En el discurso del nuevo gobierno federal se ha dejado de lado la supuesta estrategia que desvela una incomprensible permisividad a los grupos delincuenciales que azotan a lo largo y ancho de todo el país. Los “abrazos y no balazos” del obradorismo presentan en su máxima capacidad la crudeza con la que se comporta la impunidad cuando se le deja la vía libre.
El falso plan trajo como consecuencia que gran parte del país esté al día de hoy bajo control y fuego de la delincuencia organizada, ocasionando que en el territorio en donde se ha asentado, miles de familias tuvieron que determinar abandonar su lugar de residencia para buscar refugio en cualquier otra parte, alejándose lo más posible de la inseguridad que, por cierto, se multiplica exponencialmente en el país.
La administración que terminó dejó muchos pendientes, y es el de la seguridad el que más preocupación causa a la población. No se erradicó al día siguiente de asumir el cargo como lo prometió López Obrador, pero tampoco se hizo mucho por controlarla; como corolario, en el inicio de otra administración federal, se encuentra completamente desbocada.
En ese sentido, en el exterior del país dicho planteamiento únicamente dio pie a que se percibiera como una forma de colusión entre el gobierno y el crimen, y no precisamente como repercusión de lo que se hizo o dejó de hacer hace 18 años en el sexenio de Felipe Calderón, sino porque el gobierno que terminó hizo muy poco para controlar la violencia y meter en cintura a los delincuentes que, dicho sea de paso, gozan de plena libertad para actuar a sus anchas, como nunca.
La crítica por parte del obradorismo en contra del expresidente Felipe Calderón siempre se enfocó en la persona, y nunca en mejorar o imponer una verdadera táctica diversa, y aunque ahora la presidente Claudia Sheinbaum diga que continuará con la necesidad de atacar las causas, en las acciones se observa otra cosa.
Por principio, Omar García Harfuch, nombrado secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del mandato que comenzó a partir del primero de octubre, es hechura de otro régimen, su formación lo deja de relieve; es policía de carrera, a diferencia de su antecesora y hoy flamante secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. El nuevo secretario, si entiende del problema.
Y ante las primeras decisiones de García Harfuch se observa un cambio de actitud, aunque se avizora que será una especie de superpolicía; pero a diferencia del expresidente López Obrador que se colocaba como único conocedor de todos los temas incluido el de la seguridad, al final, descubrió que de esta únicamente se sabía el nombre, pues no avanzó, pero tampoco lo pudo haber hecho porque sencillamente no entiende lo fundamental, contrario a lo que se percibe del secretario, que no es un tema para él desconocido.
Por eso, haber presumido el expresidente que él mismo se encargaría de la investigación de los desaparecidos de Ayotzinapa, lo ejemplifican, o, el hecho de confundir la labor de los juzgadores con la que realiza el Ministerio Público, con ello dejó en claro que lo suyo, lo suyo, es la política; no es lo mismo alardear que se sabe, a conocer verdaderamente la función ministerial.
Por lo tanto, las tan criticadas reuniones de seguridad, al final dieron razón a sus críticos; no sirvieron para nada bueno, tal vez, para tomar el café, pero nunca estuvo a la altura de las circunstancias; lo que se puede observar fácilmente cuando en el momento de presentarse en sus mañaneras, orillado a responder a los cuestionamientos de la prensa por hechos recientes; varias veces contestó que no estaba enterado o, que no sabía.
Sí, el presidente, que afirmó que no pasa nada en el país sin que se entere el titular del ejecutivo federal, a pesar de reunirse todos los días con su gabinete de seguridad, decía desconocer los pormenores de asuntos que se presentaban durante la noche o madrugada de ese día.
Lo anterior, alienta a buscar una propuesta diferente a la nueva conducción, no se puede repetir lo que no da resultados, y a diferencia de López Obrador, García Harfuch está dedicado de tiempo completo a esa misión, al menos es la percepción; entonces, si su deseo es el de equilibrar la balanza, la presidente tendrá que permitirle a su secretario hacer lo que sabe.
Aunque también es de señalar que, contar con tanto poder como el que tendrá García Harfuch no se había visto anteriormente, entonces, debe tomarlo con mesura, porque ya se dejó ver lo que puede hacer el poder en manos de quien no está preparado para asumirlo, aun así, cuenta con el beneficio de la duda.
La presidente colocó al frente de la secretaría de Seguridad a Omar Hamid García Harfuch, uno de sus más cercanos miembros del gabinete, por ende, este disfruta de su entera confianza, pues haberlo propuesto como posible candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, lo puede dejar más que claro.
Se espera mayor protagonismo de gobernadores y del gabinete de seguridad, la coordinación será dirigida por García Harfuch, y corresponde a este informar los avances de la estrategia que comandará.