El Movimiento de Regeneración Nacional se enfrentó por primera ocasión, desde que nació en aquel lejano-cercano 2 de octubre de 2011, como movimiento político y posteriormente, desde el 9 de julio de 2014, como partido político. Andrés Manuel López Obrador se autoproclamó presidente del Consejo Nacional y designó a Martí Batres como presidente del Comité Ejecutivo Nacional.
Desde entonces pasaron siete años y en Morena no habían realizado una elección que incluyera a los órganos distritales, estatales y al nacional. Este fin de semana inició por fin la ruta para ordenar sus órganos de dirección con miras a los procesos electorales del año entrante, cuando se elegirá a titulares del Poder Ejecutivo en Coahuila y el Estado de México, y al próximo presidente de la República en 2024.
El proceso ha sido muy complicado porque hay muchos intereses en juego, sobre todo en las entidades donde habrá elecciones, pero primero deberán elegir a 3 mil coordinadores distritales, que serán los encargados de definir los cargos estatales y el nacional.
Este proceso ha recibido denuncias de exclusión por parte de algunos militantes críticos, como el senador Ricardo Monreal y el consejero nacional mexiquense, Emilio Ulloa Pérez, quien presentó una denuncia ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Al Movimiento de Regeneración Nacional le sigue pesando la sombra de un oscuro proceso anulado en 2019 por falta de un padrón confiable, marginación de militantes e incluso violencia en algunas comunidades, situación que, como espejo, se está reflejando en esta elección.
Porque tampoco cuenta con una lista confiable de militantes, al grado que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le permitió realizar afiliaciones al vapor el fin de semana, previo a las elecciones. Los interesados sólo debían presentar copia de su credencial de elector y llenar un formato que podían descargar de la página oficial del partido, así de sencillo.
Hubo incendio de urnas en Chiapas y Oaxaca y denuncias de robo de boletas en varias entidades y hasta una diputada local detenida en Veracruz. Pero con todo no se llegó a los límites de 2019, aunque es evidente que el actual proceso está marcado y determinado por el otro.
Hay que entender que estas elecciones internas son importantes porque definirán el equilibrio de fuerzas de los aspirantes a la candidatura por la presidencia de la República, los mal llamados “corcholatas”, enfrascados desde el año pasado en una batalla interna que salió ya de las oficinas del partido a la calle.
Se entiende que el aspirante que logre colocar más delegados distritales tendrá mayor control en el manejo de las encuestas que se aplicarán el próximo año, por eso ganar los distritales se ha convertido en una obsesión para los aspirantes.
Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, considerados como las “corcholatas” externas del proceso, no se han cansado de expresar el favoritismo oficial tanto desde el Palacio Nacional como desde las oficinas de Mario Delgado, hacia la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
Es interesante que hasta priistas, perredistas y panistas pudieron haber participado, de haberlo querido, en las elecciones de Morena y por eso las suspicacias de Monreal y Ebrard.
Por el bien del partido y del propio desarrollo político y democrático de México, es de esperar que este proceso llegue a buen puerto, para que Morena pueda convertirse al fin en un partido con rostro y apellido, lejos de la organización caudillista que ha sido hasta el momento.