Dejemos que los neoliberales tecnócratas sigan halagando los logros y los mitos del modelo capitalista, que los tiene, y -para no agravar nuestra depresión- olvidemos por esta ocasión el lado económico de sus negativos efectos y pasemos a comentar -así sea muy brevemente- sus consecuencias bastante negativas también en la sociedad en general.
En la actualidad más que nunca está presente la patología social que ha provocado el Modelo Neoliberal, como adelantaba lúcidamente a fines del siglo pasado el Doctor Enrique Guinsberg en ¨La Salud Mental del y en el Posmoneoliberalismo¨ y otros artículos e intervenciones sobre lo que denominaba las ¨Patologías del fin de milenio¨.
Hoy, en el Siglo XXI, el neoliberalismo ha entrado en crisis (el ¨posmoneoliberalismo¨ que anticipaba Guinsberg), no sólo por sus consecuencias económicas sino por sus crecientes repercusiones en la psico(pato)logía del sujeto en esta fase posneoliberal y posmoderna, que para distinguirla del capitalismo del Siglo XX podemos llamar el NEUROLIBERALISMO en el Siglo XXI.
En brevísima síntesis tratamos aquí el importante tema para nosotros: apenas si podremos mencionar qué consecuencias psico(pato)lógicas produjo el modelo neoliberal hoy en entredicho y algunas salidas (muchas falsas, como las drogas, incluidos los calmantes) que se producen ante tal situación que ha venido empeorando.
En esta época del Neuroliberalismo, caracterizada por la generalización e intensificación de la Competencia (no siempre de libre mercado, pero sí de grandes empresas oligopólicas), ampliada por la abundancia de nuevos medios de comunicación, existe una serie de factores que acarrean inestabilidad mental y emocional del Homo Estresado actual, entre los que se encuentra la excesiva actividad laboral y la fatiga, la tensión nerviosa, el excesivo ruido propio de las ciudades, el rompimiento del modelo de familia tradicional y el consumo desmedido y no supervisado de fármacos y drogas.
Una de las cuestiones centrales que afectan la subjetividad contemporánea es la forma patológica del ánimo depresivo que surge como respuesta a las nuevas normas sociales, a las exigencias que provienen desde la economía de excesiva competencia generalizada y que se concreta en el avance de la depresión.
Esta forma de sufrimiento psíquico aparece como una nueva forma de sujeto, de individualidad, que trae importantes cambios aparejados por este tipo de socialización, de sociabilidad, en una sociedad en que van en declive las garantías colectivas de bienestar y seguridad como las que ofrecía el hoy debilitado Estado, muy diferente de las que conocimos en el pasado y donde la identidad ¨posmoderna¨ está crecientemente influida por los avances vertiginosos en los medios de comunicación que aceleran la Competencia.
Analiza también la creciente presencia de fundamentales cambios en la dinámica familiar, donde tanto los vínculos dentro de esta como el peso de la misma se ha reducido notoriamente, con incrementos del nivel de influencia del mundo externo a través de las nuevas tecnologías y de los medios masivos de difusión.
Asimismo, observa el aumento de tendencias de pasividad por distintos motivos que convierten a la comodidad en otro de los objetivos siempre buscados: recibir cada vez más cosas en el domicilio, ver cada vez más TV, utilización creciente de medios electrónicos, etc. Como inversa vinculada se presenta también la compulsividad a hacer cosas y multiplicar actividades superfluas.
Se nota el uso cada vez mayor de mercancías, alimentos, técnicas, psicoterapias, etc. de tipo light, que producen también una vida cada vez más light. Como un aspecto central que necesitaría de un amplio desarrollo, no pueden dejar de citarse las actuales formas de manejo de la agresividad, que en muchos casos se toman de modelos de violencia tan vistos en los medios masivos de difusión.
En este muy breve esbozo sobre el tema del malestar no puede faltar aunque sólo sea la mención de la correlativa necesidad de estudio de las formas en que los sujetos hacen frente a tal realidad globalizada de la violencia, del miedo y la inseguridad, a través de los que Freud definió como "calmantes" en una cita de primordial importancia:
¨La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas”.
Evidentemente, se analiza el tema del dinero como el máximo fetiche de la Sociedad Neuroliberal y la adicción al automóvil como su concreta mercancía fetiche más notoria de las formas de relacionarse consigo mismo y con los otros.
En la vida del depresivo, y sus intentos de salir de esa crisis vital, puede visualizarse como estos nuevos medios dejan atrás la histeria (propia del capitalismo del Siglo XIX), la neurosis, el conflicto y la culpa (factores propios de la vieja sociedad jerárquica y disciplinaria del Siglo XX), para caer en la depresión, el vacío, y la inacción, tres ingredientes básicos de una sociedad "liberada" y flexibilizada como la actual a principios del Siglo XXI.
Nos hemos movido desde Edipo a Narciso, y ya no es la identificación lo afectado (neurótico), sino algo tan esencial como la identidad (del deprimido), cuyo trastorno busca la falsa salida de las drogas.
El narcisismo es entonces el símbolo de nuestro tiempo. Hace que hayamos pasado "de la 'lucha de clases' a la 'guerra de todos contra todos'", lo que es mucho más grave. Se imponen imperativos de celebridad, de éxito que, de no realizarse desencadenan una crítica y menosprecio implacables contra uno mismo.
En el Neuroliberalismo las neurosis clásicas del siglo pasado ya no son las predominantes, sino más bien los "'trastornos de carácter' caracterizados por un malestar difuso que lo invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres. La patología mental obedece a la ley de la época del nuevo milenio que tiende a la reducción de rigideces como a la licuación de las relevancias estables; la crispación neurótica ha sido sustituida por la ¨flotación narcisista" (cuyo fetiche virtual y concreto es el Selfie fotográfico por internet).
A las tendencias narcisistas señaladas deben agregarse muchas otras, entre ellas el incremento en tendencias esquizoides ante la cada vez mayor fragmentación en los ámbitos de nuestra vida. Asimismo, el notorio aumento en perturbaciones psicosomáticas, el incuestionable crecimiento de patologías como la anorexia y la bulimia, los cada vez mayores niveles cuantitativos y cualitativos de soledad e incomunicación en una época signada por el desarrollo de la comunicación tecnológica. También las angustias y ansiedades que origina el a veces desmesurado miedo respecto a múltiples aspectos de nuestra realidad, la desvalorización de la propia persona ante el cada vez mayor peso de las creaciones tecnológicas (que provoca mayor desempleo), la anomia, indefensión y subordinación ante un poder a veces menos visible aunque cada vez percibido como más poderoso, y las crisis en las relaciones personales, de familia y de pareja.
No son novedades porque también ya existían, pero sí realzados y resignificados en el contexto apuntado. Es lo que se entiende como el Yo Saturado, con base en el incremento de actividades y de aspectos tecnológicos actuantes en cada persona y no existentes (o en menor grado) hace escasas décadas, que produce lo que se considera como relaciones múltiples superficiales y sin apego, diferentes a las de épocas anteriores.
En suma, en relación recíproca la sociedad y los individuos están cambiando de una forma a otra, para bien y para mal. Esperemos que sea más para el bien común.
(Octubre 2018)