En los últimos años, la práctica regular de ejercicio me ha dado grandes satisfacciones. Un día, al término de una carrera de 10K, un amigo me preguntaba de qué tipo de corredor era yo, le contesté “De los buenos, claro”, “¿y en qué lugar llegas?” preguntó a su vez. Y mi respuesta… “Pues mira, he llegado en el lugar diez en mi categoría, en el 53 o en el 150, todo depende del número de participantes”. Mi amigo se sorprendió y me dijo “¡Uy! Si esos son los buenos, cómo serán los malos”. Mi comentario final: “Amigo, los malos ni siquiera se inscribieron a la carrera, no practican ejercicio y han preferido quedarse en su casa”.
Yo hago ejercicio por mi salud, para mejorar mi condición física, a veces, ciertamente, para mejorar mis tiempos. El ejercicio me hace sentir bien y la competencia contra mí mismo, contra nadie más, me llena de satisfacciones. El problema sería que, a mi edad intentara compararme con atletas, peor aún con competidores profesionales o de élite. Lo mismo sucede en la política. Cada persona debe saber que la competencia es en primer término consigo misma, por formar un capital político y construir su propia marca, las condiciones que hacen una diferencia entre cada persona política, incluidas, desde luego, las mujeres.
Flavia Freidenberg, coordinadora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina y Red de Politólogas, nos dice en su artículo Sin mujeres no hay democracia, que en países que se llaman demócratas muchas mujeres siguen siendo invisibles y que la falta de igualdad de género llega a tener un costo de 10 billones de dólares anuales. Las barreras -dice-: “no sólo son el reflejo de diferencia de capacidades o de esfuerzo, sino de asimetrías de poder históricas que distorsionan la competencia política”.
Estoy convencido que destacar en el ámbito político, independiente del género, es la posibilidad de convertirse en líderes para cambiar el mundo en el que dominan los hombres. Felipe González, expresidente de España, dice que hay líderes que tienen principios, son predicadores que no dan trigo, de discursos dogmáticos, mantas, pero sin propuestas. Hay también líderes que tienen ideas, pero no tienen principios, son como una coraza sin aportar soluciones. Hay líderes que no tienen ideas ni principios, son inteligentes capaces, y hasta eficaces, más bien oportunistas de la política, por eso pueden cambiar de partido muy fácilmente, diría yo, son útiles, pero sólo en función de sus intereses.
Pero tenemos líderes que tienen principios e ideas, tienen los pies en la tierra, sus ideas son factibles de ponerse en práctica; son capaces de tomar decisiones y son impredecibles. En mi opinión, así deben ser las lideresas que impulsemos para que dirijan una sociedad tan compleja como la nuestra. Quiero hacer énfasis en que no debemos perder de vista que, en el camino de construir liderazgos, hace falta que las personas tengan virtudes que son necesarias para destacar aún más en la política. Una virtud, por definición, es una cualidad buena, firme y estable, que se perfecciona con la inteligencia y la voluntad, es ejercer su libertad y tener un gozo al realizar acciones excelentes.
Varias virtudes son necesarias de cultivar. Mencionaré algunas. La empatía, la capacidad de ponerme en el lugar del otro, de ser ejemplo y dejar un legado. El altruismo, el esfuerzo para mejorar la vida de otros. La superación, hacer mejor las cosas de como se han hecho, si quieres superar a otros tienes que vencer los celos y las envidias. El servicio, como necesidad básica de contribuir en lo que somos capaces y que el otro necesita. La creatividad, rasgos de carácter, potencial de cada una, en su campo, innovando a partir de qué se ha hecho anteriormente. La confianza, primero en cada una, luego aprender a confiar en los demás y finalmente ser dignos para que los demás confíen en uno. La gratitud, aportar mejoras en la vida, en los aspectos mental, emocional y espiritual, para disminuir nuestro déficit de gratitud. Y finalmente, la fortaleza interior, a veces experimentar dolor, como de parto, pero sabemos que esto da frutos y genera nueva vida.
Y aquí mi mensaje para ustedes, respetadas lectoras, es tiempo de poner manos a la obra. Es tiempo de cambiar lo que va mal, de poner en práctica las ideas y principios a la causa de ustedes mismas. Tiempo de ser rebeldes sí, pero consigo mismas, rebeldes frente a cuanto no les gusta de la sociedad y del mundo y rebeldes frente a las circunstancias que les dificultan el avance del proyecto que cada una construye. Así, la competencia debe ser para tener más virtudes, destacarse por las ideas, por la energía, por los principios que tiene cada una y que sólo ustedes pueden defender.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.