El presidente Andrés López Obrador con conocimiento de causa y negando en un principio, como es su costumbre, la decisión de no pagar a los trabajadores en paro del Poder Judicial de la Federación, impone el sello autoritario del que se le ha señalado, y del que la sociedad mexicana ha sido testigo durante su administración.
De haber respetado, reflexionado, o entendido a qué se debe el justo reclamo de los trabajadores del poder judicial, se estaría hablando de otro presidente, o de otra administración o, quizás, de otro país, no de México; con ello, prevalece la visión aplastante de que a sus iniciativas no debe moverse una coma.
El mandatario, es de hecho, el primer transgresor de la constitución que irónicamente juró defender, pero que enérgicamente pretende que nadie, que no sea por supuesto él, esté por encima del precepto legal, que, resta decirlo, tiene sus días contados. La constitución será reformada a como quiere la 4t y su líder.
La imberbe democracia mexicana deberá despedirse por un buen tiempo del país. Utilizando todos los medios y mañas posibles a su alcance, el tabasqueño llegó a lo que necesitaba; un congreso constitucionalista que le queda a modo, cuya lectura será interpretada por jueces que serán electos por tómbola.
No es algo que pueda concebirse como pasajero y, que en poco tiempo se corrija. No, con el incentivo de contar con una mayoría abrumadora, que representa la votación necesaria a parir del descubrimiento de una mayoría calificada impuesta artificialmente desde el día 2 de junio, ya que fue sometida a una manipulación sin precedentes en México, con ella, se pretende convencer a más de 120 millones de mexicanos que son pocos quienes no concuerdan con las formas de ver la política de líder y agrupación de la 4t, ya que, aseguran, el pueblo está feliz feliz.
El paso que se da, es preámbulo de lo anunciado, las cosas cambiarán, y mucho; poco a poco se irán apagando las voces críticas, obtendrán lo que buscan y beneficiará a una minoría muy rapaz. Sin remordimiento alguno, como lo han anunciado Ignacio Mier, el impresentable Ricardo Monreal, Mario Delgado, y compañía, pasarán las reformas constitucionales necesarias, las que les permitirá tener todo el control.
El poder judicial desaparecerá como se conoce hasta el momento, las mentiras y la manipulación alcanzarán su objetivo, los jueces y magistrados entrarán a un estado obligado de permanencia sujetos a quienes los impuso en el lugar que ocuparán. No importa si sus conocimientos no son los adecuados. Eso no se ocupa en el nuevo sistema.
Con la ironía que le caracteriza, utilizando burlas y risas exageradas, las formas del nuevo sistema impuestas por quien termina en septiembre, empuja a un abismo de mediocridad con exagerado respeto por quienes al día de hoy se preparan para apoderarse de cualquier indicio de democracia.
El sometimiento de los trabajadores del poder judicial doblará al paro que se lleva a cabo, la sociedad desinformada como ha demostrado ser, será indiferente, sin tener la menor idea de lo que significa perder a un poder tan importante en el sistema que se extingue.
No entenderá ese grueso de la sociedad lo que eso significa, tampoco tendrá la menor idea de lo que se avecina; tristemente, aún consideran exagerado comparar al país con sistemas retrógradas. Hasta que en un momento dado se enfrenten a esa realidad, cuando les afecte de manera directa.
Lo mismo que como ha sucedido con la inseguridad, hasta que no toca a su círculo familiar cercano o de conocidos, no lo creen, por eso, han impuesto oídos sordos al señalamiento del crecimiento abrumador y sin control del crimen organizado. De igual forma, lo será con las reformas constitucionales que irán cayendo como fichas de dominó, una tras otra y sin ninguna manera de detener la inercia.
Algún día, en algún momento, en un futuro próximo, se darán cuenta lo que se perdió, aunque para entonces será demasiado tarde, y más valdrá obedecer, no criticar y aguantar. Programas sociales, dádivas, becas; tendrán que acostumbrarse a encontrarle sentido con lo mínimo a sus vidas. Un par de zapatos, tal vez un carrito para moverse y no más, porque la ambición es mala.
Así, de un salto, México regresa sus pasos en la historia, porque no logró aprender nada, porque las nuevas generaciones son indiferentes, indolentes y enajenadas con tecnologías y vidas que no son propias, como las de los videojuegos. Se perderá el contacto acostumbrado y el concepto del mexicano como pueblo solidario y acogedor.
Desconocer el paro judicial y ordenar los descuentos a quienes levantan la voz en defensa de lo que consideran injusto, es propio de un autócrata, no de un demócrata; quien, a propósito, se distingue por jamás sentarse a dialogar con quien piensa diferente. Su idea, es imponer sí o sí su pensamiento. En ese contexto, la orden fue escuchar; como sucedió con las pláticas de la reforma anunciada, pero la decisión, como lo dijeron Mier y Monreal, ya está tomada, les guste o no.
Y si no están de acuerdo, siempre podrá haber juicio político.