Recientemente, en el trayecto de un viaje, mi acompañante me dijo: "¿Ya viste esa nube? Parece un elefante". Mi respuesta fue una carcajada y le dije: "¡Qué imaginación tienes!". Mi acompañante continuó: "Sí, mira, ahí se puede ver su cabeza, su cuerpo, su cola", y yo simplemente me reía. El caso es que nuestra mente tiende a operar de manera similar en muchas situaciones. Los seres humanos solemos imaginar cosas. Es común encontrar en las redes sociales manifestaciones de creencias como que en Marte se ve un rostro casi humano, que en la Luna se ve un conejo o un queso, y otras similares. El hecho es que la vívida imaginación que se manifiesta en otros ámbitos también impacta en nuestra incipiente democracia y no de manera positiva. De tal manera, los ciudadanos perciben, cada vez más, la falta de líderes auténticos a la luz de los gobiernos y políticos que tenemos. Ante circunstancias como esta, muchas veces buscamos la salida fácil debido al hastío de lo usual.
Recordemos la historia de Kenneth Arnold, piloto aviador que en 1947 reportó haber visto movimientos extraños en el cielo. Se le considera el primer hombre en reportar el avistamiento de OVNIs porque en una conferencia de prensa mencionó haber visto objetos que se desplazaban a gran velocidad y que se movían de manera extraña, como en forma de media luna. Aseguró que jamás había visto algo así. De su descripción nació el término "platillo volador", concepto que nadie había escuchado jamás. Lo curioso es que a partir de esa fecha nos referimos a los OVNIs como "platillos voladores".
A este tipo de ilusiones sensoriales se les llama pareidolia, es decir, que cuando vemos un fenómeno difuso tendemos a darle forma a algo que conocemos, lo adaptamos. Entonces, alguien me decía que la nube parece un elefante, o hay quienes ven la imagen de la Virgen de Guadalupe en un árbol, como sucedió hace años en la vialidad Pino Suárez en el sentido de Metepec a Toluca.
En nuestra mente suelen formarse estereotipos. Por ejemplo, si en una película estadounidense aparecen latinos, me pregunto: ¿Cuál es el rol que suelen tener estos personajes? Suelen representar inmigrantes, traficantes o trabajadores domésticos. Y si en esa película aparecen rusos, ¿qué rol suelen asignarles? Así, solemos ver a nuestro alrededor lo que los demás dicen ver. Es un fenómeno interesante porque nos dejamos llevar por la corriente y le damos la razón a la mayoría que dice ver o escuchar algo, de la misma manera que empezamos a ver OVNIs después de los dichos de Kenneth Arnold.
En la política nos sucede lo mismo. Decimos comprender lo que otros quieren que entendamos. Tal vez no nos guste reconocerlo, pero cuando vemos a un candidato surgido del círculo al que creemos pertenecer, entonces lo vemos como un redentor que tiene todas las cualidades. Justificamos sus errores pasados, no importa si antes fue exitoso o no, si estuvo en otro partido o si fue sistemático, consistente o congruente. Propiamente dicho, nos enamoramos de él o ella. Nos gusta creer que estamos en lo correcto, lo vemos como nos han dicho que es. Y sí, terminamos aceptando estereotipos culturales como la pareidolia; no nos detenemos a analizarlos, los vemos como nos dijeron que los viéramos.
Por ejemplo, ahí tenemos la insistencia de López Obrador en denostar a Xóchitl. Quiere que las y los electores la perciban como a él le conviene. Sea cierto o no, está creando un estereotipo en sus seguidores. López Obrador quiere que la veamos igual que a quienes considera sus adversarios y cuya imagen ha desprestigiado. Quiere reducir la realidad a su visión. Es un fenómeno social que se desarrolla de manera rápida. Así manipula a la población, especialmente a sus fanáticos: los de tal... (conservadores, fifís, neoliberales, etc.) son así y así es Xóchitl. En el otro sentido, pero con más dificultad, sucede lo mismo. Vemos a Claudia y sabemos qué nos han dicho de ella, creando un estereotipo. Entonces, hay quienes creen que tiene todas las bondades universales. Hasta habla igual que López Obrador, es la continuidad, es el futuro posible.
Identificar nuestros prejuicios es realmente complicado porque están en nosotros. No tenemos un pensamiento crítico de nosotros mismos y de nuestra realidad. Emitimos nuestra opinión y la consideramos válida como si realmente conociéramos a los actores políticos. Como ciudadanas y ciudadanos, nuestro objetivo debe ser romper esos paradigmas, tener un pensamiento crítico. ¿Cómo podemos hacer eso? Por extraño que parezca, la respuesta es muy sencilla: tenemos que trabajar en conjunto con quienes piensan diferente, quienes tienen prejuicios hacia nuestra forma de ser y comportarnos. La sociabilidad nos hará encontrar similitudes, puntos en común y coincidir en objetivos. Cambiar nuestra actitud frente a los diferentes, ser respetuosos y tolerantes, disminuirá nuestros prejuicios y nos acercará a conocer la realidad de nuestras y nuestros vecinos o incluso adversarios y entendernos. Porque, al final de cuentas, todas y todos, nos guste o no, tenemos la clara aspiración de vivir mejor y ser mejores personas.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.