La alternancia alcanzó al Estado de México. A partir del 16 de septiembre se instaló en el gobierno mexiquense un partido distinto al hegemónico Partido Revolucionario Institucional; ahora lo será Morena, con la llegada de la nueva gobernadora Delfina Gómez Álvarez, a quien corresponde enfrentar los retos que presenta la entidad más poblada del país.
No es cosa menor, y no es únicamente porque se trate del centro logístico más complicado de México; la entidad mexiquense comparte diversos desafíos con la Ciudad de México, a la que materialmente abraza. Es la zona metropolitana más conflictiva del país, por ese motivo es que las buenas relaciones entre ambas entidades son más valiosas.
Uno de los grandes problemas a resolver es el que se refiere al agua, la que, a pesar de las diferencias ideológicas y partidistas, los gobiernos de los involucrados han llegado a acuerdos importantes, aunque, a decir de varios expertos, el tema pronto tomará gran relevancia.
También está el de la basura, en algún momento representó un conflicto que, de no haberse atendido a tiempo, pudo crecer a gran escala. Lo mismo sucede con la seguridad; los delincuentes le habían tomado la medida a las diferencias naturales entre gobiernos, pasándose de una a otra entidad sin la preocupación de que los cuerpos de seguridad se atrevieran a seguirlos. O, qué decir de la movilidad, los secretarios tuvieron que dejar puntos de vista discordes para poder coincidir, como también los del medio ambiente. En fin, existen un sinnúmero de dificultades esperando por soluciones urgentes.
El año próximo se elige al nuevo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, aunque puede esperarse que sea Morena la que continúe al frente, pero los ciudadanos tendrán la última palabra; en el 2021 lo dejaron en claro, no hay nada escrito. Aunque si se elige a alguien de un color diferente al marrón, podría haber enfrentamientos que terminarían por perjudicar al pueblo.
Por otro lado, la diversidad del territorio del Estado de México, como de la población, es tan amplia como sus costumbres y formas de gobierno. Aunque también es una fuente de recursos importante que no puede pasarse por alto, menos por cuanto a lo que representa en el terreno político con miras a la elección más importante de los últimos tiempos.
Alfredo del Mazo Maza deja al Estado de México en no mejores condiciones de cómo lo encontró. Si bien a su llegada fue recibido por un temblor que sacudió al país, particularmente al Estado, pues causó graves daños estructurales a diversas edificaciones del gobierno y de particulares, la respuesta no fue la mejor. Después, no había aún tomado respiro cuando hizo su aparición la pandemia en tierra azteca, la que hizo confrontar los retos de supervivencia a los gobiernos federal, estatal y municipal.
Para muchos, se presentaba una gran oportunidad, la de rivalizar en contra de la mala fortuna, porque es cuando surgen los verdaderos líderes, los que encabezan un resurgimiento social, esos que empoderan al gobierno que representan y a sus ciudadanos para proyectar la esperanza de un mejor porvenir. Los grandes problemas se dejan para los grandes hombres de Estado.
Sin embargo, el comienzo del ejercicio administrativo delmacista dio señales de que el mandatario no sería quien iba a mostrarse, enfrentar y resolver. Acomodado entre algodones por su gente, las puertas de su oficina se cerraron para la prensa; mal augurio para quien llegó con la esperanza de exhibir alcances estadistas, incluyendo una posible aspiración a la candidatura presidencial.
Con el paso del tiempo, el gobierno fue acomodándose. El temblor pegó muy fuerte, sin embargo, la respuesta fue raquítica. Pasaron los meses y después los años, y los daños no fueron atendidos de forma correcta. Después, la pandemia terminó por evidenciar las debilidades por falta de determinación, aunque aún faltaba lo peor.
Pese a la deficiente atención de la catástrofe del temblor y de la pandemia, no hubo reacción acorde al tiempo y al momento que vivía México. Cuando empezó a hundirse, la economía mostró las debilidades de la indiferencia que partía de la oficina cerebro del Estado; las sustituciones y acomodos del gabinete solo generaron incertidumbre, no existieron respuestas sólidas, a causa de la ausencia de reacción.
Para colmo, el apoyo a los generadores de riqueza y de empleos lució por su ausencia. A ello se sumó la falta de medicamentos y el abandono de los enfermos; entonces, la muerte azotó a la población con todo su peso, al igual que en varias otras demarcaciones del resto del país, pero, se recrudeció en el centro del país en donde está asentado el Estado de México.
Lo absurdo, sin embargo, fue testificar la promoción hasta el hastío del programa social élite del gobierno estatal, la “tarjeta rosa” como solución a casi todos los males, aunque, a decir verdad, ésta fue muy limitada, en cuanto a su alcance y resultados, a pesar de que se promovió como la gran panacea. Aún faltaba la cereza en el pastel.
El exgobernador fue demasiado obsequioso con el presidente Andrés López Obrador, pues los flirteos empezaron a ser bochornosos; en el PRI y, desde luego, en la alianza Vamos por el Estado de México se encendieron las alarmas de alerta, algo sucedía entre ambos, el fantasma de entidades entregadas al mandatario federal generó un ambiente de “sospechosismo”, con justa razón, acuerdos en lo “oscurito” empezaban a tomar forma.
Era más que evidente (vio quien quiso ver) que las exageradas muestras de respeto eran interpretadas de diferentes formas y llegó el día en el que se impuso a la candidata de la coalición Vamos por el Estado de México, dejando de lado a otros posibles y más avezados contrincantes, pero faltaba algo más, se le dejó sola, o eso se reflejó, a menos de que la candidata haya aceptado tal condición; es la razón por la que existe una gran cantidad de priístas que se sienten ofendidos, ultrajados y vendidos, esos mismos que actualmente no reparan en llamar al exgobernador, traidor.
¿Lo es?
¿Qué más pruebas se necesitan para responder a esa pregunta?
A diferencia de cuando Del Mazo buscaba la silla del ejecutivo estatal, este no permitió que nadie se moviera, ni que su "gran obra social" a través de la "tarjeta rosa" fuera utilizada; pero el gobierno federal sí se metió, sí envió refuerzos y programas sociales. Es más, llegó un ejército bien aceitado de los siervos de la nación, mientras que el primer priísta estatal se mantuvo inmóvil, bajó los brazos, lo que le mereció ser reconocido como "demócrata" por el inquilino de Palacio Nacional. ¡Qué orgullo!
¿Quién se merece la derrota?
No estaba en juego únicamente el Estado de México, el interés iba mucho más allá. No es lo mismo enfrentar el próximo año de elecciones con el control de la entidad más poblada del país que sin él; si existe traición, no se trastocó a un partido o a una coalición, sino al resto de nacionales que guardaban la esperanza de que el resultado mexiquense hubiese sido diferente.