Comenté la semana pasada que en esta colaboración me dedicaría a dar cuenta del perfil sociodemográfico de los hombres que procrearon con chicas adolescentes que tenían entre 15 y 19 años de edad, en la entidad mexiquense. Las cifras oficiales corresponden al año 2017 y se desprenden de bases de datos publicados por el INEGI.
Como he señalado en columnas anteriores, el mayor porcentaje de natalidad en madres adolescentes en el Estado de México –también en el país-- sucede en el grupo de 15 a 19 años de edad, en comparación con el segmento que va de 10 a 14 años.
He de aclarar que en 16 % de los casos (8,103) los varones que tuvieron hijos con una madre menor a los 20 años, pero mayor a 14 años, se desconocen datos de identificación. Ello impide saber quiénes fueron los progenitores de esas criaturas. Con base en los registros oficiales del INEGI, existe 5 % de padres biológicos que, teniendo entre 30 y 75 años, han procreado con una mujer adolescente que apenas ha festejado entre sus 15 y 19 primaveras. Hay que reparar un poco: se trató de más de más dos mil casos, en 2017. ¿Por qué se ocultó o no se pueden registrar antecedentes indispensables? ¿Qué instancias y personas incumplen con una información por demás significativa y sensible, en lo privado y en lo público? Con ese margen de involuntario sesgo, va el siguiente perfil social de los presurosos padres.
En suelo mexiquense se conocieron las características básicas que presentaban 41,315 masculinos que embarazaron adolescentes. En promedio, la edad que reportaron los fecundadores fue de 22 años. Es decir, con respecto a las madres, ellos eran mayores entre tres y cinco años que sus respectivas parejas.
En cinco de cada diez casos, ellos tenían 21 años o más. Por ende, eran adultos, mientras que ellas eran menores de edad, también en casi la mitad de los casos. Uno de cada cuatro ascendientes tenía entre 21 y 25 años de edad. En este segmento, con altas probabilidades, podemos vislumbrar que se trata de relaciones sexuales entre un adulto y una menor de edad. Al respecto, ha de tenerse en cuenta que prevalece un significativo porcentaje de muchachas adolescentes que tuvieron a sus hijas o hijos cuando apenas tenían entre 16 y 17 años.
Si se atendiesen más sistemáticamente y con perspectiva de género (masculinidades y feminidades) los municipios de: Ecatepec, Toluca, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Naucalpan, Ixtapaluca, Tlalnepantla, Nicolás Romero, Tultitlán, Chalco, Valle de Chalco, Atizapán, Tecámac, La Paz y, Cuautitlán Izcalli, se estaría focalmente respondiendo a uno de cada dos embarazos que se registran en el Estado de México ¿Dónde está la política pública al respecto? Seguramente hay datos, programas e indicadores, pero hasta ahora se desconocen avances puntuales.
El imaginario social contribuye a que pensemos que la mayoría de los adolescentes están embarazando a sus parejas, también núbiles. Pero, cuando los padres varones tienen entre 15 y 19 años de edad, acumulan 36 % de los casos; condición que echa por tierra tal creencia. La mitad o más de los varones padres que gestan con madres adolescentes entre 15 y 19 años, en realidad han cumplido entre 21 y 23 años. Desde luego, se trata de una tendencia sociocultural en la que las mujeres buscan relacionarse con tipos mayores a ellas. Ocasionalmente se les pasa la mano y, lo demás.
Poco más del 75 % de los varones que tienen hijos con madres adolescentes tienen estudios de secundaria o de nivel medio superior. Si consideramos que, al menos la mitad de ellos tenía 21 años o más, queda de manifiesto que ellos muestran rezago educativo, al igual que su respectiva chica. Puesto de otra manera: Parece que las jóvenes que tienen entre 15 y 19 años de edad, cuando no procrean y avanzan en su escolaridad, tienden a buscar varones no solamente mayores sino con mejores ascensos en la pirámide educativa y laboral.
Casi nueve de cada diez inquietos padres que procrearon con madres adolescentes tenían empleo. Pero con el nivel educativo reportado (estudios de primaria, secundaria o nivel medio superior en 91 % de los casos) se puede entender por qué la mitad de ellos eran empleados y casi la quinta parte se desempeñaban como obreros; diez por ciento eran jornaleros o peones. De ahí que el círculo de la pobreza se reproduzca cuando hablamos de embarazo o paternidad adolescente.
Ante tales condiciones socioeconómicas, también se explica por qué 87% de los padres que tienen descendencia con madres chavalas se mantienen en unión libre como situación de conyugalidad y, apenas 7 % optó por el matrimonio civil y/o religioso.
Diseñar políticas públicas y programas focalizados para atender el embarazo adolescente; para prevenir y reducir gestaciones no intencionales entre la población adolescente, exige de un trabajo sistemático, diferenciado, holístico e intersectorial que no apueste a resultados en el corto plazo. Me temo que los políticos tienen poca disposición para trabajar en el mediano y largo plazos. Hasta aquí, por ahora.
Red Internacional FAMECOM