Tristemente, no hay un solo día en la república mexicana, de norte a sur y de este a oeste, en el que no sepamos o estemos inmiscuidos en situaciones verdaderamente alarmantes y desagradables. Lo trágico es que cada día está más difícil resolverlo. Y a mi parecer no es cuestión de hacer un programa de seguridad nacional y de quitarle el Cisén a la Secretaría de Gobernación del país, sino de empezar con los niños, estos ya no milenials, sino centelials, a ofrecerles dentro de su estructura mental, un nuevo adiestramiento no mental, sino moral: de virtudes y valores.
Si usted prende las noticias, se va a encontrar, ahora mismo con un problemón en el estado de Veracruz. La hija de una diputada fue acribillada saliendo de un gimnasio, y quien le disparó, fue acribillado a su vez, dos horas después. Y la verdad uno no sabe si este suceso esté enmarcado en los apoyos que da el narcotráfico, a los altos mandatarios para sus campañas, y que si no les dan a cambio lo que les piden, ejecutan a quienes tengan enfrente. Y le dan en lo que más les duele. Y ahora pasó con una muchachita que nadie sabe por qué fue confundida.
Esto no se lo cree al señor gobernador, ni Dios Padre.
Sucedió tristemente en su estado, y lo que más cerca se les ocurrió hacer, fue sacudirse el problemón con Morena, y matar al agresor de esta situación. Total, decir que un cártel está en contra del otro, es como quitarle a un gato un pelo.
Creo que la situación en el país es tan grave, que ni un Durazo, o el otro Durazo, vamos ni un Coello Trejo podrían resolverla. Estamos metidos en medio de grandes consumidores de droga a los que les hemos mandado desde hace años su dosis que cada día les crece y los hace más enfermos: Estados Unidos, y México es ya en un lugar que empieza a consumir en cantidades grandes la misma. Y en medio, porque Colombia la manda a través de nosotros.
Estados Unidos está demandando cordura e inteligencia en las áreas de inteligencia. Y solicita que la seguridad nacional mexicana sea precisa, inteligente y cuidadosa. Y en este momento de cambio político no ha sido fácil. Sin embargo, la situación tiene que ser urgentemente atendida.
Existe un estudio-caso hecho por Ana María Salazar y Vlad Jenkins de la Universidad de Harvard llamada “El problema de los intocables”, en 1991, en donde se describe y analiza ampliamente el problema del narcotráfico a raíz de la toma de protesta del presidente Salinas, y la campaña anticorrupción efectiva y creíble que se convirtió en nada menos que el eje de la estrategia de su admnnistración para lograr una amplia variedad de objetivos políticos y económicos. Salinas tuvo que luchar para establecer su autoridad sobre una compleja red de bases de poder político en las burocracias federales y estatales, y sobre la estructura osificada del entonces poderoso PRI. Su gente vio esta campaña anticorrupción como un complemento necesario a las reformas económicas previstas por la administración incluyendo una mayor dependencia de las fuerzas del mercado, la privatización de algunas industrias estatales y paraestatales y la racionalización de una burocracia gubernamental en expansión.
El reto era diseñar estrategias para abolir el problema de la corrupción en México. Uno flagrante era Pemex y su corruto sindicato. Salinas tuvo que responder a las crecientes presiones externas sobre los problemas de corrupción y tráfico de drogas en México, que se estaba convirtiendo en un factor prominente de las decisiones de los acreedores internacionales de México, en relación con la reprogramación de la deuda externa del país. Y allí comenzó otra historia.
