Pablito Gómez y el sistema electoral
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Publicado en Opinión

Pablito Gómez y el sistema electoral

Viernes, 15 Agosto 2025 00:00 Escrito por 
Agenda Sindical Agenda Sindical Carlos Carral

Con Morena, los discursos son a modo y dependiendo del momento en el que se encuentren; bueno, de hecho, la verdad es que así ha sido siempre con todos los partidos y gobiernos en turno, pero en el caso del partido en el poder, el asunto se mira más grotesco, porque se llenan la boca de decir que ellos son diferentes. Otra verdad que hay que reconocer es que el sistema de partidos y, por tanto, el electoral, ninguna posibilidad de cambio tiene sobre el status quo.

Para entender un poco el chiste y ver que se cuenta en efecto solo, necesitamos comprender qué está detrás de la democracia liberal y, por tanto, detrás del sistema electoral y del sistema de partidos; los ideales de libertad, igualdad, seguridad y propiedad son los que han delineado, desde el triunfo de la Revolución Francesa, el sistema económico, político y social en el que vivimos, al grado de que partidos van y partidos vienen en el ejercicio del poder, y la dinámica es la misma, con algunos cambios de tipo cosmético, pero sin ninguna diferencia de fondo, a pesar de que en campaña los candidatos ganadores hayan prometido todo lo contrario a lo que hacen cuando están en el poder.

Ideológicamente, y partiendo de lo anterior, los partidos políticos son, en esencia, lo mismo, sin importar que se digan de derecha o izquierda. La razón es que, por ley, pero también por el proceso ideológico en el que se han formado sus dirigentes y militantes, como parte de una sociedad con una visión de mundo estandarizada, han sido programados, junto con todos los demás miembros de la población, para creer en esos cuatro ideales y derechos fundamentales de la democracia liberal. Y partiendo de que en esta realidad 1+1 siempre será 2, no hay que ser muy sabios para entender por qué siempre se llega a resultados similares.

Y la verdad es que no es sencillo salir de ese diseño. Es muy complicado pensar en un sistema en el que se pudiera restringir o anular la idea de libertad; también es impensable hacer lo mismo con el ideal de igualdad, y pensar en abolir la idea de seguridad representa extinguir al Estado mismo. Y ni qué decir de la idea de propiedad: en este modelo, hasta los que no la tienen la defienden, un diseño que se encuentra contenido en la Constitución y, por tanto, en todo el sistema jurídico e institucional.

Con la idea de libertad se justifica que debamos participar en los ejercicios “democráticos”; al final del día lo hacemos en ejercicio de nuestra libertad y, con la misma, manifestamos nuestra voluntad para elegir de las opciones partidarias que nos ofrecen, opciones que fueron constituidas y avaladas por la autoridad estatal, siempre y cuando hayan acreditado de manera previa que sus estatutos y declaración de principios reflejan el respeto y la promoción a los ideales de la democracia liberal contenidos en nuestra Ley Fundamental.

Así, hay dos candados para que nadie nos podamos salir de este diseño: uno ideológico, donde es esta visión la que, desde la temprana infancia, aprendemos sin darnos cuenta, con la que se nos enseña a reconocer a este sistema como la única realidad posible; y, por el otro, el candado legal, que nos impone desde las instituciones la obligación de no ir en contra de este andamiaje de derechos e instituciones.

No es coincidencia, como podemos ver, que no haya candidatos que propongan, por ejemplo, una reforma que nos lleve a transitar a un régimen parlamentario, o que se proponga la creación de partidos políticos que planteen la abolición de la propiedad, la obligación de la formación política de los ciudadanos para ejercer la igualdad que el sistema dice ofrecernos, entre otras tantas iniciativas que se pudieran emprender para ejercer una verdadera libertad orientada al ámbito político de nuestra sociedad.

La iniciativa de reforma electoral lanzada desde el actual gobierno no representa ningún cambio; es solo un excelente pretexto, igual al de la reforma judicial, para que el grupo en el poder se termine de adueñar de los espacios de toma de decisiones que aún no ocupan sus afines. Una tarea que le ha tocado materializar a Pablo Gómez Álvarez, un vividor del discurso social y la democratización del país, que en su haber político ha ocupado diversos cargos, principalmente de representación proporcional o plurinominal, además de otros tantos de nombramiento directo.

Resulta bastante ilógico que Pablo Gómez Álvarez señale al sistema electoral de farsante —lo que es verdad—, pero no en boca de él, ya que cuando pudo acceder, en diversas ocasiones, a una curul por la vía de la representación proporcional o cuando pudo ocupar un cargo partidario, ahí no le pareció tan farsante o caduco este sistema que le ha permitido vivir del presupuesto con bastante comodidad.

Hoy, quienes acusan al sistema de partidos de corrupto, caduco, superado y farsante, como dice Gómez Álvarez —Luisa María Alcalde Luján, entre otros—, en el pasado no lo vieron así y vivieron de la representación proporcional, momentos en los que el sistema les pareció seguramente adecuado y necesario, al grado de que también, apelando al peso específico de cada partido político, participaron en el nombramiento de sus afines en cargos de las Consejerías en el Consejo General del INE y sus similares estatales, así como en la integración de los Tribunales Electorales.

Dirán que para evitar ello impulsaron la reforma judicial, pero si creen tanto en el criterio del pueblo bueno y en el necesario ejercicio de su derecho a elegir, no entendemos por qué impulsaron su estrategia de “acordeones” en la elección de jueces, magistrados y ministros, algo que hubieran satanizado hasta el hartazgo en el pasado si lo hubiera hecho el PRI o el PAN, que también hicieron de las suyas, empezando por corromper y cooptar desde 1977 a la oposición política del país, que al día de hoy ha logrado acceder al ejercicio del poder.

No hay cambio. Cualquier cosa que pretendan proponer y aprobar desde el gobierno en el ámbito electoral tiene jiribilla, y lo único que busca es, justificando cualquier resultado desde la idea del ejercicio de la libertad del pueblo bueno, anular la posible presencia de la oposición bajo el principio de representación proporcional o representación de las minorías y, desde luego, la validación de la existencia de un discurso único: el del “bienestar”.

Hoy no hay ni addendum ni addenda, esta entrega fue más voluminosa de lo esperado.

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Abogado postulante y miembro de la Escuela para la Formación Política y Sindical A.C.

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Carlos Carral

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