Sí, ya sé, queridos lectores, un escrito debería ser sobre un solo tema. Mi esposa, siempre amorosa escrutadora de mis acciones y omisiones, constantemente me lo recuerda (¡Eres un ocioso, cómo se te ocurren tantas cosas, ponte a hacer algo útil, ¿por qué no sacudes el polvo de tus libros?!).
Y mis pocos amigos lectores ilustrados, los Happy Few -para los que decía que escribía Stendhal- no son menos estrictos (afortunadamente, la mayoría de mis amistades ni me leen, ergo, Deo gratias no me critican... al menos por eso) y me dicen: “escribes de todo y muy revuelto (¿revolvido?), citas mucho, pasas de algo muy técnico a las frivolidades y ocurrencias más banales... como esos Diálogos en el averno que dizque inventas y no son más que una imitación de los viejos Diálogos entre Don Simplicio y Don Prudencio que escribía José Fernández de Lizardi en 1827, nada más que tú cambiaste imprudentemente a Don Prudencio por el Diablo... y te crees muy chistoso”.
En fin, andando ocioso por la calle recordé un muy interesante libro que se llama precisamente El Espíritu de la Calle (Psicología política de la cultura cotidiana), de Pablo Fernández Christlieb (publicado en 2004 por la editorial Anthropos). Y, ocioso que soy, se me vino a la cabeza el tema de los automóviles, lo cual es lógico dado que circulan cada día más carros a toda velocidad que hacen una aventura cruzar una calle y una fortuna resultar ileso (en la calle, como nos enseñaron nuestros padres, hay que estar todo el tiempo muy atento a los vehículos). Entonces, que se me ocurre pensar en los detectives en la literatura y sus andanzas por las calles y ¡sus automóviles!
Casi me atropellan pero seguí caminando y pensando distraídamente (lo que el destacado politólogo mexicano Yuri Serbolov llamaría Musement, adoptando este método que propugnaba el filósofo pragmatista Charles S. Peirce, y que puede traducirse por distracción o diversión, lo contrario de la Mindfulness o concentración plena).
Así, lo primero que se me vino a la mente fue que el detective en la ficción nació antes que el automóvil; entonces pensé en los vehículos en que se transportaban o no, como el gravemente obeso detective Nero Wolfe que ni siquiera salía de su casa: "la distinción más extravagante de Wolfe es que no se moverá. Insiste sobre este punto: bajo ninguna circunstancia abandonará su casa o violará su rutina para facilitar una investigación”.
Pero el primer investigador privado fue alguien real, aunque inspiró los primeros personajes de ficción en la literatura policiaca: Eugène-François Vidocq (1775- 1857) fue el primer director de la Seguridad Nacional de Francia. La figura de Vidocq, que tuvo un fascinante pasado delictivo, mitad cierto y mitad inventado, inspiró a Víctor Hugo para uno de los personajes principales de su novela Los miserables (el Inspector Javert), a Edgar Allan Poe con su Detective Dupin (el primer cuento con trama policíaca, fue su “Los crímenes de la Calle Morgue”) y a Honoré de Balzac (con su agente de la policía, Corentin, protagonista de la primera novela con trama policíaca que fue “Un tenebroso asunto” de Honoré Balzac y esta obra se encuentra basada en un hecho real, en el que intervino Fouché, el tenebroso Ministro de Policía de Francia).
¿Y los automóviles, apá? Bueno, en esos tiempos sólo había caballos y carruajes tirados por los mismos. A esa época pertenecen desde el dueño real de la primera agencia de detectives en el mundo, Allan Pinkerton, hasta el ficticio detective consultor el famoso Sherlock Holmes.
Ahora bien, el medio de transporte que más a menudo usaba Holmes en Londres era el llamado coche Hansom. Tirados por un caballo y con el conductor sentado en alto en un asiento con muelles detrás de los pasajeros, estos carruajes para dos personas abundaban en la ciudad y eran rápidos y económicos. Se patentaron en la década de 1830, y recorrieron las calles de Londres hasta que empezaron a aparecer los taxis motorizados en la primera década del siglo xx. Para los viajes a otras ciudades usaba la red ferroviaria.
Allan Pinkerton también es todavía de la era del caballo, los carruajes y el tren. En 1849 fue designado como el primer detective de Chicago y luego fundó la Agencia Pinkerton, la primera agencia de detectives en el mundo. La insignia de la agencia era un ojo abierto de par en par con el lema: Nunca dormimos (We Never Sleep). A medida que Estados Unidos iba expandiendo su territorio (recordemos que la guerra con México terminó en 1848) se fueron incrementando los transportes ferroviarios y la Agencia Pinkerton resolvió varios atracos a trenes durante los años 50 aunque después de terminada la Guerra Civil nunca pudo atrapar a la banda de los hermanos James y el famoso Jesse James murió de un balazo por la espalda traicionado por uno de su propia Banda en 1882, el mismo año en que Pinkerton falleció.
Pinkerton desarrolló varias técnicas de investigación aún usadas hoy en día, como el seguimiento o rastreo de sospechosos o la suplantación o creación de personajes para misiones de espionaje. Cuando estalló la Guerra Civil Americana eso le dio la oportunidad a Pinkerton de entrar en contacto con Abraham Lincoln y sirvió como jefe del Servicio de Inteligencia de la Unión (Union Intelligence Service). Frustró una presunta conspiración de asesinato en Baltimore mientras protegía al presidente Abraham Lincoln, quien después emplearía agentes de Pinkerton para su seguridad personal durante la Guerra Civil (aunque al ser asesinado, su seguridad era dirigida por personal del Ejército y no por Pinkerton).
Hace poco, caminando por la calle un día ví un automóvil con el anuncio de Pinkerton, IPADEM: Investigadores Privados Asociados de México y reconocí el logotipo de la agencia que es un ojo estilizado con el lema "We Never Sleep" ("Nunca Dormimos"), el cual inspiró el término "private eye" por el que se conoce a los detectives privados. Hoy la Agencia Pinkerton, como corresponde a la globalización, es subsidiaria de la compañía sueca Securitas AB.
Seguiremos en otra ocasión con estas frívolas distracciones... todavía faltaría averiguar sobre los detectives en la literatura y qué nos dice el automóvil que usaban sobre su personalidad y su medio y otras frivolidades más adelante, como que el filósofo Peirce contrató a la Agencia Pinkerton en Boston en 1879 cuando le robaron su reloj y... hasta la próxima, amigas y amigos.