El Método de la historia en sencillas palabras es sin duda alguna “el conocimiento de los hechos pasados para comprender el momento actual “
Recuerdo que mi primer examen de oposición hace 35 años, fue precisamente para obtener la definitividad en historia de México en la UAEMéx; joven y emocionado; salí avante en esa empresa que empecé a cultivar gracias al significado que maestros de la primaria y secundaria del sistema público me dieron (solo algunos, contados apenas) quienes nos hacían flexionar que la historia no es la suma repetitiva de hechos suscitada en un tiempo y determinado lugar en una sociedad.
La historia hoy en día, debe enseñarse y aprehenderse desde que sucedió y hasta ahora, de ahora; hasta que sucedió, la historia es un ente contingente, se mueve, se transforma, se resignifica, se redimensiona, incluso se construye como lo decía Wilde “nuestro único deber con la historia es reescribirla”.
La historia como constructo del discurso social es altamente compleja pero asequible como un hilo invisible que une, cohesiona, atañe; es cómo los agujeros negros de la física cuántica, “su tiempo es relativo”, rompemos entonces ese dogma de que “la historia la hacen los vencedores”, hoy por ejemplo; chile da una lección de reedición de la historia latinoamericana; la imagen del entonces presidente Allende ( 1973) abrazando a su nieta y hoy ministra de la defensa en ese país andino, relativizan la historia; los legados no mueren, se redimensionan y se actualizan.
La historia amén de dotarnos de identidad, memoria colectiva, pertenencia; nos da magníficas cátedras, lo consignado en los libros se tiene que transformar diariamente; la historia hace conciencia, pero quien la crea es la conciencia colectiva.
Si, la enseñanza científica debe de traer reflexión, argumentación; pero sobre todo actualización del contexto y las coyunturas que la vieron nacer.
La historia no es el pasado, puede ser el presente como lo aseveraba el existencialista Sartre “el pasado puede modificarse” en la acción narrativa de la historia y el consabido que “la hacen los vencedores” es un hecho que no siempre es algo objetivo, la historia puede resignificarse, lo que se daba como un acto heroico de Colón al “descubrir América” no lo es tanto, es un reinvento de los hechos del conquistador que hoy se escribe y se asume de otra manera, la historia pues, en su vorágine imparable absuelve o condena según Fidel Castro, pero lo que es verdadero; es que es una asignatura de la cual todos debemos releerla con sumo cuidado por que mañana ya es una realidad curva que continúa, la historia afirmo, es inagotable e inacabable .
La historia es un vaivén de coyunturas y contextos que se mueven en un tornado de acontecimientos, de repente hace más grandes a hombres y mujeres que rubricarían su paso por el tramo que les tocó vivir en eso llamado “historia” ejemplo; el último de los estadistas mexicanos Adolfo López Mateos, ex director del instituto científico y Literario de Toluca; denostado por unos y querido por más, su figura se erige hoy en día por que fue quien apoyó a cuba para no ser expulsada de la OEA en la crisis de los misiles en 1962, se opuso al bloqueo económico, nacionalizó la industria eléctrica (tema coyuntural hoy en día), estableció los libros de texto gratuito y cimentó la cultura y la identidad de los mexicanos, hoy; el pasado lo retrotrae al presente y lo pervive y supervive.
Volviendo al caso chileno, hoy se vuelve a unir lo que salvador Allende dijo “Y les digo que tengo la certeza, que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser cegada definitivamente.”
Seguramente el presidente Bóric traerá al presente esas últimas palabras, con ella, la historia no se debe limitar al simple discurso de la repetición de hechos pasados, sino a la gran turbulencia que está presente en cada acción que individual o colectivamente, privada o públicamente ejerza el humano. Vivir la historia es re imaginaria, reconstruirla, adecuarla a los tiempos nuevos, y que los vencidos también tengan justicia.