Escribo desde un noveno piso, disfrutando del atardecer, aislada de lo caótico que puede parecer esta ciudad; me dicen que Insurgentes es la segunda avenida más larga de América Latina, sólo después de la 9 de Julio en Buenos Aires.
Sus casi 29 kilómetros cruzan de norte a sur la CDMX. Desde donde estoy puedo disfrutar del valle que le rodea y alcanzo a vislumbrar el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl. En esta extraña tranquilidad escribo sobre el “Encendido del Fuego Nuevo”, tradicional ceremonia que tuve oportunidad de presenciar, hace unos cuantos días, desde el corazón de la Zona Arqueológica de Teotihuacán, Estado de México.
Dominar el fuego se considera uno de los grandes logros de la civilización y, desde la antigüedad, se ha constituido en uno de los elementos simbólicos de las justas olímpicas. En memoria de los Juegos Olímpicos Antiguos, el Comité Olímpico Internacional aprobó hace casi un siglo reintroducir la “llama olímpica” y, junto con ello, incorporó el recorrido de la antorcha, el cual inicia con el encendido del fuego en Olimpia, Grecia y finaliza con el encendido del pebetero en la ciudad sede de los juegos cada cuatro años.
En Latinoamérica se lleva a cabo el “Encendido del Fuego Nuevo”, para dar inicio a los Juegos Panamericanos, así como a los Centroamericanos y del Caribe. Teotihuacán es el lugar donde nace el fuego, aquí se recupera el ritual mexica para simbolizar el inicio de un nuevo ciclo, lleno de alegría y de esperanza.
Nunca había tenido la oportunidad de vivir esta ceremonia, más de cuatrocientos danzantes hacen vibrar La Calzada de los Muertos en pleno corazón del sitio arqueológico de Teotihuacán. Las pirámides del Sol de la Luna enmarcan el ritual; un ritual lleno de energía, de historia, de identidad. Con esta ceremonia se celebra la hermandad latinoamericana.
En esta ocasión nos unimos todos en un abrazo fraterno para dar inicio al recorrido de la antorcha que encenderá el pebetero en Barranquilla, Colombia, para dar inicio el próximo 19 de julio a los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Escribo y mientras escribo, revivo el momento, ese momento en donde me sentí iluminada por el Quinto Sol, abrevando por un momento la cosmogonía y pensamiento del mundo prehispánico. Yo no corro en ningún tipo de justa deportiva, pero eso sí, me quedo con ese nuevo fuego, con ese nuevo ciclo, uno lleno de energía e inundado de luz.
