En las dos entregas anteriores hemos repasado la lúgubre historia del futbol en nuestro país y su relación con grupos de poder, especialmente la compañía de multimedios más poderosa e importante de habla hispana TELEVISA. Lo que comenzó con un proyecto de negocios más terminó por convertirse en un industria muy rentable, claro, esto no hubiera sido posible sin la ayuda de Guillermo Cañedo de la Bárcena y sus turbias relaciones con el presidente de la FIFA Joao Havelange. Havelange llegó a la presidencia tras “convencer” a las federaciones minoritarias de fútbol, y una vez en la cima, el brasileño pagó el apoyo que el tercer mundo futbolístico le había otorgado.
Mientras Havelange se consolidaba como la máxima autoridad y el individuo más poderoso de la FIFA, Azcárraga y compañía consolidaron el futbol nacional como un poderoso medio de entretenimiento mediático donde las empresas, las televisoras y los clubes nacionales se beneficiaban económicamente. Para inicios de la década de 1980, el modelo de negocio deportivo consistía en la transmisión por completo de la liga mexicana y algunos partidos de ligas europeas, el lucro con los derechos de transmisión de eventos deportivos como el mundial y la publicidad que venía de diversas empresas, muchas de ellas consorcios trasnacionales, que usaban al balompié para promocionarse, mientras que los socios se llenaban los bolsillos de dinero.
En el año de 1982 Colombia renunció a la candidatura del mundial de 1986 dada la imposibilidad para realizarlo en ese país. Gracias a las gestiones de Cañedo, la FIFA aprobó por unanimidad la candidatura de México para sustituir al país sudamericano. En el aspecto futbolístico, el mundial de 1986 fue magnificó, empero, en los negocios significó una situación más para que TELEVISA pudiera lucrar con los derechos de transmisión, los partidos eran a las 12 del medio día o a las dos de la tarde, esto para que coincidiera con los horarios estelares en Europa y así cooptar los grandes consorcios empresariales. En pocas palabras, el mundial del 86 fue un negocio redondo para Havelange, Azcárraga y Cañedo.
La década de 1990, significó la aparición de un nuevo competidor en el ramo televisivo: Televisión Azteca de Ricardo Salinas Pliego. Pese a que Televisa seguía controlando la mayor parte de los derechos televisivos, el surgimiento de la nueva televisora representó una repartición de los derechos de transmisión en nuestro país. En 1997 Joao Havelange dejó la presidencia de la FIFA para dar paso a la era de Josep Blatter, mientras que Guillermo Cañedo falleció en ese mismo año. A su vez, ese 1997 Emilio Azcárraga Milmo falleció y entró a la dirección general su hijo Emilio Azcárraga Jean. Este momento también supuso nuevas negociaciones entre el máximo organismo del futbol mundial y los Azcárraga.
La década de los noventa y la siguiente también fue de consolidación entre la familia Azcárraga y la Federación Mexicana de Fútbol FEMEXFUT, esto se consiguió con una estrategia que hasta el momento genera resultados muy provechosos para la televisora y sus socios empresariales: la táctica de poner personas ligadas a la empresa televisiva en puestos gerenciales, directivos y de operaciones al interior del máximo organismo futbolístico del país. Entre estos personajes sólo destacaremos a tres que han sido importantes en las últimas décadas: Justino Compeán, Decio de María y Yon de Luisa.
Justino Compeán tuvo contacto con la televisora desde 1971, cuando organizó el festival musical de Avándaro junto con Luis de Llano Macedo, de la misma manera Compeán fue parte del comité organizador del mundial de 1986, lo cual hizo que ingresara a grupo Televisa al año siguiente ocupando distintos puestos deportivos (presidente del club Necaxa) y empresariales; por otra parte Decio de María, egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), ocupó varios cargos en la empresa, entre los que sobresale su gestión como secretario de la OTI en el año 2002; por último, Yon de Luisa, fue vicepresidente del departamento de deportes de TELEVISA y presidente del Club América, propiedad de Emilio Azcárraga.
Los tres personajes mencionados anteriormente, además de ocupar puestos administrativos o gerenciales dentro de la televisora o en organismos ligados a ésta, tienen en común que ocuparon la dirigencia de la FEMEXFUT de 2006 hasta 2023 en tres períodos consecutivos. Durante ese lapso, se privilegió el aspecto económico, empresaria y mercantil en lugar de desarrollar el talento futbolístico local. En estas gestiones se tomaron decisiones polémicas como la desaparición del ascenso a primera división, la corrupción de muchos clubes y los casos de multipropiedad en varios empresarios. Empero, en este aspecto la federación también llenó sus arcas de millones de dólares, sacrificando la calidad futbolística en este proceso.
Es evidente que en décadas recientes el futbol mexicano ha tenido una baja en la calidad, y se ha visto inmiscuido en escándalos y polémicas que ya no pasan desapercibidos para la afición mexicana. Y es que, pese a que algunos los títulos como la medalla de oro en Londres 2012 y los mundiales juveniles de 2005 y 2011 vaticinaban una esperanza en la calidad de juego y un probable despegue en la virtud futbolística, lo cierto es que el balompié mexicano sigue estancado, hay una baja de juego y cierta reserva a probar nuevos talentos, lo cual provocan el enojo de la afición mexicana y una baja en la asistencia a los estadios de la Liga MX.
La familia Azcárraga, fiel a su tradición de mercaderes del deporte, siguió haciendo sus negocios y tratos obscuros con altos dirigentes de la FIFA, entre los cuales hay pago de sobornos a autoridades para obtener derechos de transmisión de los partidos y eventos deportivos. Mientras escribo estas notas, Emilio Azcárraga Jean continúa en el ojo del huracán al ser investigado por el pago de sobornos a miembros de la FIFA durante el mandato de Josep Blatter. Sin embargo, no se vislumbra que la salida de Azcárraga suponga una mejoría para el deporte o el futbol mexicano, si el balompié quiere despertar necesita un verdadero cambio, un cambio de mentalidad.
Por Juan Manuel Pedraza, historiador por la UNAM