Cuando somos adolescentes, nadie nos advierte que las películas de Disney no son documentales. Crecemos creyendo que el amor verdadero llega como una bendición mágica: aparece el príncipe que te rescata del tedio, la chica perfecta que te completa, la historia que termina con hijos, camioneta, casa con jardín y domingos familiares viendo películas. Fin. ¿Y el desarrollo emocional? ¿Y el despertar interior? ¿Y las sombras?

Nadie te cuenta que esa fantasía es solo eso: una ilusión creada por un sistema que necesita que sueñes con lo perfecto para que no cuestiones lo real.

La realidad es otra: no atraes al amor de tus sueños, atraes al amor que refleja tus heridas.

Sí, lo que no has sanado en tu mente y en tu corazón se manifiesta en forma de pareja. Lo que no resuelves, lo repites. Una y otra vez. Hasta que aprendes. O te cansas.

Por eso, al principio parece un cuento: te topas con alguien encantador, el famoso "príncipe" o la mujer de ensueño. Pero, con el tiempo, el hechizo se rompe… y se transforma en rana. O peor: en espejo de tus propias sombras.

Y entonces llega la pregunta inevitable:
¿Por qué sigo atrayendo personas que sacan lo peor de mí?

La respuesta no es romántica. Es real: porque tienes cosas por sanar. Porque lo que no ves en ti, lo verás reflejado en el otro. Porque la pareja no viene a darte lo que te falta: viene a mostrarte lo que te duele. Es un termómetro emocional, un espejo brutal pero perfecto para que decidas —de una vez por todas— lo que ya no estás dispuesta a vivir.

Y esto no pasa a la primera. A veces necesitas repetir patrones varias veces hasta que dices “basta”, hasta que entiendes.

El problema no es el amor.
El problema es desde dónde eliges amar.

¿Desde el vacío?
¿Desde la carencia?
¿Desde el miedo a quedarte sola?
¿Desde las prisas de tu reloj biológico?
¿Desde la necesidad de que alguien te salve de ti?

Cuando eliges desde la necesidad, lo que obtienes es otra forma de sufrimiento disfrazada de compañía.

Porque el amor de verdad no llega a completarte.
Llega cuando tú ya estás completa.
Cuando no lo necesitas.
Cuando no estás buscando que te rescaten, sino que te acompañen.

El amor real no te anestesia. Te despierta.
No te hace olvidar quién eres. Te lo recuerda.

Y sí, a veces dolerá. Porque para amar de verdad hay que mirar hacia adentro.
Pero una vez que te eliges tú, eliges diferente.
Y entonces aparece otra clase de amor:
El que no necesita prisa.
El que no tiene miedo a ser honesto.
El que construye, no consume.
El que sostiene, no se escapa.

VUELVE A TI ANTES DE BUSCAR AL OTRO.

En Lux Aurea Signature, te acompaño a sanar desde la raíz para que puedas amar desde la plenitud.
El amor verdadero empieza por el amor propio… el único que nunca debería faltarte.

Marcela Hernández Montiel
Terapeuta holística e integrativa

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