“…unidos para defender nuestra casa de las libertades,
del pensamiento, de reunión, de expresión
y la más cara: ¡la autonomía universitaria!”
Javier Barros Sierra, Rector UNAM, 1968
Las instituciones de educación e investigación y los organismos autónomos están bajo fuego. El Ejecutivo ha emprendido su ataque, uno tras otro, contra ellas: primero el CONACYT, después el CIDE, el Colegio de México y, ahora, con toda la fuerza del púlpito mañanero, contra la UNAM.
Les bajó el presupuesto, en la UNAM, fue del seis por ciento y once universidades autónomas estatales se declararon en quiebra financiera. Se vienen imponiendo autoridades, y otras están por hacerlo; se están modificando planes de estudio de la educación básica con una visión ideológica propia de la 4T.
Se ha creado un ambiente hostil hacia estas instituciones. En diciembre de 2018 el presidente López Obrador presentó un proyecto de modificación al artículo tercero constitucional a fin de eliminar la Fracción VII de la autonomía universitaria; durante 2019 y 2020 se impulsó en varios congresos estatales modificaciones a las leyes orgánicas de las universidades estatales; en 2020 Morena propuso modificar la Ley Orgánica de la UNAM para que el rector y los cuerpos directivos de las facultades fueran elegidos por asambleas universitarias no por el Consejo Universitario.
Los planes de estudio de la educación básica se están modificando con una visión ideológica 4T, a fin de formar a niños y jóvenes en los principios y valores de este movimiento, contrarios al proyecto de país plasmado en la constitución y a la realidad y futuro del planeta.
En esta lógica, investigadores, científicos, universitarios, y educadores que no coincidan con el “proyecto 4T” estorban, se les restringe el presupuesto, se les ataca, se les estigmatiza, se intenta doblarlos y así la integración de las nuevas generaciones al mundo global moderno se imposibilita. Nos quedamos aislados.
Para el régimen, el conocimiento pasa a segundo término, los extremistas dejan de deliberar en los centros de estudios, los grupos disidentes son marginados, así como los escritores y otros intelectuales que no coinciden con el régimen. Ocurrió con los nazis, en el estalinismo y más recientemente en Cuba.