En el marco del mes de marzo y sobre las distintas manifestaciones expresadas alrededor de este tema me dirijo con sensibilidad, solidaridad, sororidad y respeto a las mujeres todas porque como lo expresó la ganadora del premio nobel de la paz, Elie Wiesel: “Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo”.
Para dignificar los derechos de las mujeres tienen que delinearse acciones en torno a la perspectiva de género y la promoción, protección y defensa del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, estando conscientes de que no es una tarea que solo corresponde a las autoridades sino a todas y todos quienes componemos el tejido social.
Debemos centrarnos en la razón del hartazgo que expresan los movimientos feministas y muchos otros sectores de la sociedad; a detener la impunidad en los delitos relacionados con la violencia de género; a escuchar a las mujeres, atender sus demandas y atender a las víctimas.
Reitero que la situación de la violencia de género en el Estado requiere la acción integral, profesional y a fondo, de todos y cada uno de los integrantes de la sociedad, no se diga de las dependencias de gobierno, instituciones y organizaciones civiles.
Comparto la indignación de las manifestantes; la situación que impera en el país en este tema es un enérgico llamado para que haya paz, libertad y justicia. Que el mes de marzo sea una grandiosa oportunidad para trabajar con toda seriedad a fin de erradicar estereotipos y creencias erróneas que conducen a la violencia hacia las mujeres de todas las edades, y que la normalizan al grado de generar indiferencia e indolencia.
Recordemos que la violencia arrasa no solo a las mujeres; sus orígenes están en la discriminación, la intolerancia, el clasismo, el egoísmo...; afecta a niñas y niños, a jóvenes, mujeres, personas adultas mayores, con discapacidad y a la comunidad LGBTTIQ, tanto como a las personas migrantes.
Lo he dicho en reiteradas ocasiones: las actividades del movimiento feminista son un grito de desesperación ante la indolencia y la inacción para hallar justicia, reparación de daños y apoyo en general, para recuperar la paz personal, de familia y como comunidades.
Centremos los esfuerzos en lo importante: urge resolver de forma integral la violencia que azota a nuestra sociedad, hay que recuperar el sentido de la vida, el sentido del valor de la vida humana y de la dignidad de las personas.
No podemos cerrar los ojos a los problemas que nos aquejan. Hay que trabajar y sumar esfuerzos para que ese ideal de justicia, respeto y solidaridad sean una realidad cotidiana.
Como bien lo ha señalado Naciones Unidas: “prevenir y afrontar la violencia contra las mujeres no es un acto caritativo. Se trata de una obligación jurídica y moral” que exige la convergencia de la sociedad toda.
No a la criminalización de las manifestantes.
No a la persecución de quienes defienden los derechos humanos de las manifestantes.
No a la revictimización.
Sí al diálogo, a la reconciliación y a la paz.