Para la presidente Claudia Sheinbaum, como para los demás miembros que hoy forman parte del poder, aquellos que se atreven a criticar la política pública emprendida a partir de los principios que enarbolan como la panacea, deben ser vistos como enemigos de México.
En la mañanera de la señora presidente del 13 de enero, declaró que en la oposición “anhelan” que rompa su relación con el expresidente Andrés López Obrador; sin embargo, sentenció: “se van a quedar con las ganas. ¿Cómo sí, luchamos toda la vida, sí, eso fue lo que me comprometí con el pueblo, sí, es mi convicción darle continuidad a una transformación que inició en diciembre de 2018?”
De antemano, no puede ser un secreto que detrás de muchas de las decisiones que ha tomado la mandataria se encuentra el expresidente exigiéndole seguir con la línea que se encargó de trazarle antes de dejar el cargo. López, es un personaje que no disimula que su ego es más grande que sus habilidades macroeconómicas y visión democrática, que, lo que más demostró tener, es una terquedad inquebrantable para ser reconocido como uno de los mejores presidentes que ha tenido el país, eso no lo decide él.
Entre otras cosas que “distinguen” al tabasqueño, la disolución del poder judicial le permitirá cumplir su sueño: imponer un régimen autoritario, sin tener contrapesos por los qué preocuparse, es esa su ambición. Sí, el expresidente siempre tuvo en mente hacerse de todo el poder, y con lo que ha logrado, no quiere soltarlo, y, a pesar de llamar a otros “vulgares ambiciosos”, al final demostró que no quería competencia.
La señora presidente, intenta bordear el margen del encargo del oriundo de Macuspana, para no molestar al morador del rancho más cuidado del país; por eso, quiere tomar con pinzas las instrucciones que le dejó aquél para aterrizar lo que quisiera hacer con plena libertad que le da la ventajosa condición de no tener que recurrir al convencimiento de nadie.
Es por eso que Sheinbaum habla como si quisiera resucitar a los muertos, solo para volverlos a matar enfrente de todos y sepultarlos de nuevo. Pues ¿De cuál oposición habla?, ¿del PRI, del PRD, del PAN, de Movimiento Ciudadano? ¿Cuál?, o ¿Por qué molestarse en hablar de Zedillo? ¿Calderón? O ¿García Luna?
Sí, únicamente para utilizarlos en su diatriba; aunque parece ser que, en su interior, la nueva titular del ejecutivo federal quisiera “mandarse sola”. El tan anunciado, con bombo y platillo “Plan México”, lo deja al descubierto, por traer necesariamente una carga indispensable de libre mercado, independientemente del impulso que pretende darle a la marca nacional.
El “Plan México”, de acuerdo a sus ambiciosos puntos, necesita apoyarse en el tratado de libre comercio que sostiene aún México con sus socios: Estados Unidos y Canadá; la presidente quiere cerrar los ojos ante lo que ya es evidente, la posición clara del presidente estadounidense, Donald Trump; así como el hecho de que ese mismo tratado será revisado en breve.
No va a obtener éxito la titular del ejecutivo únicamente intentando desacreditar a sus críticos, tampoco lo va a obtener por el hecho de presentar un plan en el que dice que México estará en el top ten de las economías del mundo; no es por decreto como se logrará su sueño, tampoco lo conseguirá por convocar, para la foto, a los empresarios que acudieron al llamado. Otros ya lo intentaron en su misma posición.
Peor aún, de la misma forma como quiso trabajar López Orador, lo pretende hacer Claudia Sheinbaum, en medio de divisiones e ignorando a la oposición; no desean convencer a nadie, pues se creen dueños de la verdad absoluta. Al primero, la terca realidad, más terca que él mismo, lo golpeó una y otra y otra vez, ¿qué le espera a la actual?
Poner la mira tan alto, cuando se han encargado de destruir todo indicio de democracia y contrapesos, piensa la presidente, ¿lograrlo así, sólo así? ¿Sin aceptar ni por casualidad los graves errores que han corrido por parte de esta, llamada afanosamente, cuarta transformación?
Insisten también, en hacer invisible la violencia que se vive en el país y que es herencia directa de la anterior administración, pues creció a niveles impensados, aunque no podía ser de otra manera, mientras el gobierno abrazaba a los delincuentes, éstos baleaban y extorsionaban a los ciudadanos. Ahora, para el ingreso de los 227 mil millones de pesos que asegura la mandataria como inversión foránea, porque así lo traza en su proyecto, ¿se dará sin especificar la forma en la que dará seguridad a los inversionistas?
¿Qué logrará la titular del ejecutivo?, ¿ella o cualquier otro que quiera imponer López Obrador? Ante el mundo, se presentan como demócratas y en los hechos, como tiranos. Lo que se ganarán es el repudio generalizado, como en este momento lo tiene bien merecido Nicolás Maduro, presidente, por la fuerza, de Venezuela.
Finalmente, ¿será el Plan México la respuesta que necesita el país para imponerse como una economía fuerte, capaz de acceder a los primeros lugares, cuando se hace frente a las políticas emprendidas por Donald Trump en economía y seguridad de la peor forma posible, minimizando los alcances que ésta tendrá y el impacto directo a los bolsillos de los mexicanos con la aplicación del 25 % en aranceles contra exportaciones mexicanas?, o ¿cree que alcanzarán los programas sociales tanto para mexicanos, como para los migrantes impedidos de alcanzar el sueño americano?
Claudia Sheinbaum no está midiendo bien lo que se le viene encima, y carece de personajes de alto nivel que puedan negociar con el gringo. No importa lo que diga la mandataria. Su posición nacionalista más que preocupar a la nueva administración de la Unión Americana le provocará otra cosa.