El pasado noviembre Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de Morena, daba a conocer que presentará una reforma fiscal, cuya finalidad, decía, será mejorar la distribución de la riqueza, en busca de una sociedad más igualitaria. Lo cierto es que en los gobiernos de “izquierda” es una tendencia generar programas de carácter redistributivo, léase programas sociales, con la finalidad de mantener la popularidad de los titulares del ejecutivo, mientras se posterga la inversión en infraestructura.
Sin duda, dada la fragilidad de las finanzas públicas, en el futuro inmediato será más que obligado hacer una reforma fiscal, y el discurso de los gobernantes apelará a la necesidad de disminuir la desigualdad que no se limita a aspectos económicos. Ahora bien, no olvidemos que en 2024 el PIB nacional creció únicamente 1.2% y que hoy la riqueza nacional es similar a la que teníamos en 2017, es decir, retrocedimos siete años. Por su parte, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) informa que el PIB per cápita se estima en $192,710.00 anuales. También se deben considerar aspectos sociales, como la esperanza de vida, que para nuestro país es de 75.3 años y para el Estado de México muy similar, de 75.7 años.
En nuestro país la situación de la pobreza es grave. Mientras que el gasto en los programas sociales creció en 30 % los primeros cinco años de López, la pobreza extrema no ha disminuido y 46.8 millones de personas (36.3% de la población) siguen en pobreza. Además, 50.4 millones de personas, que representa el 39.1 % de la población, no tiene acceso a servicios de salud.
La parte no suficientemente discutida es la pobreza laboral. Según el reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en el tercer trimestre de 2024 el 35.1% de la población se encontraba en situación de pobreza laboral, es decir, el ingreso de 45.6 millones de personas, no era suficiente para alimentar a todos los miembros de la familia ni para darles educación y transporte.
Carlos Elizondo Mayer-Serra, en su libro Los de adelante corren mucho, establece que el proyecto comunista terminó secuestrado por la élite burocrática que se convirtió en la dueña de los nuevos privilegios. Esta élite, conformada por quienes gobiernan, sindicatos, asociaciones de empresarios, académicos y partidos políticos, concentra gran proporción de la riqueza y por lo tanto del poder. El origen de su fortuna es la relación con el gobierno y una oligarquía, que llega para enriquecerse, controla el poder. Se forma un círculo, desde el poder se acumula riqueza y con ella la capacidad de influir en el poder transciende al puesto gubernamental. Esta situación, aunada a la debilidad institucional, permite a la vieja élite defender sus privilegios y a la nueva hacerse de una fuente de recursos y poder con bastante rapidez. Así se explicaría el no desafuero de Cuauhtémoc Blanco o la impunidad de Rubén Rocha Moya.
Por su parte, Alex Kaiser en su libro La tiranía de la igualdad diferencia la igualdad de oportunidades de la igualdad de resultados. Kaiser plantea que es necesario que ninguna persona tenga mayor oportunidad que otra, en esto debe haber igualdad. Para “los izquierdistas” la consigna ha sido nivelar de arriba para abajo, es decir, hacen más pobre a la clase media. De paso un estado socialista también genera desigualdades cuando elige a los beneficiarios de sus programas sociales en detrimento de otros que quedan fuera.
Yo lo equiparo a una carrera de 10K. Lo importante no es que todos salgan iguales (al mismo tiempo), sino que en el trayecto se brinden los apoyos necesarios para igualar a los competidores y permitirles llegar a la meta todos juntos. Ese debe ser el objetivo del gobierno: mejorar las oportunidades para todos e impulsarlos para que vuelen lo más alto posible, que tengan circunstancias de vida más atractivas, sean más inteligentes y más fuertes.
La falta de trabajo es la principal causa de desigualdad. El gobierno debe enfocarse en crear infraestructura para la creación de empleos para el mayor número posible de personas. Empleos que generen riqueza, bien pagados y con buenas prestaciones. Es pertinente flexibilizar la legislación laboral y reducir la carga impositiva sobre los trabajadores. Así, el gobierno puede fortalecer sus programas sociales para quienes requieren un empujón mayor, quienes tienen mayores problemas para salir de la pobreza. Se trata de fomentar las aspiraciones de todos. La meta así dicha debe ser concentrarse en disminuir la pobreza, en especial la laboral, y no precarizar la vida para manipular conciencias y controlar a las mayorías.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.