Las publicaciones que ha dado a conocer Carlos Loret de Mola a través de su plataforma Latinus, no únicamente han demostrado lo que en ciertos círculos de la sociedad se ventilaba; la falsa imagen impoluta con la que se ha pretendido presentar el presidente de México, Andrés López Obrador, de la mano con lo que llama la cuarta transformación; las han confirmado.
A pesar de que, hasta el momento no existe una clara explicación al repentino enriquecimiento del hijo mayor del presidente, José Ramón López Beltrán, ni cómo obtuvo la fortuna de la que hoy goza y que le ha dado para vivir en una especie de paraíso en Houston, Texas, el mandatario intenta continuar con su discurso de siempre.
Independientemente de que, si el mencionado José Ramón López Beltrán es un connotado abogado y de pronto decidió trabajar para mantenerse de su profesión (importante recordar que hace tres años no sabía a qué se iba a dedicar), así como para darle la vida que acostumbraba su esposa Carolyn Adams, o de que ella sea la que lo mantiene. Aún hacen falta muchas explicaciones que tiene que ofrecer, aparte de las que creyó haber dado a través de un mensaje. Que, no está de más decirlo, de ella surgieron más preguntas que respuestas.
En Estados Unidos no es fácil ejercer la carrera de Abogado para un extranjero, eso debería saberlo el propio José Ramón, porque en aquel país revisan con mucho cuidado a quién le darán la autorización para ejercerla, pues se tienen que sortear varios candados. Por lo cual, parece que la propia supuesta explicación lo obliga a hacer varias aclaraciones, y más en el país vecino.
Pero no es en realidad lo que se desenmascara con lo publicado por Latinus y quienes hicieron la investigación en comunión con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, es, el descubrimiento de que el discurso de la austeridad franciscana no concuerda con el actuar de la familia del presidente.
¿Por qué si José Ramón es tan buen abogado no se fue a vivir a Venezuela con su esposa para ejercer la profesión? si lo puede hacer en EEUU, desde luego también podría ejercerla en el paraíso que tanto admiran en la 4t, más bien, es hipócrita recomendar un estilo de vida que dicen admirar, pero para los otros, no para sus aspiraciones personales.
Ese es el dolor que pudo haber hecho llorar al oriundo de Macuspana; se le ha caído el teatro y su bandera con la que se presentaba como un personaje sencillo y austero, que no empata con su forma de vivir, tanto de él, en un palacio, como la de sus hijos; uno, viviendo en un país capitalista y los otros a todo lujo, y disfrutando de las bondades que ofrece ser hijo del presidente.
Pero en realidad ese no es el problema, sólo es una parte. Como resultado de la encolerizada reacción y defensa arrebatada que ha hecho de su hijo, el tabasqueño, intentó centrar los reflectores en la persona de Carlos Loret al exigirle que diera a conocer cuánto gana y quien le paga (patético), parece no enterarse, pero con lo anterior se le ha ido el discurso de las manos, porque con su desmesurada actitud provocó una fuerte reacción de una buena parte de la sociedad.
La que se demostró con el hecho de que más de 64 mil personas participaron en un Twitter Space que se identificó como “todos somos Loret” y que se convirtió en récord mundial; condición que ha tratado de minimizar, como siempre, el presidente. Lo que empezó como el apoyo a Loret, pronto se convirtió en una clara defensa de la libertad de expresión. Sin embargo, lo que demuestra el presidente, es no tener ni idea de la importancia del acontecimiento.
Lo más importante, es que existe la sensación de que algo ha empezado a gestarse a partir de esa postura ciudadana. La sociedad civil se ha percatado que no está sola, porque se dieron cuenta que convergen en sentimientos y pensamientos con otros, pero se encontraban dispersas, manifestando de manera aislada su inconformidad con el gobierno que se ha dedicado a golpear a quienes considera adversarios, a enemistarse con todo el mundo, y a dividir a la sociedad. Sin olvidar que constantemente viola la Constitución.
En esta ocasión, no fueron las instituciones que han llamado a cuentas al presidente de la República, en cierta forma, han sido los propios ciudadanos que se encontraron de pronto ante una increíble ventana en la que pudieron darse cuenta de la fuerza que pueden representar unidos.
Lo anterior, motivó que cada vez sean más frecuentes esas reuniones, y aunque han recibido ataques para tirar sus encuentros, no se ha logrado desalentarlos; todo lo contrario, el descubrimiento del espacio en el que pueden expresar con libertad lo que piensan y sienten los ha animado a buscarlos con mayor frecuencia.
Esa manifestación motivada por la inconformidad, debería poner en alerta, no únicamente al gobierno que encabeza López, sino al sistema de partidos. Porque es una condición que, ante los embates del presidente y la indiferencia de la oposición, la sociedad adquiere fuerza, y lo sabe.
El pecado, de quien debería aparecer como oposición, y que no lo hace por diferentes razones, deja un espacio en el que la sociedad, por principio, siente una fuerte orfandad, pero, por otra, descubre algo distinto y mejor; descubre que puede construir un verdadero cambio, y no la fantasía de la transformación que presume hoy el gobierno federal y los suyos. Porque una verdadera transformación, la genera la sociedad.
Con base en lo anterior es de observarse que existe un reclamo constante para considerar las inquietudes de la sociedad en la agenda, como el de la selección de candidatos. Al involucrarse exigirá se propongan personas honorables, de respeto, con conocimientos probados, dejando el amiguismo y los compromisos de lado. Caso contrario exploran la idea de proponer una iniciativa para que el voto blanco o nulo, les dé el poder para que, con un importante porcentaje, obligue a nuevas elecciones con candidatos distintos. Si eso hubiese sucedido en el 2018, ni López Obrador, ni Anaya, ni Meade, o el Bronco habrían ganado probablemente, y de haberse anulado el voto bajo las condiciones mencionadas, los partidos se habrían visto obligados a cambiar de candidato y hoy, tal vez, no estaría López Obrador en Palacio Nacional.
La sociedad se empodera, y puede cambiar muchas cosas.