La asistencia social, básicamente se refiere al intento de solucionar problemas de diversa índole, con el afán de mejorar las condiciones de vida de las personas, con el objetivo de que todos los integrantes de la sociedad gocen de los mismos derechos y oportunidades para abatir la desigualdad que se presenta en los sectores más desfavorecidos y poder satisfacer sus necesidades básicas.
Esta asistencia se desarrolla a través del Estado, de organizaciones no gubernamentales (ONG), y se ha ampliado a otras instancias, puede aplicarse a la educación, asistencia médica, alimentaria, entre muchos otros. Sin embargo, desde hace mucho tiempo, es el Estado que ha pretendido ejercer un monopolio en esta materia; la razón es por demás obvia, capitalizar los beneficios para que los ciudadanos sientan agradecimiento y compromiso por la recepción de los mismos.
Lo que conlleva a una relación perversa y clientelar que motiva una captación de votos para beneficiar a los candidatos que surjan del partido en el gobierno, y que le dio la posibilidad al PRI de mantenerse durante muchas décadas disponiendo de la gran mayoría de cargos de elección popular, favorecido por esa relación de compromiso y promesa mutua.
Hasta que la oposición aprendió de esta condición, y ese beneficio asistencial se diversificó, fue entonces cuando desde cualquier posición se buscó atraer a los supuestos beneficiados para tenerlos como base de votos cautivos, siempre ofreciendo un beneficio, siempre esperándolo por parte de los ya acostumbrados a recibirlos.
Sin embargo, la asistencia social, en el momento que ha perdido su naturaleza, se alejó de su razón de ser, lo que ha reducido su concepto al de una triste relación de mercado o lo que algunos han dado por llamar la compra del voto, pero en realidad, ¿quien es responsable de que tan noble acción se haya prostituido?
Nuestro sistema, que privilegia la asistencia social como pretexto de la necesidad de los menos favorecidos, cuando en el fondo la realidad es una perversa búsqueda a como dé lugar de atraer al mayor número de beneficiados para seguir viviendo a costillas de todos los contribuyentes y ese reducido grupo en donde se encuentran todos los partidos políticos, las diferentes cámaras, que componen el poder legislativo, el judicial, así como el poder ejecutivo.
El beneficio a la sociedad es mínimo y es demasiado caro lo que pagamos por ello y ahora hay quien cree ser el padre del nacimiento de la asistencia social, porque reclama su paternidad, pero es de todos, y en muchas ocasiones esa condición limita a otras responsabilidades que tiene el Estado en su conjunto, de atender y resolver, porque para ampliar la gama de programas sociales, se reduce el recurso destinado a otros conceptos.
Un ejemplo, de entre muchos, es la seguridad. Por principio de cuentas, en donde debería estar más fortalecida la comunidad, paradójicamente representa lo más sensible y débil; la policía municipal es demasiado corruptible, provocada por los muy bajos ingresos de los elementos que prestan sus servicios para dicha labor, así como la exigencia de sus mandos para “aportar” en su beneficio o de otros algún recurso.
Pero no es exclusivo de ésta, prácticamente es un concepto universal de los cuerpos de seguridad en México, y es cuando viene la reflexión, ¿para qué se paga tanto a un sector tan improductivo? Una de las cosas que se deben considerar es, si fuera efectivo lo que se gasta en este rubro, entonces ¿por qué se ha vuelto tan necesario contratar seguridad privada?, que de hecho, se ha vuelto el gran negocio, pero tampoco garantiza la seguridad.
Éste es tan sólo un ejemplo que muestra la indiferencia de quienes deberían poner puntual atención en resolver; sin embargo, tenemos más partidos políticos, los mismos diputados, senadores, con el grueso de burocracia y con salarios exorbitantes de todos ellos, los cuales representan un insulto para los menos afortunados que de hecho, es la gran mayoría, que de atender lo que urge a la sociedad.
Ahora bien, en lugar de buscar llevar a este país a un desarrollo económico, con una visión progresista y de proyección mundial; se ha privilegiado por los cuatro candidatos a la presidencia de México, uno más que los demás, a la permanencia y ampliación de los programas sociales, cuando la apuesta debería proyectarse en generar las oportunidades y espacios para el crecimiento y multiplicación del sector productivo, en lugar del pasivo.
¿El resultado? Una sociedad acostumbrada a ver los programas sociales como algo muy normal, sin cuestionar, a menos que sea para reclamar uno de ellos o la continuidad de otros, pero, ¿en realidad se beneficia a quien lo necesita? Hay programas que se enciman unos con otros, los hay beneficiados de todos ellos.
Pero cuándo se va a atender y a dar capacitación para ser emprendedores, mejorar la educación, la cultura, el deporte, no llegaremos a ningún lado de esta manera y, de acuerdo con el resultado de las diferentes encuestas y de las promesas de los que pueden ser considerados punteros en las preferencias electorales, nada cambiará en México, seguiremos manteniendo a ese grueso de privilegiados y la sociedad quedará enclavada en esto que somos y en unos cuarenta años después de hoy, seguiremos igual, a menos que algo extraordinario suceda y finalmente que la sociedad se ponga de acuerdo, mientras tanto, no hacerlo, la convierte en cómplice.