Almoloya de Juárez/Estado de México
Durante este fin de semana se realizaron las vísperas de la fiesta patronal en honor a San Francisco de Asís, donde cientos de vecinos participaron en el tradicional carnaval, por las principales avenidas de esta comunidad.
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Desde finales del siglo XIX, cada 4 de octubre se lleva a cabo la fiesta patronal de San Francisco de Asís en San Francisco Tlalcilalcalpan, comunidad de Almoloya de Juárez.
La celebración comienza con una procesión presidida por la imagen del santo, una pintura de fines del siglo XVIII. Esa marcha ceremonial realizada a principios de otoño, tiempo de cosechas, fue engalanándose con el paso del tiempo; primero, mediante la incorporación de carros alegóricos, para luego derivar en un ecléctico desfile de lugareños disfrazados de animales más o menos fantásticos, rockeros, punks, danzantes prehispánicos, esqueletos ataviados con túnicas medievales o renacentistas, monjes, guerreros, payasos, enmascarados a la usanza del carnaval veneciano y toda clase de personajes horripilantes, muchos de ellos inspirados en películas, historietas y series de televisión.
Los participantes recorren las calles del pueblo formando pequeños grupos barriales, o bien, como individuos que se suman al bullicio y diversión de la masa. Hoy en día, de hecho, a esta fiesta patronal también se le conoce como el carnaval de San Francisco Tlalcilalcalpan, donde la notable innovación de los materiales de los disfraces y los motivos representados convive con una organización comunitaria basada en las antiguas mayordomías.
Cuenta la leyenda que, el santo era hijo de un mercader que tenía mucho dinero. Francisco llevaba una vida desenfrenada hasta que renunció a sus posesiones materiales y se dedicó a la adoración de Dios y a seguir sus prácticas espirituales.
Se dice que se despojó de todos los bienes terrenales, al grado de que su vestimenta era de harapos y la gente creía que estaba loco. A rememorar esa historia atribuyen algunos el actual carnaval de San Francisco, festividad en la que el pueblo ocupa el espacio público para su diversión y devoción durante tres días en los que se hace oración, se baila, se gastan bromas, se come y se bebe pantagruélicamente.
Esta festividad se había cancelado por la actual pandemia de Covid-19 que actualmente azota al mundo y es así como los lugareños retoman esta tradición.