Mística, pasión, fútbol, poesía, tango, asado, fernet, milonga, River, Boca. Argentina es una conjugación de todos esos términos, en la bandera albiceleste cabe y se multiplica esa sensibilidad artística que va más allá de la pelota: su pasión, no entiende de razones, genera sentimientos, motiva, pero también estimula el orgullo que significa ser argentino, porque como dijo Maradona: ser argentino es lo más grande que existe.
Hay escenarios importantes que imponen por su sola presencia y luego está el estadio Monumental de River Plate, un desafío extraordinario para el deportista y para el público que asiste a dicho escenario. Da la sensación de que ahí todo es grande: la pelota, la camiseta, el césped, la cancha, todo. Ahí se coronó Argentina por primera vez en su historia en el mundial de 1978 con una soberbia actuación de Mario Kempes. Se dice que la dictadura de Videla jugó un papel importante donde la presión social y política era considerable. Es justo ahí, donde el argentino convierte la desgracia en aliciente, donde la desventura se vuelve pertenencia, donde la adversidad se vuelve una virtud. Malvinas fue un hecho contradictorio para el pueblo albiceleste, por un lado significó la peor desgracia para miles de jóvenes que el general Galtieri mandó a morir a su suerte, pero por el otro constituye un fenómeno social extraordinario que une a toda la sociedad argentina.
Si Maradona en el 86 lo utilizó como estandarte para marcarle dos anotaciones icónicas a los ingleses. La selección argentina con el genio de Rosario la utilizó como un estímulo para lograr ser campeones del mundo, el desierto de Qatar parecía la 9 de julio, daba la sensación de que el barrio de Palermo, Núñez o la Boca se habían trasladado al Medio Oriente pues era una constante escuchar el cántico popular que con mucha pasión pero sobre todo con mucho sentimiento se cantaba: “En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…”.
El fútbol es un componente fundamental de los países, es el deporte más justo de todo el mundo, lo mismo se juega en Europa que en Sudamérica, lo mismo se apasiona un inglés que un uruguayo, lo mismo sucede en Italia que en Brasil, es un juego que tiene que ver con el amor y que pertenece a la gente, porque de ella nace.
Eso advertí cuando surgió la idea de publicar en 2015 el libro: “Argentinos en Toluca” en colaboración con mi amigo Guillermo Garduño que precisamente habla sobre el gran arraigo que tiene el pueblo argentino en México, el cual tiene su origen en el exilio que dio vida al término “argenmex”. Una comunidad de pensadores, intelectuales, académicos y políticos que vinieron a formarse en nuestro país.
Ello nos debe poner a reflexionar no solamente lo relacionado al fútbol mexicano, porque Argentina va más allá de eso, la pelota se convierte en un medio para reafirmar su sentido de pertenencia, su nacionalismo bien entendido, ese donde se alienta como primera disposición y que está construido de muchas identidades porque Argentina está constituido de flujos migratorios porque como escribió el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz: “Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos”.
Debemos aprender de ellos, de su naturaleza, de ese orgullo, de esa picardía, de ese amor tan propio que surge de la adversidad y que no solo sea palpable en septiembre con el nacimiento del mes patrio. Argentina es más que 3 copas del mundo, va más allá de Di Stéfano, Kempes, Passarella, Maradona o Messi. Es una sociedad que ve en su personalidad una virtud, un pueblo que ve en la desgracia un aliciente, una sociedad que ve en la pelota, la poesía, la música o la literatura su medio de comunicación, ser argentino es un sentimiento, un país que ve en el orgullo un modo de entender e interpretar la vida.