Algún día escuché la historia de un optimista detractor y abierto opositor del sistema capitalista. La historia se remonta a la década de los 70´s del siglo pasado. El sujeto central de la historia: un hombre con esposa, familia, hijos y sin empleo, quien se negaba a trabajar porque era permitir que el sistema económico capitalista lo explotara a cambio de “migajas”; además como buen militante del Partido Comunista Mexicano, su papel era luchar en contra del sistema y derrocarlo.
Pero no nos equivoquemos, no he dicho que esa era la visión de los militantes de ese partido; por el contrario podría decir que era la visión irracional o hasta emocional de una gran minoría. La racionalidad que exige profesar una escuela del pensamiento crítico, exige que antes de hablar de la transformación de la realidad y sus formas, se debe tener primero claro dónde estamos parados, de otra forma nuestra postura y análisis sobre la realidad sería por mucho erróneo.
Regresando a este personaje, en su realidad personal y familiar la miseria era evidente y su necedad mayor. Sus compañeros de partido en muchas ocasiones intentaron reunir despensa para apoyarlo; él bastante molesto, las regaló en las 2 o 3 ocasiones que lo intentaron, con el argumento de que era indigno y que además si se derrocara al modelo económico, nadie tendría que ser explotado y tampoco necesitaría vivir de la caridad de los demás.
La idea de vida de este personaje fue reprobable, quién sabe en qué terminó su vida familiar. Creyó que cerrando los ojos la realidad iba a desaparecer y lo peor, tomó las peores decisiones frente a los ideales que decía promover y defender. Sí su idea era la lucha revolucionaria, por un lado, no debió formar una familia y por el otro jamás debió tener hijos; creo que lo lógico era no tener descendencia para condenarla a vivir en apuraciones económicas, ese era el camino para dedicar su vida a sus ideales, de otra forma debió ajustar su existencia a las obligaciones que de manera voluntaria había adquirido.
Creo que en esta breve historia que he contado, nadie podría darle la razón a nuestro personaje central. Para cualquiera, el error y falacia en su toma de decisiones es evidente y reprochable. La realidad no desaparece por más que cerremos los ojos y mientras vivas en ella, debes conocer sus reglas, límites y posibilidades.
Recordé a este sujeto del que supe sólo por la historia que me contaron, en medio de un momento social, donde la gente está cerrando los ojos frente a esa realidad que los avasalla todos los días y contra la que oponen únicamente su obstinación de no escuchar y buscar información, además de mantenerse en el deseo de una realidad que creen pueden crear por su simple determinación y de un sólo palmo.
La postura es generalizada, sobre todo en los miembros de la sociedad de menor edad y expertise. El cuestionamiento, aunque válido, en el que se reclama una realidad más justa, se pretende procesar y resolver en función de deseos y argumentos de corte emocional, allí el terrible error. Como lo digo en muchos momentos, en la toma de decisiones es muy importante el qué: ¿qué queremos hacer?, ¿qué queremos lograr, crear, alcanzar o transformar?, pero es aún más importante el cómo; sin el ¿cómo?, nuestra definición del qué, no es más que parte de una plática de sobremesa, que ahí queda, en sólo buenos deseos.
Esto sigue siendo el capitalismo y por más que queramos cerrar los ojos frente a esa realidad, seguiremos viviendo en él durante varias generaciones por más injusto que sea y aunque cueste trabajo reconocerlo, no lograremos transformarlo de un sólo plumazo por más que así lo deseemos. Transformarlo llevará el mismo tiempo que llevó a una clase social, la burguesa, crearlo. Por más que los millennials o centennials crean que su exigencia de un mundo mejor es suficiente, todas las veces que partan de ese principio sin una acción consciente, chocarán con ese monolito llamado realidad, que incluso los pondrá en una posición de mayor desventaja, a la del momento previo a su reclamo.
Como diría Noam Chomsky, ese filosofo que ayer los medios de comunicación mataron por error: “los derechos no se conceden, se conquistan”, pero esa conquista no se alcanza sólo por oposición, sino por una lucha racional, permanente, constante, de mediano y largo plazo.
ADDENDA
1. Por cierto, por racionalidad debemos entender la actuación determinada por el objetivo u objetivos que queremos alcanzar.
Bajo esta premisa, sí queremos estar, por ejemplo, en un concurso de fisicoculturismo en un año, de manera lógica sabemos cuál es la ruta a seguir y cuál no. Sí queremos estar en ese concurso en un mes y hasta ganarlo, nuestro objetivo es irracional, y nuestra motivación tal vez hasta emocional, por tanto el proceso será erróneo y nos llevará incluso a implementar acciones que hasta efectos negativos generarán en nuestra salud.
2. Que grato saber que Noam Chomsky no ha muerto. Como escribimos sobre el error de la noticia de su muerte en la página de Facebook de ESFOPS: “(…) su obra existe más allá de su existencia, -pero- su vida es una inspiración para continuar teniendo esperanza y seguir adelante”.
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