Las elecciones, única preocupación de López Obrador
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Las elecciones, única preocupación de López Obrador

Miércoles, 11 Septiembre 2024 00:06 Escrito por 
Alfredo Albíter González Alfredo Albíter González Lo bueno, lo malo y lo serio

Con tantos problemas que enfrenta México en estos momentos, y el presidente, como lo hizo a lo largo de los seis años de su mandato, se estaciona en el que le interesa. Al final del sexenio, se puede decir con claridad que no fue precisamente el bien general del pueblo lo que más le interesó atender. No, fue su proyecto único y personal.

El tema de la inseguridad, por ejemplo, fue hecha de lado, por eso, y aunque la preocupación de los ciudadanos se sustenta en una gran verdad; los miles de muertos ocurridos en este periodo se acumulan en una cantidad dantesca que llenarían el Estadio Azteca al menos dos veces, mientras que el mandatario hizo todo lo necesario para retener la presidencia de la República.

El lunes nueve de septiembre, puede mostrar con nitidez parte de lo señalado. Mientras que en el Estado de Sinaloa, gobernado por el morenista Rubén Rocha Moya, se desató la furia de la violencia en Culiacán durante el fin de semana, y que derivó en la suspensión de clases, el presidente materialmente destapa a su hijo “Andy”, Andrés López Beltrán, quien, con el pretexto de que quiere ayudar a “consolidar” Morena, ya lo dijo su padre; “quiere apostar a ser electo”, lo que hace presumir que le está dando su “bendición”, así la frivolidad que ha sido la constante del obradorato.

Es por eso que las elecciones intermedias del 2021 encendieron las alertas en las filas morenistas. Ante el interés del tabasqueño por allanar el camino a Claudia Sheinbaum, no se iba a permitir el lujo de dejar cabos sueltos, menos aún, perder la joya de la corona que significa la Ciudad de México.

Lo que se vio después es digno de considerar la actividad política de la 4t que bien puede incrustarse sin mayor dificultad en la novela: “Rebelión en la Granja” de George Orwell, para imponer ésta que es una de la las prácticas más rancias de regímenes totalitarios, cuyo principio fundamental es el ejercicio absoluto del poder por parte del Estado.

Y es así, ya que, ante las múltiples pruebas presentadas ante el Instituto Nacional Electoral, cooptada por quien gobierna, como otras instituciones democráticas, no significó un peso específico para imponer la independencia de sus decisiones, la presidente Guadalupe Taddei Zavala de tintes morenistas, demuestra porqué López Obrador dejó de atacar al instituto.

El único contrapeso a la voluntad sin respeto alguno a las normas y leyes existentes, apoyando ésta exclusivamente en el cúmulo de poder del titular del ejecutivo, lo fue el poder Judicial; cuyas determinaciones, con base en argumentos constitucionales sólidos, concedieron justos reveses a sus caprichos.

Como consecuencia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha sufrido continuos ataques de quien funge como titular del poder ejecutivo, usando como medio eficaz sus apariciones mañaneras que significan una resonancia brutal por controlar el micrófono más potente del país, transformadas en tribunal, que lo mismo sentencia a quien se oponga, como se perdona a quien se le antoje, como lo pretende con jueces a modo.

Ante las determinaciones contrarias a sus deseos por parte de los juzgadores, López Obrador impulsó una reforma que ya había anunciado; la cual, de hecho, significa su venganza y un golpe de Estado, ya que el ejecutivo contando con el control del poder legislativo y con una sonrisa irónica, sarcástica y burlona, cerrando los oídos ante las múltiples manifestaciones locales y extranjeras contrarias, para sepultar de tajo su independencia.

¿Cómo llegamos a esto?

Para el presidente como para sus fieles seguidores el pueblo les concedió, a través de 36 millones de votos, el permiso suficiente, como si de un cheque en blanco se tratase, para hacer y deshacer a como mejor les parezca. Olvidan que no todos se dejan llevar por sus flagrantes mentiras, en ninguna parte de la boleta el votante concedía lo que presumen, y solo ellos se creen la cuenta de los 36 millones de sufragios, dejando de lado todos los señalamientos y acusaciones que han sido documentados ante el desaseo de la elección del dos de junio pasado. 

Se tendría que ser demasiado inocente para creer que después de su actuar en la administración no solo no habría voto de castigo, y que los miles de manifestantes convocados por la “Marea Rosa” no existieron, sino que la candidata morenista Claudia Sheinbaum, superó el carisma, arrastre y simpatía que presume el tabasqueño.

Porque de ser así, ¿quién en su sano juicio puede aceptar que la presidente electa tiene que continuar con la política impuesta por su predecesor, sin la posibilidad de imprimir a su mandato su sello personal? A menos que ella misma acepte que esos votos no fueron propios. Lo cual será un completo contrasentido, porque esa cantidad y su supuesto arrastre para conquistar ambas cámaras, no pondrían en duda su legitimidad.

La verdad, es que todo tiene como origen la actividad ilegal del mandatario, quien se metió en las elecciones todo el tiempo que quiso, sin ninguna consecuencia, la intervención de grupos ajenos explica las casillas “zapato” en las que todas las papeletas marcadas fueron para la candidata del oficialismo.

Por lo anterior, el mandatario está feliz, feliz, ya que, como regalo de despedida, Morena le obsequiará su “Reforma Judicial”, mientras el pueblo, el verdadero damnificado de todo esto, será el que pague las consecuencias.

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Alfredo Albíter González

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