Lo que pasó con la alumna de secundaria de Teotihuacán, Norma Lizbeth es algo común.
Le recomiendo que en este momento deje de leer y vaya a cualquier plataforma de video, la que usted guste y revise las visualizaciones de las peleas a fuera de las escuelas, ya sea entre adolescentes, jóvenes o incluso maestros contra estudiantes. Rebasan los millares.
Claro, antes de comenzar a verlo, la plataforma de video indica que es algo que podría herir la sensibilidad de algunas personas, que si aun así deseas continuar.
Me pregunto si es sarcasmo. Estamos ante una situación que muestra indolencia, pero no es a partir de la muerte de Norma. Si no me cree, busque de nuevo y verá el número enorme de casos de adolescentes lesionados por esta situación.
El bullying ha crecido no solo dentro de las aulas, también fuera de ellas. Mientras veo algunas imágenes de esas peleas escolares, veo a mucha gente, a muchos jóvenes vitoreando y alentando a los que pelean.
No podemos irnos solo a las cifras que ya son alarmantes. Aunque es necesario mencionar que de acuerdo al Primer Informe Mundial de estadísticas de acoso escolar realizado por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, nuestro país ha tenido un aumento exponencial en los últimos cuatro años, son 180.000 casos de ciberbullying y bullying.
Es decir, no solo fue el COVID, la violencia escolar es otra pandemia que viene de más atrás. Este fenómeno social denota causas que deberían asustarnos por su simpleza y obviamente por su gravedad.
Hace ya un tiempo filmar la violencia no sólo es de personas que tienen problemas mentales; se ha vuelto una práctica normal. Nuestro celular es nuestro ojo burlón, el que debe tener la mejor imagen, el mejor momento donde alguien es lastimado. Es decir, no me interesa lo que le está pasando al otro, sino que lo grabe con claridad y lo vuelva viral.
Por otro lado, los que pelean son como siempre esas marionetas arrojadas a este enorme circo romano que exige sangre y tragedia.
Aventados o enojados, llevan su rabia para que los demás disfruten el perverso espectáculo.
El trasfondo de tanta violencia es la falta de dinero, los problemas familiares, la violencia en casa, ya sea verbal o física, la frustración por no lograr lo que las redes dictan.
Morirán más, desgraciadamente creo que es posible. Llegarán a los titulares adolescentes que no saben cómo es que llegaron ahí y el mundo los juzgará, porque así son las redes, una boca gigante que escupe improperios, maldiciones y clama justicia, sin realmente interesarse por ella.
Mi pregunta es ¿el castigo soluciona este problema social? O simplemente es otra forma de calmar la furia contenida de una sociedad que está molesta, frustrada, violenta.
El futuro de México está grabando el dolor ajeno, porque siempre es mejor observarlo que tenerlo. Parece que ver sufrir a otros nos hace bien. Y ese es el verdadero problema, un problema triste y realmente preocupante.
