Estamos a poco más de un mes de que los actuales cabildos de los 125 municipios del Estado de México, concluyan su función como responsables de las comunas municipales y ya se empieza a sentir un clima no sólo de nostalgia, sino de ambición.
Muchos ediles están haciendo hasta lo imposible para asegurarse su última tajada del pastel del recurso público.
Y es que un gran número de ellos se quedará en la congeladora política pues o sus aspiraciones no trascendieron o sus partidos quedaron en la ruina electoral.
La moneda a cambio de un jugoso bono de fin de funciones es aprobar los presupuestos fiscales para 2019.
Esa es su única forma de hacer presión para conseguir su anhelado bono de fin de trienio.
Por ello, se reúnen y conspiran para lograr que más ediles de su cabildo se sumen a esta “exigencia” que consideran legítima y bien merecida.
No es una práctica extraña cada fin de administración municipal o cada que confluye la función legislativa de los diputados; en lo oscurito o a ojos vistos, negocian entre sí para darse jugosos cheques, ante la mirada de la opinión pública que poco tiene a su alcance para detener tal golpe a las finanzas públicas.
El tamaño de la nómina es lo de menos, todos buscar llevarse menudos recuerdos que van de los 300 mil a los 3 millones de pesos, según sea el caso.
A todas luces se trata de una manifestación más del abuso del poder, puro e intrínseco, tomando en cuenta que esos recursos deberían estar destinados a obra y acciones en beneficio de la mayoría.
Sin embargo, estos políticos abusivos solo quieren asegurar su futuro, y entre ellos respaldan y llevan adelante este tipo de auténticas estafas al bolsillo de los mexicanos. Un escenario lamentable, por el ángulo que sea visto.
