Andrés Manuel López Obrador se convierte en el primer presidente de izquierda desde el cardenismo y en el más votado por los mexicanos, luego de tres décadas de gobiernos corruptos y de una clase política beneficiada por la alternancia en el poder que, aliada con el uno por ciento más rico del planeta, se distanció de una sociedad convulsionada por la miseria, la inseguridad y la violencia.
De acuerdo con las tendencias electorales, por el presidente electo votaron más de cinco de cada 10 mexicanos que han expresado tener la esperanza de convertir a México en un país digno, con oportunidades en educación, empleo, desarrollo social y, sobre todo, el poder convivir en un ambiente de paz y tranquilidad.
También hay que admitir que el sufragio a favor del político tabasqueño es una forma de castigo hacia el PRI y el PAN por encabezar gobiernos envueltos en frivolidades, responsables de la inseguridad y la muerte “colateral” de más de 200 mil personas; envueltos en escándalos de corrupción vergonzante por enriquecimiento y uso ilícito de los recursos del erario, además de ser promotores de reformas neoliberales que han golpeado a la mayoría de los mexicanos.
López Obrador llega a la Presidencia de México tocando las fibras y los temas más sensibles del pueblo mexicano, frente al cual ahora tiene una enorme responsabilidad, no sólo por las expectativas que ha generado, también porque la gente quiere un cambio verdadero y el cumplimiento de sus promesas de campaña: mejorar las pensiones, garantizar a todos los jóvenes el derecho al estudio y al trabajo, igualdad de oportunidades y combatir la inseguridad en el país.
Las expectativas son grandes y los retos por venir mayores. Por lo pronto, López Obrador anunció una modificación al artículo 102 de la Constitución, a fin de que pueda ser juzgado el presidente de México por delitos de corrupción. Claro está que la iniciativa se presentará una vez conformado el Congreso de la Unión, en septiembre próximo, donde su coalición Juntos Haremos Historia (Morena, Partido del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES)), se llevó el carro completo en el Senado y en la Cámara de Diputados y dejó en un segundo lugar a la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) y hundido en un tercer sitio al PRI, PVEM y Panal.
A la palestra ya salió quien será su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, para señalar que con la mayoría en el Congreso se buscará reformar el sistema de pensiones ya entrado el sexenio que iniciará el primero de diciembre de 2018, además de que, a propuesta de las organizaciones no gubernamentales, se creará una especie de “consejo fiscal” apartidista para cuidar las cuentas de la segunda mayor economía de Latinoamérica.
Igual que López Obrador, Urzúa también ha anticipado que se mantendrá la disciplina financiera y fiscal para dar seguridad a los mercados, pero se revisará la política en materia energética, algo realmente necesario para reactivar a Petróleos Mexicanos (Pemex), cuya producción ha venido decayendo por corruptelas y políticas entreguistas de los gobiernos saliente y anteriores.
El desempeño y compromiso de López Obrador de promover una reconciliación nacional, impulsar la democracia y erradicar la plutocracia, gobernar con y para el pueblo, dando prioridad a los pobres, será vigilado por sus opositores, pero también por más de la mitad de los mexicanos que votaron a su favor en el país, porque no entregaron un cheque en blanco.
