Las condiciones de seguridad por las que atraviesa el país afectan irremediablemente al vecino del norte, no es que anteriormente no haya ocurrido de esta forma, pero ahora, se ha recrudecido el tema porque en México no se está haciendo lo suficiente como para controlar a los grupos de la delincuencia organizada, principalmente.
No debería sorprender a nadie el hecho de que en el país localizado al norte del Río Bravo, se haya intensificado la exigencia de varios actores políticos por declarar a los cárteles mexicanos como “grupos terroristas”, lo que debería preocupar, y en serio, al gobierno mexicano, no obstante, parece que éste, lejos de atender el problema como debería, se coloca en una posición más que provocadora.
El fracaso de los “abrazos y no balazos” ha consolidado el poder de esos grupos, lo que ha ocasionado un deterioro en las relaciones que, inevitable, van en aumento. Cada día que pasa sin que se haga nada coherente por solucionar el conflicto, atizan los reclamos respecto de la vulnerabilidad que les representa la frontera sur de ellos, y norte de México, ello, ha motivado que los desencuentros se intensifiquen, en particular, por parte de los gobernadores fronterizos.
Mientras tanto, el mandatario mexicano Andrés López Obrador, además de calificar como “politiquería” el tema, trata de minimizarlo, pues se encuentra más ocupado en su acercamiento a las dictaduras latino americanas, con quienes ha estrechado lazos más allá de la amistad o del apoyo histórico que nuestro país les ha brindado, a pesar de que constantemente esos países, como Cuba, Nicaragua o Venezuela, son señalados de someter a sus ciudadanos. En contraste con los estadounidenses, el coqueteo que les muestra el presidente López a los impresentables líderes del sur no puede dejar duda que algo anda mal.
El empeño que tendría que destinar el presidente para mejor causa y en beneficio del pueblo de México, lo dirige con pasión hacia sus “amigos” los dictadores, lo que hace pensar que el tabasqueño en verdad habita en un mundo paralelo al que enfrenta la humanidad entera, hace a un lado los derechos humanos de los pueblos que evidentemente sufren los embates de sus gobiernos, a los que incluso, alaba como si fueran un ejemplo mundial.
Cada vez es más complicado aceptar que el gobierno mexicano busca más cercanía con esos países que representan un alto grado de autoritarismo y descomposición en agravio de su gente; arrastrando serias acusaciones de violaciones a los derechos fundamentales, mientras el país, se aleja del principal socio que tiene, pero que, independientemente de ello, muy cómodo, se apoya en las remesas de los millones de mexicanos que habitan en Estados Unidos, como si fuera logro propio.
A decir verdad, México tiene mucho más que ver en su relación con los estadounidenses, que con los sudamericanos, y no se trata de clasismos, racismos, o algo parecido, se trata, de los intereses comerciales, de la buena vecindad y del futuro del país.
Pero al presidente López Obrador no le interesa cuidar esa relación, lo ha demostrado de mil formas posibles, indiferente al reclamo de seguridad, se monta en su macho con su supuesta estrategia, la cual ha mostrado que no ha mejorado nada en absoluto; a cuatro años de gobierno del tabasqueño, lo más cómodo para él, es seguir culpando a gobiernos anteriores, sin prestar atención que el pésimo trabajo en esta materia, ya es de su autoría.
La idea de López es combatir por medio de palabras al crimen, evidentemente no funciona, por lo que es de esperarse que lo peor está por venir. El desafortunado asunto que colocó al país en el ojo del huracán, respecto de los cuatro estadounidenses agredidos en Matamoros, Tamaulipas, acelerará las cosas para empeorarlas, la flamante secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, que evidentemente carece de experiencia y conocimiento en el terreno tan delicado de su encargo, se ha visto comprometida en colocarse en una posición de la que no sabe ni qué hacer, o cómo comportarse.
Los ciudadanos secuestrados fueron localizados, dos de ellos muertos, y uno herido, como lo dio a conocer el gobernador de Tamaulipas, Américo Villareal, que, sin embargo, las cosas inician un terrorífico recorrido; al intervenir el FBI anteponiendo una recompensa de 50 mil dólares para conocer el paradero de sus nacionales y de los presuntos responsables, debe poner en máxima alerta al país por las condiciones con las que analiza el tema el gobierno estadounidense.
El embajador Ken Salazar, quien en su momento fue increpado por la cercanía que ha mostrado con el presidente López, por enésima ocasión, tuvo que acudir a Palacio Nacional para platicar durante una hora con el tabasqueño, ¿qué habrán tratado?, no lo dijo, y no lo hará el presidente mexicano.
Pero es importante entender que para ellos es de suma importancia proteger a sus ciudadanos en cualquier parte del mundo que se encuentren, eso se ha visto desde siempre, y no puede ser la excepción la búsqueda y localización que se realizó en México. Por cierto, el presidente no atina a comportarse como jefe de estado; en cadena nacional, el gobernador tamaulipeco le reportó los pormenores de dicho asunto con el micrófono abierto, ¿qué necesidad?.
No es cosa menor, las reacciones no se han dejado esperar, y habrá aún más. Los congresistas y clase política de EU, que de por sí han insistido en la necesidad que su gobierno apriete al mexicano por tantos desencuentros acumulados, el de la seguridad, se impone por ser de mayor urgencia. ¿Se entenderá acá?
¿A dónde llevará todo lo que suceda en adelante?, es una pregunta que de a poco se irá respondiendo por sí sola, solo es cuestión de tiempo, pero las condiciones cambiarán sustancialmente, mientras tanto, el gobierno lopezobradorista tendrá que enfrentar todos los desatinos que ha cometido con el Tío Sam.