Coacalco/Estado de México
Es indispensable que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) elabore un catálogo de las zonas arqueológicas encontradas en distintos puntos de la Sierra de Guadalupe y, en forma conjunta, autoridades, agrupaciones civiles y la sociedad en general las procuren, esto ante el pillaje perpetrado en las mismas y que ha reducido hasta en un 20 por ciento la riqueza hallada en esos lugares.
En esos termino se expresó la arqueóloga María de la Asunción García Samper, quien destacó que el saqueo y la devastación han continuado, no obstante que desde la década de los años 70 se han venido denunciado.
La investigadora estuvo en el municipio de Coacalco para presentar el libro “La Sierra de Guadalupe Tonantzint Cuautlicue”, obra que realizó en coautoría con Norma Escobedo Altamirano, Juan Aguilar Cuevas, Hugo Monroy Luna y Beatriz Ortega Pineda, especialistas en geología, medio ambiente, biología y representantes de la sociedad civil.
En la obra, el grupo interdisciplinario da a conocer la problemática del parque estatal, así como la gran riqueza cultural que ofrece en materia arqueológica, biótica y ecológica.
Los investigadores destacaron que ante la depredación ha que ha sido sometida la Sierra de Guadalupe y no obstante los trabajos de rescate, es preciso reforzar acciones para preservarlo y requiere del concurso de las autoridades, de empresarios, de organizaciones no gubernamentales y de toda la ciudadanía.
Durante la rueda de prensa, se expuso que el saqueo y la devastación de zonas arqueológicas halladas en el parque estatal continúa. Se resaltó el caso de Ecatepec, donde primero fueron las inmobiliarias las que sepultaron asentamientos prehispánicos para desarrollar viviendas, como el fraccionamiento Izcalli Ecatepec, pero ahora son coleccionistas los que están depredando el patrimonio cultural.
García Samper refirió las desapariciones de un adoratorio prehispánico, “donde se sacrificaban niños y niñas”, ubicado cerca de las antenas que están en el cerro del Chiquihuite, esto en territorio la delegación Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México, así como la de la famosa Maqueta, en el municipio de Coacalco, en el Estado de México, donde se comprobó la existencia de un Teocalli y una plataforma, misma que se podía observar “mirando a Cuamilpa”.
“Están las fotografías que prueban que ese sitio estaba en Coacalco, pero ya desapareció”, sostuvo arqueóloga, y dijo que lo mismo sucedió en las cuevas de Tulpetlac, en Ecatepec, donde se encontró una piedra con la figura de un mamut, pero “la destruyeron”.
A esa lista se suman casos de deterioro, como la cueva de los Tecotines, en el cerro del Ehéctal, en San Cristóbal, centro de Ecatepec, que contiene el grabado de “Tlahuizacalpantecutli” (Lucero de la mañana), imagen que se ha ido destruyendo durante más de 40 años ante el contacto de las personas.
“Todos estos sitios, y muchos otros que fueron hallados de manera fortuita desde 1987 hasta 1992, han sido saqueados y/o destruidos, de ahí la necesidad de que el INAH haga un catálogo, y las autoridades y toda la sociedad procuren su conservación”, dijo García Samper.
En tanto, dirigentes de agrupaciones ambientalistas y de la sociedad civil, entre ellos Víctor Zendejas Orozco, Lucy Vázquez Córdoba y Beatriz Ortega Pineda, sostuvieron que a estas alturas ya no es posible hacer de le Sierra de Guadalupe una zona de importancia arqueológica, tal como se hizo en Malinalco o el Templo Mayor, porque la avaricia de las constructoras y el apoyo que tuvieron de los gobiernos se impuso, pero es vital rescatar y conservar lo que queda.
“La Sierra de Guadalupe tiene una importancia no sólo ecológica y por la gran diversas de especies que alberga, sino arqueológicamente, por eso el llamado a rescatar lo mucho que todavía existe y que está por encontrarse”, expresaron los líderes ecologistas.
Al respecto, la arqueóloga María de la Asunción García Samper, hizo la aclaración de que con las investigaciones efectuadas hasta ahora “se toca una parte muy pequeña del universo arqueológico que guarda la Sierra de Guadalupe, pues sólo Coamilpa tiene 35 kilómetros de largo por 20 de ancho, sin tomar en cuenta la parte de la Cola de Caballo, además de las cumbres más altas y de las mismas laderas”.
“Sería importante que el registro de toda esta gran riqueza arqueológica permita elaborar un catálogo para preservar y conocer el patrimonio e identidad de nuestros pueblos”, concluyó.