Anaya, apostándole a meter a Peña a la cárcel; Meade, claro en sus diagnósticos pero dentro del paradigma del régimen
Evidente fue la preparación de los cinco candidatos en los temas abordados en el tercer y último debate presidencial; pero hubo un solo denominador entre los cinco: las omisiones y el uso faccioso de datos para atacar a la competencia.
El puntero, López Obrador, combativo pero sin sustentos estadísticos ni prospectivas temáticas, salvo cuando sacaba a colación su ventaja en las encuestas; el mayor recurso por el que apostó fue recalcar la necesidad de un combate frontal a la corrupción, problema al que le atribuyó la pobreza y la falta de crecimiento en el país. En pocas palabras, nada nuevo.
Su gran momento fue cuando afirmó que en los centros de salud no hay medicamentos. Ni una réplica tuvo.
Todo lo contrario cuando le tocó exponer sobre el uso de energía renovable: aire, sol y agua; árboles frutales y maderables. ¿Es en serio?
El acierto de Anaya fue el argumento de que el mejor programa social es el empleo bien remunerado, como remate del actual uso electoral de los programas asistenciales que solo moderan la pobreza.
Como siempre, tuvo los suficientes recursos de apoyo para soportar sus dichos, no obstante, dedicó parte de sus intervenciones en asegurar que de llegar a ser presidente, pondrá en el asiento de los acusados a Peña Nieto y sus cercanos colaboradores.
Meade pudo bien ahorrarse la porra a la selección; lo hace ver necesitado de pueblo. No obstante, fue el que mejor controló diagnósticos y prospectivas. Lástima, porque en su última oportunidad frente a una incomparable audiencia, no pudo romper, siquiera por estrategia, romper su cinturón umbilical.
El Bronco, creo que como gobernador de Nuevo León ya escaló a la mayor posición que merece. Fuera de ahí, denota falta de seriedad y de proyecto; pura ocurrencia.
Acertó al mencionar qué hay muchos flojos en el país que sostienen y justifican las políticas asistencialistas. También hubo luces al abordar el tema del cuidado del planeta y cambio climático. Pero hasta ahí.
Difícil decisión tenemos los mexicanos, sobre todo aquellos que no militamos en ningún membrete.