Los “mercados” (saqueadores y especuladores, principalmente) han deslizado algo más que una justificada preocupación ante el eventual desplazamiento de su doctrina neoliberal si su candidato ultraconservador, José Antonio Meade Kuribreña, resulta derrotado en la contienda presidencial frente al supuesto candidato de la izquierda, Andrés Manuel Lopez Obrador.
Los mal llamados “inversores”, a través de sus gurús en la revista estadounidense “Times” y el rotativo británico “Financial Times”, han lanzado la advertencia de que el tabasqueño es un riesgo de inversiones para México, pero del otro apelan a la “formidable maquinaria electoral” para que su candidato se muestre imparable y gane la contienda.
“Roma locuta, causa finita”… y no hay nada más que decir, pues hasta los decires de brujos y brujas locales anticipando la victoria del candidato de esa “maquinaria” no es otra cosa que parte del folclor mediático de cada proceso electoral.
De un lado, si bien entre los panegiristas del Ogro Salvaje neoliberal el mundo real casi siempre resulta un “caso especial”, el alud de aumentos debido a implacables gasolinazos, gasazos, tortillazos, huevazos, y otros indecibles pero contundentes “azos” sobre el cráneo de los precarios asalariados e indigentes, está detrás de ese apanicamiento pasado como “advertencia” de riesgo de inversiones, más por parte del capital especulativo que del productivo, como consta en los datos oficiales.
Además, es parte de la misma tonada de los últimos 36 años: si pierde el neoliberalismo lo que viene es algo más que una simple reseña apocalíptica: devaluaciones, inflación, fuga de capital golondrino, cierre de empresas, más hambre y miseria y, en suma, todas las plagas bíblicas en una elección (justamente lo que ha venido sucediendo).
En este caso, quien asegure que la repetición no convierte una mentira en verdad tendrá que revisar casi cuatro décadas con ese tipo de amagos en los que, siguiendo a Galbraith, incluso personajes que fallaron en todo (economía, seguridad, educación, etc) aseguraron su lugar en el panteón de los inmortales a punta de “errores” espectaculares.
Como ejemplo de ello, baste citar el “diciembrazo” Salinas-Zedillo de 1994 (tan redituable para estafadores y rentistas especuladores más de dos décadas después) como ahora la “reforma energética” que impulsaron Enrique Peña Nieto, Enrique Ochoa Reza y, claro, José Antonio Meade, con la complicidad del panista Ricardo Anaya, clara estampa de la política no de mercado, sino de mercadeo, ahí donde la demanda se transforma en oferta (sucedió en el Estado de México).
Vistas las “advertencias” realizadas desde el exterior, es creíble que ninguno de los políticos citados sea el “padre del gasolinazo” (si acaso, y sólo por mero protocolo oficial, pasarían como “padrastros”), ni que sean los autores de las “reformas estructurales” neoliberales que convirtieron al país en un enorme casino especulativo, en un edén para evasores de impuestos, en un oasis de mano de obra barata sin prestaciones, reducto de menesterosos en comedores populares y más de 56 millones de pobres como enorme reserva electoral.
En este sentido, la “formidable maquinaria electoral” para favorecer a José Antonio Meade, sí que es un anuncio (más que una advertencia) que no se debe ignorar pues lo que se está anticipando es un abierto “haiga sido como haiga sido” (del verbo “haigar”, claro) mediante el vetusto recetario que facilita conseguir el voto de los pobres con el financiamiento de los ricos, pero ya sin la promesa de proteger a unos de los otros porque sale sobrando.
Se hable de lo que se hable, se está hablando de dinero, de acumulación por la acumulación, no de democracia, no del convenenciero estado de Derecho y del respeto a la ley. No.
El “aviso” tiene sus antecedentes en casos como el de Odebrecht, los desvíos millonariamente impunes de César Duarte, ex gobernador de Chihuahua, las tarjetas Monex y otros lubricantes para la citada “maquinaria”, hechos “invisibles” para eso que se denomina “árbitro electoral”.
En otras palabras, lo que se está horneando es un “azo”, con otro “azo” como tolete preventivo, neoliberalmente calculado y avalado por la Ley de Seguridad Interior, esto por si la “maquinaria” es víctima de “gasolinazos”, la renuencia o rebelión de su potencial clientela y, total, de un impecable “azo” electoral (“un dieciochazo”, se diría… por el año que corre).