y de sus sistemas de salud.
El mundo no estaba preparado para Ómicron, acaba de declarar un alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud, pero tampoco lo estaba para recibir con los brazos abiertos al Covid-19, lo mismo que a la variante Delta.
En el Estado de México, según cifras del Coneval, tan solo en el periodo de 2018 a 2020, aumentaron las personas en condición de pobreza, ya que hace tres años los mexiquenses considerados pobres eran 7.3 millones de personas y andando los meses, 36 para ser exactos, todo cambió, pues la cifra de personas en pobreza aumentó a 8.3 millones.
Lo que podríamos considerar una paradoja neoliberal es que, en ese lapso, el presupuesto creció de manera importante, eso sin considerar a los programas federales y aquellos que los municipios armaron por su cuenta.
En ese lapso también aumentaron las personas en pobreza extrema, ya que, en este indicador del Consejo Nacional de Evaluación de los Programas de Desarrollo Social, las personas en esta condición pasaron de 783 mil a un millón 401 mil.
No es una cifra menor ni un tema que deba pasar desapercibido, porque se trata de gente que en ocasiones no tienen recursos ni para comer, por no hablar de otras necesidades que son acuciantes y que corresponden a derechos consagrados en la Constitución, como el derecho a la salud y el derecho a una vivienda digna, entre muchos otros afectados.
Claro, podemos decir que todo esto sucedió como consecuencia de la pandemia, pero no será muy ajustado a la realidad, porque el Covid-19 atacó a la población en 2020 y lo que va de este año. En los años 2018 y 2019 no había pandemia, así que seguramente en la próxima medición estos números serán mucho más dramáticos.
Además, debemos considerar que hay municipios que históricamente tienen población en pobreza y pobreza extrema y que pese a los apoyos federales, estatales y municipales no han logrado salir de esa condición.
Quizá sería el momento de dejar a un lado los esquemas asistenciales y voltear la mirada a otro tipo de desarrollo social que no sólo contemple la dádiva, la entrega de dinero como el puntal de estos programas.