Discursos distintos para visiones distintas: de un lado, la denuncia y exigencias de acabar con la “cultura del privilegio”, esa que ha llevado a la concentración de la riqueza en unas cuantas manos (el triste y truculento “1 por ciento”), y otra que ve avances en las últimas décadas gracias a “reformas” que, curiosamente, agudizaron ese acumulamiento y la brecha entre ricos y pobres, es decir, la desigualdad.
En fechas recientes, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) dio a conocer un documento denominado “La ineficiencia de la desigualdad”, donde censura esa “cultura del privilegio” que ha profundizado la situación, y llama a acabar con ella.
En días pasados, en una reunión que se publicitó para no incendiar más la pradera con escaramuzas entre los llamados “traficantes de influencias”, “minoría rapaz” (representantes o miembros del “1 por ciento”) y “profetas locos”, “mesías populistas desbocados”, los primeros, bajo el marbete de “Consejo de Hombres de Negocios”, tímidamente reconocieron (ofendidos por supuestas injurias), deficiencias (que han permitido un estado de “castas”, no de élites siquiera) pero siguen aferrados al discursos neoliberal de las “reformas” que, según ellos, han permitido avances en el país.
El estudio de la Cepal es tan lapidario como contundente: la desigualdad de renta y de riqueza potencia la desigualdad de oportunidades y apenas da margen al crecimiento. Así, afirma que entre los años 1980 y el 2016 (la época luminosa del neoliberalismo y su Ogro Salvaje) el 1 por ciento más rico concentra entre 16 por ciento y el 22 por ciento de la riqueza total, cuando el 75 por ciento más pobre no llega al 10 por ciento.
Se dirá que la Cepal esta hablando de manera global, es decir, de toda América Latina, pero el caso es que, obvio, México forma parte de ella y comparte estos resultados. Y de esto casi no se ha hablado en nuestro país, quizás porque el estudio lo dio a conocer Alicia Bárcena, jefa de la Cepal, propuesta como posible embajadora de Mexico en la ONU si gana “ya sabes quien”.
“América Latina tiene dos problemas: la falta de productividad y la desigualdad, que es el problema de fondo, porque en nuestra región prevalece la cultura del privilegio, que naturaliza la desigualdad y hace que la gente sea discriminada por raza, por género, por religión, por estado socioeconómico”, dijo Bárcena a un rotativo europeo.
“La corrupción, la evasión fiscal nos está matando, y todo esto resulta de la cultura del privilegio”, expresó, y dijo que “llegó la hora de terminar con la cultura del privilegio… Movámonos hacia la cultura de la igualdad porque una sociedad igualitaria es también una sociedad mas productiva. La desigualdad es ineficiente, es mala económicamente, no sólo éticamente”.
¿Qué dice, en cambio el “1 por ciento”? Que todo está encaminado para aterrizar en el paraíso:
“Vemos la historia de un México que a pesar de sus grandes dificultades ha logrado avances importantes en las últimas décadas. Avances sin duda insuficientes, pero en la mayoría de las dimensiones vemos avances, no retrocesos.
La esperanza de vida al nacer aumentó 15 años en las últimas 4 décadas, la mortalidad infantil cayó 84% en el mismo período, los años de escolaridad promedio de la población casi se triplicaron desde 1970 (pasando de 3.4 años de escolaridad en 1970 a 9.2 años en 2016). Nuestra economía también es más sólida y está más diversificada. Llevamos 18 años con tasas de inflación de un dígito.
Nuestras exportaciones se han más que triplicado desde 1994, y el 83% de éstas son manufactureras. Además, en los últimos 5 años se han creado más de 3.4 millones de empleos formales, y han ingresado al país 163,157 millones de dólares de inversión extranjera directa”.
Hasta aquí parte del texto, donde, en medio de algunas verdades, se soltaron graves mentiras, como esa de que “nuestra economía es más sólida y está más diversificada (por eso están temblando ante los dislates telecianos de Trump, mostrando la dependencia comercial; defendiendo además el perfil de monopolio de las oligarquías y su cerrojo neoliberal).
La contrariedad de los avances: “Sin embargo, también vemos que la pobreza de ingreso, tanto la alimentaria como la de patrimonio, solo han bajado marginalmente en los últimos 25 años. Vemos que el crecimiento del país ha sido desigual y que, aunque ha aumentado la escolaridad, la mitad de los jóvenes mexicanos no logran desarrollar lo suficiente su habilidad matemática y su comprensión lectora. Y vemos con preocupación la historia de constantes actos de corrupción, y padecemos, al igual que el resto de la población, de robos, asaltos y vandalismo.
Nos duele la historia de un México donde es asesinada una persona cada 18 minutos y donde la mayoría de esos asesinatos quedan impunes”.
El remate es de antología: “Estamos conscientes de que quedan muchas cosas por hacer, pero reconocemos que los avances logrados no serían posibles sin las reformas de los últimos 20 años”.
Por ello, llaman a no cancelar la reforma educativa, la reforma energética y el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; es decir, justo las que han venido a coronar esa cultura del privilegio denunciada por la Cepal y que se ha instalado en el país, tratando de fomentarla como “algo natural” y de gran beneficio para el país (ajá).