Miedo a que te asalten, a que te secuestren, a que tú o los tuyos terminen de alguna forma en manos de los criminales. Miedo de no pagar impuestos y que Hacienda te encarcele. ¡Miedo a morir y pánico a seguir viviendo así!
No hay forma de defenderse, no hay precauciones que funcionen. Al final los delincuentes llevan la delantera. Si tienes los recursos para pagar medidas de seguridad, de todas formas sufres, porque aun las casas o negocios más seguros han sido asaltados. Hay colonias enteras en las que los establecimientos comerciales están tras las rejas.
No puedes portar un arma, porque si te defiendes, sea como sea, aun cuando tengas permiso –trámite con el que muy pocas personas cuentan– de todas formas vas a la cárcel. Estamos en la indefensión plena. La sociedad tiene miedo y los linchamientos son muestra del hartazgo social, culpables o no, los nueve linchados de la actual administración dan cuenta de ello, los 12 intentos son muestra de que ya no soportamos más.
El rechazo generalizado hacia las instituciones de seguridad es una constante por la colusión –que ha sido demostrada– con los criminales, tan palpable como la animadversión a pagar impuestos, porque te sientes robado, sabes que no se destinan para lo que te los cobran. El miedo nos envuelve y este es un tema que las autoridades no han podido resolver. El problema es que va más allá de un sentimiento momentáneo, desgraciadamente se ha vuelto una constante que nos lleva a la desesperanza.
No tenemos la fe de que las cosas mejoren. No creemos en ningún partido y la gente está harta de los políticos y de los funcionarios que dirigen las instituciones, donde muchos han demostrado que son un fiasco.
En los procesos electorales, lo primero que te prometen los candidatos es seguridad. Todos presumen que los gobiernos encabezados por sus partidos logran la disminución de delitos, incluso hasta cifras dan.
No puedo estar cierta que alguno de ellos haya pasado por un trago amargo. Al final, la mayoría está rodeado de escoltas, o tienen la más alta tecnología para protegerse de la delincuencia. Pero el grueso de la población no tiene acceso a todas esas medidas. Tiene que seguir viviendo y protegiéndose como pueda.
Pero ni eso detiene a los delincuentes. Encuentran formas, decenas de maneras de robar. Pero no sólo se llevan lo material, matan, violan y, lo peor, acaban con tu tranquilidad de por vida.
¿Hasta cuándo? Lo único que nos queda es la organización ciudadana, que es arma de dos filos ante el riesgo de aplicar la Ley del Talión. Este domingo, policías estatales fueron avisados de un asalto en un restaurante… lamentablemente, no movieron un dedo. ¿Y nos piden creer?