Durante mucho tiempo se ha sospechado que el gobierno, a través de los diferentes mecanismos con los que dispone, que supuestamente podrían utilizarse para combatir a la delincuencia, o para la seguridad nacional, con ellos secretamente se realizan trabajos de espionaje y no están dirigidos precisamente a salvaguardar al país, sino mantener a los enemigos, adversarios e incómodos bajo vigilancia.
El hackeo que irrumpió la seguridad del ejército mexicano por parte de los activistas de Guacamaya, sacaron a la luz pública documentos clasificados de esa dependencia. El inesperado ataque, logró penetrar en lo más recóndito del secreto nacional; México no fue el único que sufrió el embate perpetrado por el grupo de activistas.
Sin embargo, a diferencia de otras naciones, en México parece muy complicado que “alguien” pague por los platos rotos. Fue el propio presidente Andrés López Obrador quien a finales del año próximo pasado descartó investigaciones y sanciones al declarar que no es partidario “la gente sanciona y no les gusta esas cosas”, menos aún si de sus consentidos se trata.
El ciberataque, poco a poco ha dado a conocer muchas de las cosas que permanecían ocultas hasta antes de la intromisión de los activistas, y fue, gracias a ese hackeo, que se lograron descubrir muchos de los secretos que celosamente resguardaban los de verde olivo.
Gran parte de ellos, dese luego tienen que ver con las actividades del presidente, pero no son las únicas, muchas otras dejan en suspenso el tema, que dará para mucho más; llama la atención conocer hasta dónde se podrá descubrir y qué es lo que se logrará descubrir, agolpándose el natural interés entre la curiosidad y la ansiedad por enterarse del alcance que tuvo esa actividad.
Al darse a conocer la intrusión, en un principio, el tabasqueño no le dio mayor importancia al evento, quiso minimizarlo, como es su costumbre, sobre todo, por asuntos de los que no tiene la menor idea de cómo enfrentarlos o, al menos, entenderles aunque sea un poquito, pero, con su típica sonrisa ironizó, que ni era para tanto, ya que, presumió, lo más importante era lo de su estado de salud y que esa información ya era del dominio público.
Mentira, todo lo que de alguna manera tiene que ver con la salud del presidente es secreto, aunque, desafortunadamente no es lo único, este gobierno se ha caracterizado por ser de los más opacos si del tema de la transparencia se trata, puede ser esa la razón por la que pretende dejar inoperante al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI)
De hecho, la información de la salud del presidente, la de su hijo José Ramón López Beltrán, así como la del súper médico, analista, poeta, séptima maravilla del mundo y científico, Hugo López Gatell, entre otros, a pesar de haberla solicitado, no se dio a conocer, ni por equivocación. De hecho, López Gatell ofendido declaró que se trataba de algo privado.
López Gatell dejó sin respuesta al reportero que lo interrogó respecto del tratamiento que utilizó para combatir al Covid-19, se negó a decirlo, ahora se sabe que fue el uso de un medicamento que pudo haber salvado muchas vidas de mexicanos que padecieron los estragos de la pandemia, y a los que se les negó tratamiento y camas.
Los testimonios de diferentes medios de comunicación dieron cuenta que fueron muchos los enfermos que, al no encontrar espacio en hospitales, regresaron a sus domicilios por indicaciones de las autoridades de salud, en donde finalmente encontraron la muerte, solos, abandonados por el gobierno, sin la medicina, sin camas de hospital o ventiladores, y con un dolor punzante, fueron acogidos únicamente por sus familiares y amigos.
Fueron muchos miles de muertos los que, de acuerdo al INEGI resultaron de una simple ecuación de exceso de mortandad durante la emergencia por Covid-19, México 2020-2022, según método de estimación de las defunciones esperadas, y las atípicas, que se presume fue debido a la pandemia, no hay más, mientras que el gobierno jugó con las vacunas, jugó con el medicamento y alguno quiso vender los ventiladores que tanta falta hacían a precio de oro, por el otro lado, el pueblo sufría del abandono del gobierno.
Por cuanto al espionaje, prácticamente el presidente soltó la sopa en una de sus mañaneras cuando al preguntarle sobre Pegasus, éste respondió que existen otros sistemas, que esa es una marca, y que lo que se hace en el gobierno es investigación que se realiza con términos de inteligencia, se puso el pie para el tema de espiar a oponentes, defensores de derechos humanos y periodistas, llámelo como le llame, el hecho es el mismo, sin darse cuenta, tal vez, que con eso confesaba erróneamente una actividad ilegal.
Al principio del sexenio, y cuando las mañaneras empezaban como algo novedoso, lo señalé en una entrega anterior que esa práctica era riesgosa, por mucho que se sintiera muy capaz el presidente para maniobrar y evitar preguntas y dar respuestas incómodas, acabarían por hundirlo, el tiempo da la razón, son varias las ocasiones en las que el presidente ha cometido serios errores cuando al hablar de más intenta pasarse de listo.
El espionaje es una realidad, ilegal.