En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)
Cinco meses después de su triunfo histórico del primero de julio y 12 años después de su primer intento por alcanzar la presidencia de la República, este sábado Andrés Manuel López Obrador se convirtió en el presidente número 57 de nuestro país.
Luego de rendir la protesta constitucional ante el pleno del poder Legislativo y de recibir la banda presidencial de manos del presidente del Congreso, Andrés Manuel López Obrador pronunció su primer mensaje a la nación, en cuyas primeras líneas agradeció al presidente saliente Enrique Peña Nieto por “no haber intervenido, como lo hicieron otros presidentes, en las pasadas elecciones presidenciales”.
Luego sostuvo que el inicio de su administración no se trata sólo del inicio de un nuevo gobierno, sino de un cambio de régimen político que permita convertir la honestidad y la fraternidad en una forma de vida y de gobierno.
Su discurso, de poco más de una hora de duración, condenó, como lo ha venido diciendo desde su campaña, la política económica neoliberal, y refirmó que la reforma energética ha sido un fracaso.
Sorprendió entonces al decir, al contrario de lo que pudiera suponerse, que esta nueva etapa se habrá de iniciar sin perseguir a nadie porque el nuevo gobierno no habrá de apostar al circo ni a la simulación, “pongamos un punto final a esta horrible historia y mejor empecemos de nuevo, en otras palabras, que no haya persecución a los funcionarios del pasado, y que las autoridades encargadas desahoguen en absoluta libertad…” fueron sus palabras a un tema que sin duda será controversial.
Luego vinieron sus líneas dedicadas a las acciones de su gobierno, en el que anunció, habrá una separación del poder económico del poder político; la construcción de una nueva refinería y la rehabilitación de seis más, para que por fin, bajen los precios de la gasolina y los combustibles, además de comprometer que a partir del primero de enero, en 3 mil 180 kilómetros de frontera con Estados Unidos, y en una franja de 25 kilómetros de ancho creará la zona libre más grande del mundo. Allí, adelantó, se reducirá el IVA del 16 al 8 por ciento. El impuesto sobre la renta bajará al 20 por ciento. La gasolina, el gas y la electricidad costarán menos que en el resto del país y se aumentará al doble el salario mínimo.
Andrés Manuel anunció la cancelación de la reforma educativa y la puesta en marcha del programa de atención médica y medicamentos gratuitos en las zonas marginadas del país, además de reducir en 50 por ciento el gasto de publicidad del gobierno.
Enumeradas estas acciones, Andrés Manuel señaló que no tiene derecho a fallar.
Frase fuerte, cuando justamente será sin duda el presidente de la República que menos margen de maniobra tenga para sus decisiones de gobierno.
A partir de este sábado, su discurso desde la oposición que inició en 1988 en su natal estado de Tabasco por fin se traduce en un mensaje de gobierno. Lo sabe y esperemos que lo sepa su equipo de trabajo, millones de mexicanos que creyeron en su proyecto estarán atentos a la esperanza que sembró, pero también habrá otro tanto que aguarde sus descalabros para regresarle la moneda de cambio que él uso durante varias décadas.
Será un gobierno que inició polarizado por el propio discurso que se sembró en campaña, aquél de buenos contra malos, de ricos contra pobres, de la mafia del poder contra el pueblo bueno, el discurso sin matices que hoy tendrá que adquirir nuevos tonos para llamar a la reconciliación, esa que tanta falta nos hace como nación.
Espero que su gobierno sea bueno, porque ningún mexicano podría apostarle a su fracaso para regresar a espacios de poder y sin duda, el éxito de una administración obligaría a las demás expresiones políticas a ofertar mejores oportunidades y proyectos con mayor visión de futuro.
Espero que quienes a partir del sábado son ya oposición se comporten a la altura de la lección democrática que la ciudadanía dio el pasado primero de julio, y sean responsables y contrapesos necesarios a una presidencia con un amplió poder legislativo.
Pero sobre todo espero que todos los mexicanos entendamos que pensar distinto no puede ser pretexto para descalificar sin argumentos, si no para replantearnos desde nuestra postura los retos que tenemos como una nación plural.
No a los discursos triunfalistas de quienes hoy son gobierno, pero tampoco a la crítica falsa y sin fundamento por aquellos que han dejado el poder, es momento de sumar, desde el papel que sea necesario, de dejar oír nuevas voces y esperar que el nuevo gobierno sea bueno para todos.
México y Andrés Manuel lo necesitan, porque si bien, difiriendo de sus propias palabras, Andrés Manuel López sí tiene derecho a equivocarse, pero lo que no puede hacer él ni nadie que tenga una responsabilidad pública de su calibre es no reconocer y corregir esos errores.
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