Falta mucho tiempo para entrar a la fase en la que varias cosas se aclaren o se coloquen en su justa dimensión. Por ahora, la principal noticia acerca de la elección para ocupar la presidencia de México gira alrededor de los resultados que arrojan las intenciones de voto que cada uno de los contendientes reporta. Ese juego de cifras forma parte del proceso electoral, pero únicamente sirve como insumo para la primorosa especulación.
Los estudios de opinión están considerando a algunas personalidades que podrían ser candidatos o candidata, pero todavía faltan episodios por escribir. Uno o dos de ellos, simple y llanamente podrían quedar fuera y consecuentemente no estar en las boletas el próximo 1º de julio. Con ello, adiós a todo aquello que se garrapateó. Pero hay gente a la que le encanta divertirse haciendo escenarios o tal vez tiene esa rara vocación de fallido profeta.
Los anuncios políticos (spots) que estamos viendo o escuchando en medios electrónicos y digitales están en su primera etapa. Veremos mucho más. Propuestas, ataques, descalificaciones, ofertas o promesas que –independientemente de su factibilidad o viabilidad—estarán dirigidas esencialmente a los votantes de primera vez, así como a la ciudadanía indecisa. También habrá otro tipo de mensajes y reelaboraciones para las redes sociales. En ese mundo virtual, dinámico y generador de “viralidad” comunicativa viajarán memes y videos de distinto calado, creatividad, candidez o acidez.
Si hoy vemos a candidatos abanderados maritalmente por el PAN y el PRD no es que tal matrimonio coyuntural obedezca a un tipo de alianza entre cierta ideología de derecha trenzada con otra de izquierda.
Desde aquel mes de noviembre de 1989, el corto siglo XX llegó a su fin. El modelo socialista se fue por la cañería y eso quedó simbólicamente representado con la caída del Muro de Berlín. Adiós a la corriente de izquierda. Este mundo cabalga en un solo modelo económico.
Las ideologías extraviaron sus cuerpos y sus fronteras se borraron; en realidad queda poco espacio para las llamadas visiones o posiciones de izquierda, derecha o de la línea dura de en medio. Ahora lo que impera con más fuerza es la deidad del dinero y del ejercicio del poder desde la cúspide; claro, conviene agregar que todo lo hacemos porque felizmente vivimos en la democracia. Eso le da un toque muy especial, casi como platillo de buen gourmet con estrellas Michelin.
Desde aquel corto siglo XX, las ideologías y los principios que sustentan las posiciones partidistas se pueden arreglar con pactos, acuerdos, estrategias, coaliciones o alianzas, siempre que sea “por el bien de México”. Los medios no importan, únicamente los fines o los resultados.
Habría que recordar lo que un día escribió José Luis Trueba en uno de sus agudos libros titulado: “La tiranía de la estupidez. Los otros rostros del Siglo XXI”. El autor apuntó que la democracia avanza cuando la mayoría de las personas comunes y corrientes pueden participar directamente en la construcción y desarrollo de la agenda pública y no sólo a través del voto.
¿Qué es lo que ahora importa? Ganar la elección presidencial. ¿Luego? ¡Ya veremos!