Hace unos meses, tuve el privilegio de compartir el pan y la sal con la legendaria Silvia Pinal, una mujer lúcida, sonriente y radiante a sus 92 años. Durante este encuentro, fue un honor escucharla relatar, de primera mano, el fascinante periplo que vivió para concretar la película "Viridiana".
En aquel momento, no existía un guion definido, ni tampoco un elenco establecido, ni siquiera una casa productora comprometida. Lo único presente era el ferviente deseo de un hombre enamorado por satisfacer los anhelos de su amada. Gustavo Alatriste, un empresario mexicano, acompañó a su esposa Silvia Pinal con la intención de proponer a Luis Buñuel la realización de una película. La propuesta era sencilla: cualquier historia que él quisiera contar, con los actores que él deseara involucrar, con la visión artística que sólo él podría concebir.
El resultado fue “Viridiana”, una historia que surgió a raíz de una fotografía que Buñuel contempló años atrás en el Museo del Chopo. Aquella imagen mostraba a Santa Viridiana arrodillada ante una corona de espinas y un crucifijo.
La historia de Buñuel gira en torno a Viridiana, una novicia que visita a su tío y tutor, don Jaime, antes de tomar sus votos religiosos. Obsesionado con su difunta esposa, don Jaime intenta que Viridiana se vista como ella. Ante su rechazo, simula que ha sido violada bajo los efectos de un brebaje. Este engaño conduce a Viridiana de regreso al convento, mientras su tío opta por el suicidio, desencadenando en la joven una profunda culpa y remordimiento.
Viridiana, tras sentirse culpable por la muerte de su tío, abandona su vida religiosa para ayudar a los necesitados. Pero su compromiso con la caridad se tambalea al enamorarse de Jorge, hijo de su tutor fallecido. Este inesperado amor y la percepción de la ineficacia de sus acciones benéficas la sumergen en una crisis existencial que desafía sus creencias y la enfrenta a sus culpas más profundas.
Buñuel desafió las normas establecidas y la opresión religiosa de su tiempo; cuestionó los roles tradicionales asignados a la mujer; desafió las estructuras de poder establecidas y puso en tela de juicio la moralidad impuesta.
Considerada entre las cien mejores películas de todos los tiempos, “Viridiana” otorgó a España su única Palma de Oro en la historia del Festival de Cine de Cannes. Esta obra maestra es el resultado del deseo de Silvia Pinal de dejar un legado significativo en su vida. La cinta se preserva gracias a un acto de herocidad también de Silvia Pinal, que tras ser censurada por el Vaticano, la trajo a México de manera clandestina, como equipaje de mano.
Salvador Novo se arriesgó a proyectarla por primera vez en 1962; una década después, Gustavo Alatriste adquirió los derechos de distribución para México. En España, se presentó hasta 1977, casi dos años después de la caída de Franco.
Silvia Pinal fue la protagonista de tres películas de Luis Buñuel: Viridiana [1961]; el Ángel exterminador [1962] y Simón del Desierto [1965]. Buñuel llegó en 1945 y se nacionalizó mexicano en 1949. Su estancia en México fue crucial, aquí produjo 21 de sus 32 películas.
La colaboración entre Luis Buñuel y Silvia Pinal no sólo dio vida a películas inolvidables, sino que también representó la unión de dos almas que desafiaron fronteras, desentrañaron la complejidad humana y dejaron una huella indeleble en la historia del cine mexicano y universal.
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Opinión